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Ammonites. Mesozoico. |
El estudio de los fósiles permite al paleontólogo saber cómo
han sido los organismos que nos han precedido en la Tierra. Su forma, su
variación con el tiempo, y los estudios biométricos que con ellos pueden
hacerse, evidencian una intrincada red de parentescos entre especies y grupos
de mayor rango que facilitan una mejor comprensión de sus adaptaciones a los
medios circundantes en los que vivieron.
Desde la explosión de vida del Cámbrico, primer período de
la era primaria, hace más de 560 millones de años (ma), se han sucedido numerosos
grupos de seres animales y vegetales que, debido a los procesos evolutivos
facilitaron la aparición y diversificación de las estirpes de seres que todos
conocemos, incluso la humana. Los ritmos de aparición y evolución de organismos
no han sido homogéneos a lo largo de los millones de años. Por ejemplo, durante
el conocido Jurásico, en plena era secundaria, y durante más de 30 ma, el ritmo
de variación evolutiva que establecen
los paleontólogos para uno de los grupos más conocidos por los aficionados, los
ammonites, es cerca de 1 ma para la evolución y aparición de una nueva especie,
considerándose este un ritmo “rápido” en
el contexto evolutivo de los seres vivos. Pero, conforme nos vamos acercando a
la actualidad y se detectan en el registro fósil distintos y cada vez más
avanzados grupos de seres, como los mamíferos, la evolución parece que se
acelera, se intensifica, dejando registrados en pocos millones de años una gran
variedad de taxones relacionados evolutivamente entre sí.
El Cuaternario, último período de la escala temporal de la
Tierra, que comienza hace 2,5 ma, es uno de los episodios donde mejor han
quedado registrados los cambios evolutivos de los organismos, y en especial, de
los muchos grupos de mamíferos que ya poblaban el planeta desde ese tiempo. Los
mamíferos más útiles para poder precisar cambios evolutivos son los
micromamíferos, especialmente los roedores, que presentan una gran variedad de
formas, lo que facilita el estudio de
sus adaptaciones a los variantes entornos en los que parece les tocó vivir
durante el Pleistoceno, que coincide con el Cuaternario excepto los últimos
10.000 años de éste que corresponden al
Holoceno. Las asociaciones faunísticas y florísticas del pasado, estudiadas
comprendiendo y relacionando las especies en ellas representadas, son las que nos dan una idea aproximada de los
ambientes paleoecológicos en los se desarrollaron. Si de los mismos estratos se obtienen restos
de especies relacionadas con cursos fluviales, por ejemplo, y propias, otras,
de zonas boscosas, será difícil que se interprete un ambiente paleoecológico
que caracterice una estepa. Por eso resulta imprescindible sacar conclusiones
ambientales, y de sus cambios, teniendo en cuenta los estudios poblacionales de
cada taxón representado, además de la valoración de su variación en el contexto de la asociación registrada. Y
para ello es estrictamente necesario un estudio estratigráfico previo al detallado
muestreo y estudio paleontológico que permita diferenciar con claridad los
posibles cambios de las sucesivas asociaciones de fósiles.
La interpretación del cambio climático actual, o su inicio,
debe estudiarse también aplicando los conocimientos que desde la paleontología
han podido obtenerse. Y para ello, el estudio de los registros fósiles, y su
sucesión, en los últimos 2 ma son imprescindibles para tal efecto. Y es en ese
sentido donde la información que ofrece el estudio de los yacimientos de
Atapuerca, donde tuve el honor de participar, en la provincia de Burgos,
resulta primordial. La columna estratigráfica del conocido registro de Gran
Dolina, en la Sierra de Atapuerca, se ha usado como referencia de correlación
con los otros yacimientos, como Complejo Tres Simas (Cueva de los Zarpazos,
Galería y Boca Norte); El Penal y Sima del Elefante, además de Sima de los
Huesos, dentro de Cueva Mayor y alejado de los de la Trinchera del Ferrocarril,
que es donde están situados los otros citados. Su estudio paleontológico del
impresionante registro de fósiles de mamíferos, junto al estudio estratigráfico
de los rellenos de sedimento y las dataciones cronoestratigráficas de
diferentes niveles por técnicas de datación absoluta, han permitido establecer
una sucesión de paleoambientes ecológicos como no se tiene referencia en
ninguna otra parte del mundo, pudiendo así interpretar con claridad los
numerosos cambios climáticos que se sucedieron en el último millón de años y
que afectaron, al menos, a Europa occidental.
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Situación geográfica de los yacimientos de Atapuerca (Burgos) |
La fauna y la flora ha sido
cambiante, en el mismo lugar, en episodios que oscilan entre 30-40.000 años, y
70-80.000 años, con sus correspondiente pulsos climáticos fríos y cálidos en
cada uno de ellos, lo que, si no calma las preocupaciones por los devastadores
efectos vaticinados para el cambio climático actual, al menos, permitirá
comprender que no es un fenómeno nuevo, ni únicamente originado por el hombre y
sus antiecológicas actividades, ni algo que pueda modificar para siempre la
vida del futuro. Es necesario ver el presente a la luz de los estudios del
pasado para enfocar mejor las decisiones
y acciones a tomar de cara a las variaciones climáticas que empiezan ya a
notarse en nuestro planteta. Será
necesario cambiar nuestros modos de vida actuales que nos conduzcan a un mayor
respeto por nuestro entorno natural y humano, aunque sean difíciles de
reconducir los caminos que, como siempre, ha tomado la naturaleza, y de los que
ha dejado huella en los registros del pasado. La autoinculpación humana
respecto a ser el único causante del cambio climático carece de sentido si se
conocen los datos que pueden interpretarse del estudio de la sucesión de paleoambientes
que nos precedieron, por lo que la paleontología es la clave para abrir y
orientar, sin sensacionalismos ni extremismos, en la acertada interpretación de
lo que hoy en día está ocurriendo.
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Los cuadrados rojos corresponden a los niveles con restos humanos. |
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