¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Centros comerciales y vida ecológica


Centro Comercial Plaza, en Zaragoza.

       No resulta difícil encontrar en prensa noticias o artículos referentes a los cambios de vida que tenemos que adoptar para ir frenando el cambio climático. Muchas de ellas son de tal nivel conceptual que solo unos pocos lectores u oyentes son capaces de entender claramente su contenido. Otras tienen tal cantidad de mensajes colaterales que terminan siendo esos los que realmente calan en las gentes que quieren informarse de cómo hacer semejante misión: frenar el cambio climático, sin darse cuenta que tienen poco que ver con objetivo propuesto, siendo los métodos que se utilizan  muchas veces tan burdos que casi resulta vergonzoso referirse a ellos.
Aparcamiento centro comercial.
        Un ejemplo paradigmático en estos temas lo presenta el recurrente intento por parte de personas supuestamente formadas en temas ecológicos de demostrar a la sociedad, y convencer a los dudosos, de que llevamos en los tiempos actuales una vida tan, como muchos tildan con desprecio, “americanizada” en algunos aspectos, que solo nos puede llevar a un inevitable expolio de la naturaleza, impropio de gentes civilizadas como nosotros. Y uno de los temas  estrella es, sin duda, la utilización de esos grandes espacios sociales modernos que se llaman “centros comerciales”. Todo el mundo sabe que esos centros suelen instalarse en las afueras de las ciudades, donde disponen de grandes superficies en las que se distribuyen espacios de ocio, comercio y diversión. Y también que esos lugares se usan por la ciudadanía para pasar largos periodos de tiempo, habitualmente los fines de semana, donde familias enteras compran e intentan divertirse,  protegidos de las inclemencias del tiempo, en la gran oferta de ocio y comercial del lugar.  Como es natural esas personas suelen desplazarse hasta allí en sus vehículos particulares, pues el uso del transporte colectivo hasta el centro comercial, que lo hay, suele ser incómodo si se hacen compras abultadas y le quita independencia al hecho de ir. Y es ahí donde empiezan a salir los fantasmas de conciencia ecológica que tienen muchos guardianes  del buen hacer ecológico. A juzgar por sus severas consideraciones, ese tipo de vida, con un estilo tan poco tradicional y lejano a los casi  sagrados preceptos de la compra diaria en el comercio de cercanía, cual misa dominical en su parroquia, les saca de quicio, de su quicio ecológico, o falsamente ecológico en mi opinión.
Parque Nacional de Ordesa (Huesca).



Vistas del aparcamiento del Parque Nacional de Ordesa.

       No pretendo demostrar nada pero sí poner sobre el tapete alguna consideración personal al respecto. Recuerdo un artículo en Heraldo de Aragón de diciembre de 2008 en el que se instaba a la gente a cambiar de “estilo de vida” por los motivos antes expuestos, haciendo hincapié en ellos a la poco edificante forma de comprar y divertirse de la gente al acudir a centros comerciales. Y, claro, usando principios medioambientalistas referentes a la repercusión de ese tipo de vida en la aceleración del cambio climático. Seguramente el articulista al que hago referencia, y otros muchos semejantes, no se dio cuenta que para hacer la fotografía con que se  ilustraba el artículo (un aparcamiento de coches del Centro Comercial Plaza, en Zaragoza, totalmente abarrotado de coches) tuvo que desplazarse hasta allí, a unos 15 kilómetros  del centro de la ciudad, en algún medio de transporte (digo yo) y que siendo el artículo del diciembre zaragozano no creo que fuera a pie o en bicicleta, como sería lo propio, aunque no lo indica en el artículo, desde luego. Estamos de acuerdo en que si esas familias o grupos de amigos que ese día se desplazaron al centro comercial se hubieran quedado en el centro de la ciudad y no hubieran tenido esa necesidad de coger su coche para ir de compras o divertirse no se hubiera emitido a la atmósfera la cantidad de CO2  que contribuyó, sin duda, al cambio climático que se está empezando a desarrollar sobre la Tierra.
Ordesa.
        En eso estamos todos de acuerdo. Pero resulta un tanto extraño que estos articulistas con preocupaciones ecológicas tan sutiles no entren a considerar otras actuaciones sociales que, sin embargo, tienen el sello de “admitidas” por el colectivo ecologista de cualquier sitio, e incluso propiciadas por ellos y muy valoradas y admiradas. Y me explico. Supongamos que esos cientos de coches del centro comercial, con sus amigos o familias dentro se disponen a ir ese mismo día hasta el Parque Nacional de Ordesa, por ejemplo, desde Zaragoza. Desde esta ciudad, ida y vuelta al parque hay unos 500 kilómetros. Digo yo que ese trayecto tan largo es lo suficientemente  importante como para  tener en cuenta la gran cantidad de gases contaminantes y  de CO2   que emitirían esos vehículos a la atmósfera, y sin embargo, no habrán oído ustedes ni un comentario de corte ecologista en contra de las masivas  visitas a los Parques Nacionales. ¿Y por qué? La respuesta no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que los medios de información suelen “filtrar” los datos u opiniones contrarias a lo “políticamente correcto” Y en este caso esa corrección se basa en que los espacios naturales se respetan y se consideran santuarios ecológicos por la sociedad si, y solo sí, se conocen por el gran público.  Por lo que el ir allí no solo no es considerado algo malo ambientalmente hablando, obviando el hecho de ir en  contaminantes vehículos de cuatro ruedas que se mueven con energías fósiles, sino que es necesario animar e incentivar a la gente para que vaya a verlos para que así se desarrolle en ellos su “amor por la naturaleza”. En esos casos no hay contaminación alguna que predisponga a los colectivos ecologistas a desaconsejar grandes desplazamientos para  la visita. La contemplación de la naturaleza debe hacerse para  contribuir al ejercicio ecológico-didáctico de enseñar  y divulgar las riquezas naturales. El bien conseguido, se supone, de concienciación social conservadora del entorno, al llevar una “vida natural”, está muy por encima del mal producido por la contaminación emitida desde los coches que se desplazan hasta allí desde cualquier rincón de nuestra geografía. Al parecer, eso no es una forma de vida ni “americanizada” ni que debamos cambiar, aunque sea altamente contaminante.
       En mi opinión, este ejemplo es uno de los que  sirven para ver el gran mal que se está haciendo desde la  visión distorsionada que tienen algunos “ecologistas convencidos” respecto a lo que se debe poner en evidencia de nuestros tipos de vida y los cambios necesarios en ella. La incoherencia y falta de honestidad en muchas de esas gentes, que se dicen y autodenominan los salvaguardas de la naturaleza, hacen que muchas personas poco formadas, aunque  sensibles a la conservación del entorno, pierdan la confianza en las informaciones que reciben  y se vean sin unos principios claros a seguir. Comprobar las distintas varas de medir que suelen tener aquellos que les recriminan constantemente, desde su poltrona naturalista, de llevar una vida totalmente  equivocada en temas ecológicos, no es hacer nada bueno por el ecologismo y el respeto al entorno que se debe tener, siendo descorazonador el constatar que luego esos  son los primeros en ser cómplices o servir de coartada para desarrollar un tipo de marketing ecológico con intereses  poco claros. ¿A quién pretenden engañar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario