¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

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jueves, 25 de septiembre de 2014

¡Al rescate!


     No es el primer caso que ocurre con los deportes de riesgo. Han ido un grupo de voluntarios aragoneses a  rescatar a un espeleólogo  español en Perú que ha sufrido un accidente en una cueva, a 400 metros de profundidad. Las autoridades peruanas o no se han enterado o no quieren gastar dinero en socorrer a una persona que se hiere en una aventura de puro placer. ¡Cómo son…! La verdad es que estos desgraciados acontecimientos llevan a la reflexión. La práctica de deportes de riesgo, de muy alto riesgo, debería estar regulada mejor. No basta con que los que los practican sean, como dicen en las crónicas periodísticas, “deportistas experimentados”, o que haya que rescatarlos (el Estado),  con dinero público,  de cualquier parte del mundo en la que se accidenten porque paguen  aquí sus seguros médicos deportivos.
     Muy a menudo estos arriesgados deportistas suelen ser de una casta de gente que se enorgullece de realizar actividades muy relacionadas con la naturaleza, y resultan ser el banderín de enganche y el paradigma del ecologismo actual. ¡Qué mejor y atrevida actividad que tirarse en parapente, hacer “puenting”, subir a las más altas cumbres,  o bajar a difíciles cavidades para explorarlas, vivir su aventura y, si puede ser, su dosis de exposición mediática! No son deportes baratos: no consiste en tener un equipo sencillo de ropa deportiva  y ponerte a correr por un parque…, no. Su ejercicio requiere de materiales de los más  modernos y especiales en cuanto a resistencia, peso y diseño tecnológico, lo que sugiere ya un precio desorbitado. No está al alcance de cualquiera que quiera practicarlo, desde luego. Por lo general, solo la gente de dinero puede hacerlo. Pero eso sí, son de una, dicen, conciencia  ecologista fuera de lo normal (aunque los hay que ni siquiera eso…). Intentan realizarse personalmente (comentan en privado…) a través de la puesta a prueba personal en su particular enfrentamiento a los riesgos que la naturaleza les ofrece, pensando así que la vencen, que pueden con ella, que una vez más el hombre demuestra que es capaz de domesticarla. Será por eso que ningún grupo ecologista conocido se posiciona en contra de estas aberraciones “deportivas”, ya que forman parte de una esencia naturalista, forrada, eso sí,  de una  parafernalia hiperdesarrollista,  aunque se oculte (viajes, materiales,…), que avergonzaría a cualquier persona que con humildad  vive en y de la naturaleza.

 

     Y lo peor no es que esta gente presente unas incoherencias cínicas en su actividad medioambiental, sino que mucha gente que ahora se tira de los pelos  y protesta por la ineficacia de los peruanos y las autoridades españolas al no acudir de inmediato a rescatar al pobre espeleólogo que se ha quedado, malherido, en una cueva del Perú, son los mismos que han criticado que se repatriaran rápidamente a los sacerdotes misioneros afectados de ébola en países africanos. Hay que ser coherentes, se sea ecologista o no se sea. Aunque lo de los misioneros también sugiere algún comentario.
     El rápido montaje (era urgente y necesario por cuestión médica) para traerse a un hospital de aquí a los  españoles infectados por el virus mortal, sacerdotes católicos ellos, y aunque no es comparable esta actividad con la  del espeleólogo herido, también resulta  chocante para mucha gente que lo está pasando muy mal aquí por cuestiones económicas. Chocante, y en algunos casos irritante, al poder comprobar que personas  que se van voluntariamente a países tercermundistas a tratar de ayudar  a personas enfermas, y que dicen que dejan todo aquí por ellos, no encuentren allí un refugio médico, a la vez que espiritual, entre los suyos. Suele oírse de sus bocas que con lo que se gasta el Estado (español u otros…) en cualquier maniobra militar, o en viajes de negocios con empresarios, se podría pagar el tratamiento de muchos infectados de ébola, malaria, tifus, etc., en esos países tan pobres. No les faltará razón, y seguro que se podría hacer mucho más.  Pero, sin embargo, no ponen reparo alguno a ser tratados como los jefes de estado  que ellos critican para ser recogidos, gratis, en un avión medicalizado y ser enviados y entregados  a la sanidad española para tratar sus dolencias. ¿Por qué no deciden quedarse allí para ser tratados como ellos hacen con sus pacientes indígenas?  Con todo mi respeto por la labor humanitaria que realiza esta gente,  el  irse de misionero a diez mil kilómetros de distancia, sabiendo que papá Estado los vigila, mantiene y rescata sin coste alguno para ellos o sus órdenes religiosas  si hay algún problema, devalúa, en mi opinión, ese acto heroico y entregado que tradicionalmente se dice que es el ser misionero.

 

     Deseo firmemente que se recupere del ébola el último misionero repatriado; y que el espeleólogo salga lo menos dolorido posible de la cueva en la que se ha metido, pero, por favor, en actividades humanitarias voluntarias por esos mundos  y en las de practicar deportes de riesgo inútil, dentro o fuera de nuestras fronteras, habrá que diseñar un protocolo (con condicionantes económicos incluidos, como  seguros obligatorios para circunstancias especiales, por ejemplo) para que todo el mundo sepa a lo que tiene derecho, o cuánto dinero te va a costar, si te pasa algo grave.

sábado, 10 de mayo de 2014

Educación y deporte de "élite".



     Les llaman "profesionales del deporte" o "deportistas de élite". Son gente que desde pequeños son animados a involucrarse más y más en actividades "deportivas" tan relajantes y sanas, aunque ridículas, como salto de altura, de vallas, o de longitud. Resulta muy difícil de creer que una persona intelectualmente normal, joven y sana se dedique ocho  horas al día, o más, a entrenar para ser los mejores de su pueblo, comunidad, país, continente, o planeta en una actividad de ese calibre. ¡Hay gente "pa tó"! como decía un famoso torero del pasado siglo, pero además es que no se oye ni una crítica en contra de estas vidas semiesclavas. Al contrario, hay que añadir a esto una marea humana detrás, animando, ensalzando y queriendo circo para divertirse. Porque eso es a lo que se asemejan, a  unos artistas circenses con musculitos.
 

     ¡Pobre gente!  ¿No se darán cuenta, ya de adultos, de que son utilizados por muchos que viven de ellos? ¿De verdad su interés en la vida puede ser el conseguir situarse como número 1 en esas especialidades atléticas? ¿A quién le importa que se salten  más de 4 metros de altura o casi 9 metros de longitud? ¿Qué se consigue personalmente con ello en una vida? No suele haber respuestas coherentes a estas respuestas. Yo cuando se las hago a los pocos alumnos míos que se dedican a estos menesteres suelen contestar un escueto y casi decepcionante "es que me gusta". Y no los sacas de ahí.
 

     Estamos habituados a ver las caras de fronterizos de muchos deportistas consagrados en la actualidad, aunque estén rodeados y cubiertos de oros, coches y otros lujos debido al dineral que ganan por hacer de algo tan bello como el deporte una competición desmedida  y una dedicación exclusiva en sus vidas. Y ese es el verdadero peligro. Miles de jovencitos adolescentes se emocionan al ver los destellos mediáticos de sus ídolos, por lo que quieren seguir sus pasos sacrificando sus vidas personales, muchas veces animados y empujados por sus familiares, sin darse cuenta que en realidad van encaminados  a una caída en picado, en especial  cuando  descubren,  más bien les dicen después de exprimirlos unos años, que "no sirven" para el deporte. Pero claro, el negocio está siempre por delante de las formaciones académicas de los chavales. Entrenadores entusiastas, clubs exclusivos, acciones sociales de cajas y bancos, y sobre todo, gigantescas empresas dedicadas a la venta de material deportivo no dejan de ser los encargados y los más interesados en manipular mentes para que se defienda, promocione y se extienda la "práctica deportiva" de competición, que es muy sano, dicen. Y en esto no hay orientaciones, recomendaciones, protestas de asociaciones ni acciones reivindicativas para liberar a la juventud de la adicción al éxito deportivo que muchos sufren en esta sociedad. Nada de nada. Todo parece estar bien.
 

     Lo que no dicen ni advierten a los que se inician es  del desmoronamiento personal  que muchísimos de estos incautos sufren, incluso en casos de relumbrón,cuando tienen que dejar de ser "saltimbanquis", por lesiones, por edad, por  forma física inadecuada, y tener que "retirarse" a hacer otras cosas. Pero, ¿qué cosas? ¡Si los pobres no saben hacer la O con un canuto! Entonces surgen los negocios sucios y fáciles,  las depresiones, los ingresos hospitalarios y el morbo mediático. Y en algunos casos se llega a la muerte prematura. Pero es igual, no pasa nada. Siempre hay gente de recambio…