![]() |
Árbol de la ciencia |
A alguno que lea esto le parecerá una rabieta infantil; a otros
envidia; y a los que me conocen, simplemente que es un desahogo intelectual respecto a un tema
hiriente que se vive a diario y con resignación en los institutos de hoy. Es
difícil encontrar un claustro de profesores de secundaria en la enseñanza
pública, la privada la dejo para otro día, en el que los profesores que lo
componen hayan entrado a dar clases de ESO y Bachillerato por el mismo sistema
de selección.
A partir de 1977, con los famosos pactos de La Moncloa, se
crearon en España muchos centros educativos que tuvieron que dotarse de un
profesorado contratado, los interinos o PNN, para poder afrontar las
necesidades educativas del momento. Muchos de ellos eran recién licenciados
de las universidades españolas que en
los últimos años del franquismo, con tanto conflicto reivindicativo social,
habían conseguido las calificaciones de ciertas asignaturas, aunque no en
todas, claro está, gracias al denominado
“aprobado general” que muchos profesores universitarios, por miedo, por
adhesión a la causa, o por comodidad, pusieron de moda durante ese decenio. Así
pues, los años 1978 y 1979 los institutos se vieron florecientes de jóvenes profesores, ávidos de democracia e
igualdad, que manifestaban sin tapujos su progresista reivindicación a favor
del cuerpo único, en detrimento del tradicional y rancio cuerpo de catedráticos
de bachillerato. En los años 79 y 80
hubo oposiciones restringidas, no libres, para que esos profesores pudieran
obtener una plaza de funcionario en el cuerpo de de agregados. Hasta aquí nada que objetar en este breve relato de la situación de ese momento, pero la
cosa se complica en los 80.
Durante esa década, los centros
educativos se colapsaban con el personal interino que no consiguió aprobar las oposiciones restringidas, siendo muy especiales y limitadas las convocatorias de
oposiciones libres para ser profesor numerario titular, que aunque eran anuales, se
caracterizaban por una ridícula cantidad de plazas convocadas, siendo solo 6,
8, o 40 como mucho, las plazas que se convocaban año tras año para toda España
para hasta 3000 opositores por especialidad , con el consiguiente perjuicio
producido a los nuevos licenciados que salíamos en esos años de la universidad,
que se enfrentaban a una penosa situación personal en cuanto a perspectivas
laborales. Mi esposa, también geóloga
como yo, obtuvo su plaza por oposición al Cuerpo de Profesores Agregados de Bachillerato en 1987, pues no
había convocatoria desde 1984 a catedráticos por las presiones del “cuerpo único”, y yo en 1988, teniendo
que realizar entonces nuestro correspondiente año de prácticas docentes durante
ese curso a partir de la fecha de
aprobar la oposición. Pues bien, curiosamente, en 1990 se convocaron
oposiciones “restringidas” para ser catedrático, o mejor dicho, para obtener la
“condición de catedrático”, para lo cual era requisito imprescindible el llevar,
al menos, 8 años de ejercicio de la
profesión en centros públicos. Vamos,
como vulgarmente se dice “blanco y en botella”, era una maniobra para que la
gente que a finales de los 70 entraron contratados y consiguieron ser funcionarios
con oposiciones restringidas al poco tiempo, ahora, se les premiaba una vez más su labor convirtiéndoles, con otras
oposiciones restringidas, en catedráticos. Y digo oposiciones restringidas por
no decir mascarada total, pues consistían en algo así como presentar un trabajo
didáctico que podía hacerse en común y exponerlo personalmente ante un
tribunal. Imagínense la grotesca situación que se generó, todos los del “cuerpo
único” y por tanto contrarios a las
cátedras, presentándose ahora a sus particulares oposiciones a cátedras a la
señal de ¡ya!
![]() |
Niños brazo en alto antes de entrar a su escuela. Años 50. |
Pero no acaba aquí la historia. A principios de los años 90, se modificaron las enseñanzas de las
antiguas Universidades Laborales, con lo que al profesorado de las mismas, y se
pueden imaginar el comité y forma de selección que tuvo esa gente en época
franquista, se les nombró, así sin más, catedráticos de instituto, con derecho
a ocupar las plazas, en las que se valora la antigüedad en la enseñanza, en
igualdad de competencia con el resto. Sin convocatoria de cátedras y con los
“compañeros” docentes de las laborales en los institutos, era verdaderamente
difícil acceder a una plaza deseada desde un destino impuesto por las
circunstancias, que solía ser una pequeña localidad al margen de tus intereses
personales. En esos años, comienzos de los 90, se unificaron también los
cuerpos docentes de Formación Profesional con el de Agregados de Bachillerato,
extinguiéndose también, a la vez, el Cuerpo de Catedráticos de Bachillerato,
denominándose a partir de entonces, y de manera unificada, Cuerpo
de Profesores de Educación Secundaria (PES). Este hecho produjo de nuevo un gran perjuicio profesional
a los agregados de bachillerato al equiparar dos
cuerpos en los que las oposiciones eran diferentes en dificultad y contenidos, de 50 temas de temario de oposición en
los de FP, mientras que los de agregados eran de 100 temas, por lo que había
sido mucho más fácil obtener plaza en FP, o sacarla antes, consiguiendo destino
definitivo con anterioridad y acumular
puntos para un concurso de traslados a centros y localidades deseadas también por los
agregados. Además, a mediados de los 90, y con la nueva ley de educación (LOGSE) en marcha,
se permitió a los profesores de Educación General Básica (EGB) que accedieran
también a los institutos para dar el entonces primer ciclo de secundaria
obligatoria, 1º y 2º de ESO, pues al eliminar esos cursos de los colegios de
educación primaria podían “acompañar” a sus hasta ahora alumnos en su nueva
andadura en el instituto. Este acompañamiento ha podido hacerse hasta
los primeros años 2000. Por
supuesto, este hecho repercutió negativamente en la distribución horaria de
cursos y grupos de los docentes, así como, y me atrevo a decirlo, a la
“egebeización” de los centros de secundaria.
Pues bien, después de
todo esto, todavía a día de hoy no se han convocado oposiciones a cátedras a
instituto, contempladas en la Ley Orgánica de Educación (LOE) como concurso de méritos.
Pero al margen de eso, cuando desde la
administración se pide unidad de acción a los centros educativos argumentando
que es bueno pedagógicamente el que haya
una intervención conjunta y uniforme en temas de conducta, formas, hábitos y contenidos, y maneras de tratar el hecho educativo, sea
verdaderamente complicado hablar en el mismo idioma docente o desde un punto de
vista común, sobre todo en cuanto a la
necesaria consideración de valorar el esfuerzo personal para conseguir unos
objetivos. Todo es distinto, desde la concepción de servidores públicos que
muchos tenemos, hasta la consideración de los adolescentes como personas en
formación; en el tratamiento educativo del alumnado con problemas, hasta la
concepción de la educación democrática, progresista y de calidad que muchos,
como docentes comprometidos, queremos para el segmento de nuestra sociedad más
sensible, como es el de la adolescencia. ¡Menudo jardín! Afortunadamente, y
gracias a la normativa democrática de la ley del funcionariado, esos mártires
de la educación que han sido esos
colectivos docentes antes citados, se han ido jubilando poco a poco al cumplir
los 60 años, salvo contadas excepciones. Por suerte, digo, vamos soltando
lastre en educación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario