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Foraminíferos. |
La ciencia ha demostrado
que la temperatura del planeta ha ido cambiando a lo largo de los
tiempos geológicos. Esto se ha debido a varios factores relacionados con los ciclos de Milankovitch, como la proximidad o
lejanía de la Tierra al Sol, la
excentricidad de la órbita terrestre, o el ángulo que forma el eje de la Tierra
con el plano de giro de la misma alrededor de nuestra estrella. Además, otros
factores como los determinados por la tectónica de placas en relación con la
cambiante posición de los continentes ha sido determinante para que la Tierra
disfrutase, en general, de uno u otro
clima a lo largo de su historia.
Se han realizado estudios y obtenido datos fiables para gran parte de los
570 millones de años que comprende el Fanerozoico, episodio en el que han
aparecido y diversificado todos los grupos de organismos que se conocen. Pero para relacionar y conocer la
dimensión y origen diverso del cambio climático actual es necesario adentrarse
en las condiciones climáticas reinantes durante los 2,5 millones de años últimos,
es decir, durante el Cuaternario. Esas han sido muy variadas y complicadas, y por
lo que se sabe ahora, distan mucho de
las simples y tradicionales glaciaciones Donau, Günz, Mindel, Riss y Würm, y
sus respectivos episodios interglaciales, que han servido como referencia
durante la segunda mitad del siglo pasado.
Además de otras técnicas aplicadas tan importantes como ésta
en la obtención de paleotemperaturas, uno de los mejores controles se ha
obtenido con el estudio y aplicación en geología de los isótopos del oxígeno.
Este elemento presenta tres isótopos (elementos con diferente número de
neutrones que de protones en su núcleo atómico) que son el O16, O17 y O18,
siendo el O16 casi el 99% del total, y el
O17 casi imperceptible en cuanto a la cantidad respecto a los otros dos. Pues bien, se ha
demostrado que las temperaturas del planeta en el pasado, y sus variaciones,
tienen que ver con la relación que hay entre el O18 y el O16. La relación
O18/O16 (en las figuras aparece como &O18) ha variado según la temperatura
imperante, siendo mayor esta relación cuanto
más baja sea la temperatura. Este fenómeno se ha observado realizando
estudios en las conchas carbonatadas de los foraminíferos marinos planctónicos
(minúsculos protozoos de vida planctónica y/o bentónica), y en las capas de hielo en los polos.
El O18 es más pesado que el O16. Por esa razón, durante los
períodos de mucho frío las moléculas de agua en las que el oxígeno que
interviene es el O16 (H2O16) pasan más fácilmente a la atmósfera,
por evaporación desde la superficie marina, que las moléculas de agua con O18
(H2O18), que queda “atrapada” en el resto de la masa marina. Esta
agua (H2O18) va a ser utilizada por los foraminíferos en la
fabricación de su concha carbonatada por absorción de sales, por lo que ese
caparazón tendrá oxígeno 18 en mayor proporción que el que cabría esperar respecto al oxígeno 16. Por tanto,
estudiando el tipo y proporción de oxígenos englobados en las conchas de los
foraminíferos enterrados en el fondo marino tras su muerte, y recogidos miles
de años después ya fosilizados, podremos interpretar, con un cierto margen de
error, la temperatura reinante en la Tierra cuando esos organismos vivieron. Si
la proporción de O18 respecto al O16 disminuyera de forma considerable, se podría deducir un aumento de temperaturas.
De esta manera podemos confeccionar gráficas que reflejen alternancias de sucesivos períodos “fríos”
y “cálidos” en el planeta. Por otro
lado, las moléculas de agua con O16 que se evaporan desde la superficie marina,
y que debido a la circulación general atmosférica pueden precipitar más tarde
en forma de nieve en zonas de acumulación de hielo, incrementarán la proporción
de O16 respecto al O18 de esas masas de agua helada, lo que se relacionaría
entonces con períodos fríos. Con la información obtenida
con el uso de los isótopos del oxígeno, tanto en las masas de hielo como con
los fósiles de foraminíferos, han podido detectarse hasta 102 episodios fríos y
cálidos alternantes durante los últimos 2,5 millones de años.
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