Es difícil que pase un año sin que haya algún tipo de problema con los exámenes de Selectividad.
Parece casi imposible que los señores coordinadores cumplan en su totalidad con
lo acordado en las reuniones realizadas con los profesores de secundaria para
acotar y decidir sobre qué temas y apartados se pueden poner preguntas en los
exámenes de esas pruebas.
Y casi siempre sucede con las mismas asignaturas. Este año
ha tocado con Biología y, en especial, con Química. Hace varios años fue en
Matemáticas el desatino, lo que le costó la coordinación al profesor
correspondiente, el cual, con muy poca delicadeza se defendió atribuyendo a lo
poco que se daba de esa materia en los institutos como causa del
desconocimiento de los alumnos. Y no es de extrañar. Algunos de ellos son así
de divinos y de “preparados”. Como digo,
este año es la Química la que se ha llevado el premio gordo. Al parecer, el
coordinador es nuevo (¡claro!) y no se
ha ajustado a la profundidad debida en las preguntas, ya decidida en las reuniones previas. “Tampoco
es tan grave”. “Eso le puede pasar a cualquiera”. “Es normal, si el hombre es
nuevo en estos menesteres…” Estos y
otros comentarios parecidos seguro que hacen los muy comprensivos. Y
seguramente esos tan comprensivos no tendrán hijos examinándose en selectividad
este año, casi seguro.
Resulta muy cansado hacer una reflexión en relación a este
tema. Sobre todo cuando se tiene que explicar lo obvio a personas teóricamente
formadas y preparadas, y con un cargo de responsabilidad. Pero hay que hacerla.
En especial cuando se participa activamente cada año en los tribunales de
selectividad y se está acostumbrado a oír comentarios de muchos profesores
universitarios que también participan, hechos con prepotencia, desdén, con
altivez, y casi en plan perdonavidas en relación con el nivel que llevan los alumnos cuando entran en la
universidad. En algunos casos incluso se mofan de la simplicidad de muchas
pruebas que ellos mismos han preparado para el evento con el fin de que “puedan
entrar” a la universidad. Por suerte, no todos los responsables en algo
referente a la Selectividad hacen cosas así. En Ciencias de la Tierra y Medio
Ambiente (CTMA) desde hace años disfrutamos de la eficaz y comprensiva
coordinación de la profesora de geológicas Ana Rosa Soria de Miguel que realiza
profesionalmente su labor diseñando unos exámenes de Ciencias de la Tierra perfectamente
ajustados a temario y a los acuerdos con el profesorado. Su preocupación por
que el examen sea del agrado general de todos los docentes y que se ajuste a lo
impartido en las aulas es digna de todo elogio y reconocimiento.
Pero como casi todos los años, suelo disfrutar un poco
enfrentándome dialécticamente a esos
profesores que señalaba antes en las largas esperas a que los alumnos terminen
su examen. En esta ocasión solo he podido vivir dos. Una relacionada con un
profesor miembro del tribunal que al ver el contenido del
examen de matemáticas expresó su descontento (una vez más) con el bajísimo
nivel en esa materia con el que llegan ahora, y desde hace tiempo, los alumnos a la facultad. Ante
estos comentarios se puede reaccionar de muchas formas. Tengo la costumbre de
dar unos capotazos despistantes al principio para entrar con más contundencia después, así
que le hice ver que comprendía su desazón ante semejante situación que debe
vivir cada año en su facultad, haciéndole recordar después el “nivelazo” de matemáticas con el
que él entró a la universidad hace 30 años. A continuación hicimos juntos un
recuento de las asignaturas que “antes” recibíamos en nuestra formación
preuniversitaria, reconociendo las muchas carencias que se tenían entonces.
Reconocimos que nos faltaba aprender algo de manejo informático (no existían entonces
los ordenadores), de tecnología, o de un par de idiomas, por ejemplo, como sí se
hace ahora. A continuación hago una invitación a hacer ambos el examen actual de selectividad de todas las asignaturas, preguntando
si creen que los aprobarían, aunque ayudándoles moralmente un poco diciendo que
yo tampoco lo haría a pesar de estar impartiendo clases en esos niveles
académicos. Como la respuesta suele ser que ahora no se acuerdan de “esas cosas”
tan variadas (Lengua, Historia, Filosofía, Inglés y/u otro idioma, Biología,
Química, Matemáticas, Física, CTMA,…) y tengo comprobado que, poco a poco, reconducen su postura altiva e intolerante con
los niveles actuales viendo que a los 18 años una persona de ahora sabe
muchísimo más que las de “antes”, terminamos acordando que los conceptos de nivel académico y de formación
personal deben ser renovados de
inmediato.
Otra anécdota (y que tiene su gracia), se produjo cuando al vigilar
el examen de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente (CTMA) un profesor de
inglés, acompañante mío en las vigilancias, y que un poco antes había estado
comentando con un compañero de matemáticas de visita al tribunal la simpleza de los exámenes, me preguntó si
eso de las Ciencias de la Tierra era “lo que antes llamábamos Geografía”… ¡Tuve
que desconectar el piloto automático y aterrizar a mano!
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