¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

sábado, 22 de agosto de 2020

Los "años oscuros" que iluminaron Atapuerca.

 

Hombre de la Sima.


    Es muy posible que el término “años oscuros” lo hayan leído u oído muchos de los interesados por los fósiles hallados en Atapuerca. Su significado exacto nunca ha sido aclarado por los actuales codirectores del proyecto de investigación que allí se está desarrollando, pero en multitud de publicaciones, así como en algunas secciones del Museo de la Evolución Humana de Burgos, se sigue utilizando. Hay que ser poco inteligente como para no interpretar que ese término esconde una consideración despectiva respecto a esos “años”, que van desde 1978 hasta 1991, coincidiendo con los que la investigación fue dirigida por el profesor Emiliano Aguirre.

    Aunque procuro estar al día de los nuevos descubrimientos en el yacimiento, no sigo las muchas publicaciones de tipo divulgativo que se hacen del mismo. Sin embargo, este verano cayó en mis manos el libro de Olivier Hochadel titulado “El mito de Atapuerca. Orígenes, Ciencia, Divulgación”, de UAB Ediciones, del año 2013. Lo leí pensando que podría aportarme algún dato científico señalado que no conociera, aunque, por desgracia, me he encontrado solo con una buena recopilación y ensalzamiento de acontecimientos  protagonizados por los tres codirectores del proyecto de investigación,  Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Y poco más. Por supuesto el término “años oscuros” aparece en numerosas ocasiones, como dejando caer su cansina e innecesaria miguita de desprecio hacia lo hecho hasta 1991.


Sima de los Huesos.


    Por ello pretendo aquí hacer un pequeño repaso,  aunque incompleto, a lo mucho hecho durante esos años en Atapuerca de la mano de Emiliano Aguirre, intentando relacionar lo que entonces se hizo con lo que después se ha realizado sobre esa base. Si con ello consigo que alguien descubra que la investigación en Atapuerca no comenzó en 1991 ya habré conseguido algo.

    Los primeros pasos de la investigación dirigida por Emiliano Aguirre se dieron en 1978 durante una breve campaña de excavación en la Trinchera del Ferrocarril. Ese año solo se esbozaron las líneas de actuación a seguir  en el futuro, reconociendo, incluso bautizando, los principales yacimientos que hoy en día se conocen como Gran Dolina, Galería, Tres Simas, boca norte,Sima del Elefante y Covacha de los Zarpazos. Desde 1980 los trabajos de reconocimiento de esos sitios se intensificaron, empezando con el indispensable levantamiento de detalladas columnas estratigráficas de los rellenos sedimentarios de origen kárstico que allí afloraban. Ese trabajo, que ahora parece como si fuera algo asumido automáticamente por todos los que hablan de Atapuerca, fue realizado como base de mi tesis doctoral referente al estudio bioestratigráfico de los micromamíferos de los estratos de esos rellenos, con el lujoso apoyo de Emiliano Aguirre, y también de Rodolfo Gozalo, amigo mío, paleontólogo, y profesor de la Universidad de Valencia. El levantamiento de las columnas estratigráficas en rellenos kásticos no es fácil. Su tremenda complejidad radica, sobre todo, en lo confuso de los límites de niveles y subniveles, las interdigitaciones centimétricas de diferentes materiales, así como la detección de colapsos sedimentarios que han podido mezclar diferentes estratos, con la confusión consiguiente en la identificación de restos fósiles que podrían ser de diferentes edades. Pues bien, esa base estratigráfica, básica para poder trabajar en paleontología se hizo entonces y se sigue usando ahora. Es decir, cuando se hace ahora referencia al nivel TD6 en Gran Dolina, por citar solo un ejemplo, el nivel donde se dice que encontraron restos de Homo antecessor, se hizo usando la estratigrafía realizada y publicada por nosotros en uno de esos “años oscuros”.Pero no termina ahí la cosa.

    Muchos de los niveles diferenciados estaban plagados de fósiles, sobre todo de mamíferos. Su estudio requería de un muestreo preliminar exhaustivo en todos ellos para poder enmarcar y averiguar  qué tipo de asociaciones faunísticas  había, si era una o varias, si había interrupciones de registro señaladas, etc. La valiosísima información obtenida de ese estudio sentó las bases de lo que se conoce hoy como una sucesión de asociaciones faunísticas y paleoecosistemas cuaternarios continentales única en el planeta. Poco a poco, en los primeros años de trabajo, nos dimos cuenta también de algo muy importante, como que la tradicional comparación de nuestros fósiles con los de otros yacimientos europeos dejaba de tener sentido al ser Atapuerca el registro paleontológico con el que  irremediablemente tendrían que comparar y correlacionar sus yacimientos.

    Se establecieron, pues, las bases científicas de trabajo prehistórico en el que por primera vez en España la paleontología y la arqueología iban de la mano, a la par, con criterios comunes aplicados en el tratamiento de un macroyacimiento excepcional e irrepetible. Emiliano Aguirre se preocupó de formar un equipo interdisciplinar de verdad. Uno en el que la participación de renombrados especialistas extranjeros no fuera más que anecdótica, con el fin de relanzar la ciencia paleontológica española, a tenor de las grandes expectactivas y potencialidades del sitio, a los primeros puestos de la investigación internacional.

    No recuerdo ninguna intervención en el yacimiento en aquéllos años que no se hiciera bajo la supervisión de Aguirre, pero con el consenso de todos los que allí participábamos. Estuvimos haciendo ciencia en equipo. Aún recuerdo cuando en 1983 apareció en la excavación por primera vez Juan Luis Arsuaga y Emiliano Aguirre me encomendó que antes de nada le explicara la estratigrafía de Gran Dolina y Galería para que tuviera un marco de referencia estratigráfico donde ubicar los fósiles que se estaban sacando en las campañas. Todo lo extraído se debía referir a la unidad y nivel correspondiente. Y gracias a esa labor, se supo con exactitud cuál era la procedencia, y más tarde la edad, de los fósiles. Por eso, y pasándonos al presente, no se entiende que cuando se visita el yacimiento ahora, el guía te diga que en el relleno denominado Sima del Elefante, que no se excavó hasta bien entrados los años 90, un fragmento de mandíbula humana encontrado allí no se sepa a qué nivel pertenece.

Emiliano Aguirre excavando en Galería, en la
Trinchera del Ferrocarril de Atapuerca.

    En relación con la famosa Sima de los Huesos, en Cueva Mayor, lugar de acumulación de cientos de restos de preneandertales, pueden hacerse varias consideraciones. Resulta significativo que fuera el año 1992, el “año de los cráneos”, el que se obtuvieran de allí numerosos huesos de homínido, incluído el bien conservado cráneo del conocido “Miguelón”. ¿Por qué hasta esa fecha lo único que se sabía de la Sima eran los restos estudiados y publicados por Emiliano Aguirre y Trinidad de Torres en 1976?  Pues sencillamente por que mientras duró la dirección de Emiliano se hicieron los preparativos necesarios para la extracción de sedimento de la misma con total garantía. En primer lugar se discutió la necesidad de hacer una cata en el sedimento de relleno de la sima para saber su potencial estratigráfico y paleontológico. Las reticencias de los paleoantropólogos a  ello paralizó esta actuación, pues al parecer suponía un riesgo y “desperdicio” por y para el sedimento, supuestamente rico en fósiles humanos, e hicieron que se fuera postponiendo la decisión, lavando únicamente sedimento de los 25 cm superiores del relleno por considerarlo “revuelto” por expoliadores y buscadores de tesoros. Además, el traslado de ese sedimento superficial en mochilas hasta el portalón de entrada a Cueva Mayor suponía un penoso esfuerzo que tuvo que subsanarse con el estudio y final ejecución de un conducto vertical horadado en la roca caliza de la montaña,  desde el exterior hasta la denominada sala de los Cíclopes, justo por encima y en la vertical de la Sima de los Huesos. Con esta infraestructura la extracción de fósiles de la Sima se facilitó muchísimo, aunque no estuviera resuelta su ubicación exacta en ese relleno.

    Todo esto enlaza directamente con el “baile” de dataciones que se han venido sucediendo en los últimos años respecto a la “datación” de la Sima. Si se revisan las publicaciones referentes a esta cuestión, se deduce con facilidad que cada vez que se dan nuevos datos se aumenta casi milagrosamente la antigüedad de los restos. Se ha pasado de, aproximadamente, 350.000 años, a 400.000, y a  470.000. Pero, ¿qué se está datando? Fundamentalmente se toman muestras de las costras estalagmíticas calcáreas que cubren sedimentos en la Sima. Por técnicas radiocronológigas basadas en isótopos radioactivos del Calcio y del Torio se consiguen las fechas de la formación de las costras. Pero lo más sorprendente es ofrecer datos sucesivos en cuanto a edad de depósitos sin ofrecer el respaldo imprescindible de una columna estratigráfica a la que referirse. Simplemente, no se conoce la estratigrafía de la Sima de los Huesos. No se quiso entonces que se hiciera, por mucho que yo me empeñé. Y así hasta ahora. Con lo que los resultados de datación se deben corresponder con las cronologías ofrecidas por las costras  que recubren cada episodio de sedimentos arcillosos que contienen fósiles  humanos. Por tanto, los fósiles de la Sima de los Huesos pueden corresponderse  a diferentes  episodios de sedimentación, y  con gran intervalo temporal entre ellos. Creo que es un error considerar de modo general, como  perteneciente a un único registro, al llamado “Hombre de la Sima”. Si hubiera estratigrafía hecha allí, se podrían referenciar esos restos, sin duda, a las diferentes poblaciones de homínidos de la Sima, pues a cada episodio de sedimentación registrado se podrían atribuir diferentes restos y poblaciones.

    Por todo ello, y por concluir,  considerar como “años oscuros” los que precedieron a la codirección del triunvirato de Atapuerca resulta, al menos, obsceno. Todos y cada uno de los descubrimientos que desde 1991 hasta la fecha se han realizado en Atapuerca han podido realizarse gracias a una imprescindible preparación, diseño y correcta articulación de intervenciones geológicas y paleontológicas en unos rellenos kársticos únicos. El conocimiento geológico de esos rellenos, excepto en la Sima de los Huesos por los motivos antes apuntados, ha permitido conocer la sucesión de acontecimientos paleontológicos y paleoclimáticos acaecidos desde al menos un millón de años  en el continente. Por tanto, sin duda, esos “años oscuros” iluminaron Atapuerca.


Charla del autor en un instituto para explicar
 la Atapuerca de Emiliano Aguirre.

viernes, 24 de julio de 2020

Ecologismo en la pandemia.



     No se sabe nada de la presión mediática a la que estábamos acostumbrados por parte de los grupos ecologistas antes de la pandemia. Antes de marzo era raro el día en el que no se pudieran leer o ver artículos y documentales sobre los grandes males ambientales producidos por la humanidad, además de recomendaciones varias en relación al debido uso que se debe hacer de la naturaleza.

       Qué ha sido de ellos en estos meses es todo un enigma. Nadie sabe dónde se han metido. Si alguien lee ahora un periódico podrá comprobar lo que digo. Las múltiples denuncias por diversas agresiones al entorno y la consiguiente culpabilización al ser humano de todos y cada uno de los males medioambientales acaecidos en cualquier lugar del planeta ya no parecen ser considerados elementos  que les produzcan algún tipo de rentabilidad formativa de la sociedad, y que justifica su lucha.

   Al comienzo de la pandemia sí que se oyeron opiniones comparando las muertes producidas por el cambio climático con las del coronavirus. Los muy osados en hacer esas aseveraciones en esos trágicos momentos decían que el cambio climático producía muchas más, supongo que con la intención de despertar conciencias, claro. Y desde entonces, la verdad, es que se han eclipsado casi por completo, exceptuando al pintoresco colectivo “Almas Veganas”, el de los "pollos violadores" por si alguien no sabe quiénes son, que ha resoplado últimamente en protesta por la eliminación de miles de visones criados en una granja de Teruel al estar infectados unos cuantos del virus letal. Pero nada más. Ya no se sienten agredidos por el mal uso de casi todo lo que utilizamos en nuestro mundo occidental. Por ejemplo, recientemente se premiaba en un concurso fotográfico de imágenes relacionadas con la pandemia  la foto de un zaragozano que fotografió un balcón con multitud de bolsas de plástico puestas a secar después de su desinfección. ¿Quién nos lo iba a decir hace unos meses, eh? ¡Un premio a una foto cuyo protagonista es el plástico, nada menos! Supongo que se lo habrán pensado dos veces antes de hacer críticas,  pues seguro que en el tradicional mundo ecologista se habrán enterado, digo yo,  de que el plástico ha hecho por salvar vidas en estos tiempos de pandemia mucho más que la penicilina en su momento. Todos los materiales médicos que se han usado para proteger tanto al sanitario como al paciente están fabricados fundamentalmente con plástico, con lo que su uso se ha hecho indispensable. Pero bueno, aún así cabría esperar una mínima intervención o recomendación de esos grupos apuntando en la dirección del uso adecuado del plástico, sobre todo una vez empleado en la praxis sanitaria. No habría estado nada mal. Pero no, nada de nada. ¿Por qué no lo han hecho?


      O, ahora que estamos en verano, un toque de atención al personal cuando se ha sabido que las fábricas de piscinas familiares están desbordadas por  numerosos e incesantes pedidos. Al parecer muchísima gente que este año, por razones obvias, no pueden ir de vacaciones, han decidido ir a su pueblo y comprarse una piscina para aliviar sus calores. Las piscinas son de plástico, o de un sucedáneo, y hay que llenarlas con miles de litros de agua, lo que parece que tampoco les resulta al mundo ecologista  tan significativo como para alertar a la población de un buen uso y ahorro del líquido elemento. Nadie dice nada. Desde luego esto que a algunos les puede parecer incoherente no es nada nuevo, pues hace muchos años que hay gente muy "concienciada ecológicamente"  que disfruta en su segunda residencia de una espléndida piscina para sus fiestas veraniegas. Son los denominados “ecologistas con piscina” que son algo así como una versión refinada del ecologista tradicional y poco pudiente.

Fotografía premiada "La bolsa o la vida" del zaragozano Javier Burgueño,  en el concurso de PhotoEspaña 2020.

   Desde luego se echa de menos alguna intervención conservacionista en relación a la nueva actualidad. Por ejemplo, alguna consideración ecológica convincente respecto a lo acertado de la drástica disminución, como siempre han pretendido, de los miles de viajes aéreos, tanto de negocios como de vacaciones, que este año no se están haciendo, y que aunque eso haya supuesto la eliminación de miles y miles de puestos de trabajo en todo el mundo, ha generado una incuestionable mejora de la calidad del aire  de nuestros cielos. O que, en general, el consumo de todo tipo de bienes de consumo haya disminuido casi a cero será bien visto por muchos que, con razón, criticaron en su día a una sociedad hedonista, consumista y arrasadora de la naturaleza que necesitaba para vivir “bien” una serie de materiales y materias primas cuya obtención no hacía más que destrozar irreversiblemente el entorno natural. ¿Por qué no se le dice a la gente desde el mundo ecologista que esta disminución de consumo que tanto se pregonaba es buena para la madre naturaleza? ¿Así es como, según ellos, debemos seguir viviendo o hay alguna alternativa viable? Sería muy interesante que alguien dijera algo y escuchar sus argumentos al respecto.

      Por eso, la normalización de la vida social después de la primera ola del coronavirus  debería contar también con el apoyo eficaz y cómplice de los grupos ecologistas, si es que se comprueba que no se han autodisuelto, para que se actualice una presión mediática encaminada a la justa comprensión  del objetivo primordial del ecologismo de verdad, que es el conservar la naturaleza en el marco de un desarrollo sostenible para la humanidad. Naturalmente, eso requiere un necesario ajuste conceptual en relación al uso, si así lo exige el guión, de numerosos  materiales hasta ahora demonizados pero que hoy resultan imprescindibles para seguir vivos. Su uso no significa ni contempla, en absoluto, que se justifique una insolidaria relajación de costumbres bastante bien arraigadas hasta ahora en la sociedad occidental encaminadas a la Reducción, Reutilización y Reciclado de los mismos. Pero su discurso tiene y debe cambiar. A ver si despiertan y empezamos de nuevo, y mejor.

domingo, 5 de julio de 2020

Un SOS por Atapuerca




     Los yacimientos prehistóricos de Atapuerca vuelven a estar de actualidad. Y no precisamente por un importante nuevo hallazgo fósil o por algún otro acontecimiento paleontológico. Resulta alarmante la noticia aparecida recientemente en prensa. En ella se pone de manifiesto a través de dos investigadores en prehistoria y geología, relacionados con el Museo de la Evolución Humana de Burgos, de la larga espera de más de 20 años  (y al parecer todavía continúa)  para el depósito del material científico ya estudiado en el Museo de Burgos, que fuera extraído en su día de los yacimientos y  con el fin de poder disponer del mismo para la comparación y estudio por otros investigadores. https://www.eldiario.es/castilla-y-leon/investigadores-atapuerca-junta-castilla-leon_1_6050167.html

     Parece un tanto borroso el enfoque de esta noticia, o al menos parece un intento de denuncia de algo irregular que distorsiona  la hasta ahora imagen que en general se tiene de Atapuerca. Sobre todo estando acostumbrados a la casi machacona y estelar presencia mediática de los tres actuales codirectores del proyecto. Es habitual desde hace años ver en los medios a Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell  resaltar  la importancia de los hallazgos del yacimiento e intentar convencer de la  necesidad imperiosa de seguir invirtiendo económicamente para que la investigación continúe, o incluso dando su visión profética para la humanidad como en estos tiempos de pandemias.

Arsuaga, Carbonell y Bermúdez de Castro

     Aunque lo llamativo y chocante de esta noticia/denuncia no es de extrañar para muchos. En especial a algunos de los que formamos equipo investigador con el profesor Emiliano Aguirre entre 1980 y 1991, año de su jubilación, con el que se pusieron las bases sólidas de actuación en ese fantástico yacimiento, y en el que pude realizar mi tesis doctoral en bioestratigrafía de micromamíferos. El ser sustituida su dirección por la de los tres codirectores antes citados y el alejamiento de muchos de nosotros de allí, ha sido suficiente para ver desde la distancia cómo en nuestro querido Atapuerca se iban desarrollando trabajos que ni en sueños hubieran sido propiciados o avalados por Aguirre. En este mismo blog, en los últimos años, he publicado varias entradas en las que ponía de manifiesto mi opinión respecto a cómo se estaban haciendo allí las cosas. La datación de la Sima de los Huesos, por ejemplo,  que debería haber sido uno de los elementos punteros por ser el yacimiento de anteneandertales más importante del mundo del último medio millón de años de antigüedad, parece un embrollo de sucesivos y distintos datos que se han ido ofreciendo a la luz pública sin referencia estratigráfica en la que basarse. O la totalmente desconocida relación de los restos fósiles humanos con un determinado nivel o estrato del relleno kárstico de la Sima del Elefante, en la Trinchera del Ferrocarril (esto, incluso lo mencionan casi como una gracia los guías del yacimiento). O la poco clara asignación al nivel estratigráfico TD6 de Gran Dolina, también en la Trinchera (capillita incluida), de los restos de Homo antecessor,  en el que hay (o había) evidentes trazas de derrumbes o hundimientos de depósitos de niveles superiores, lo que puede cuestionar la localización exacta, en relación a su estrato, de unos restos humanos que les sirvieron para definir esa nueva especie de homínido, de entre 600 y 900 mil años, y que no demasiados especialistas en antropología la aceptan (por cuestiones puramente técnicas de tipo paleoantropológico) ni están dispuestos a incluir sin reparos en los esquemas filogenéticos para la evolución humana establecidos hasta la fecha.

     Pero aparte de la problemática planteada en los medios me resulta mucho más interesante poner de manifiesto que, como escribí en este mismo blog, Atapuerca es mucho más que hombres fósiles y su industria lítica asociada. Afortunadamente el inmenso registro paleontológico  de multitud de grupos de mamíferos del, al menos, último millón de años, está perfectamente referido a la distribución temporal y espacial de los estratos en los que se encontraron. Y ese dato de ubicación y distribución ha permitido descifrar cuál ha sido la sucesión de biomas en el tiempo, con las consiguientes implicaciones bioclimáticas y paleoecológicas y su posible aplicación en los estudios de los cambios climáticos, en cuanto a su origen y sus repercusiones. Por eso, Atapuerca ha sido, es y será el referente mundial para interpretar la evolución, no solo de humanos y otros organismos, sino de las variaciones a lo largo de decenas de miles de años de los “decorados ambientales” que han permitido a la humanidad llegar hasta el momento actual.

Emiliano Aguirre

     Se ha hecho mucho y queda mucho por hacer allí. La memoria del trabajo paleontológico realizado por Emiliano Aguirre en Atapuerca no puede emborronarse por actuaciones como las descritas últimamente en la prensa por el  aporte de varios investigadores hartos, seguramente,  de aguantar actuaciones o situaciones poco aceptables en quien se dedica a la ciencia y que deben generar repulsa. Esperemos que los próximos sustitutos de los actuales directores  estén a la altura de lo que un proyecto de investigación de la envergadura de Atapuerca se merece.

jueves, 30 de abril de 2020

Confinamiento productivo ecológico.




El cambio climático mata más que el coronavirus.


     Al principio del confinamiento por la pandemia actual nos cansamos de oír y leer las recomendaciones de  ilustres investigadores  de que el confinamiento debía y podía ser productivo. Que nada impedía que durante la temporada de reclusión en casa se hiciera el esfuerzo de seguir trabajando con interés y esfuerzo con el fin de que no fuesen unos días o meses perdidos. Ponían, recuerdo, ejemplos como la actividad en su reclusión como enfermos de Darwin o Newton, los cuales dieron a la sociedad mundial el fruto de sus estudios domésticos con los resultados  científicos que muchos conocen.

  Nada que objetar y la enhorabuena sincera a los investigadores  capaces de abstraerse en estos tiempos para dedicarse a producir su obra científica, literaria, o de otro tipo. Desde luego es para considerarles como unos héroes.

     Pero aún resultan más chocantes algunos de los artículos periodísticos que se publican estos días en relación con la importancia, positiva y negativa, que la pandemia genera en relación a temas ecológicos. Hasta hace unas semanas una de las grandes preocupaciones, que los medios decían de la sociedad actual, era la repercusión en el planeta del cambio climático y el comportamiento poco ecológico de muchos de sus habitantes. Se han llegado a publicar estando confinados  artículos con llamativos titulares  donde se afirma que el cambio climático mata más que el coronavirus (https://www.lavanguardia.com/natural/cambio-climatico/20200311/474086979261/el-cambio-climatico-es-mas-mortal-que-el-coronavirus-recuerda-y-destaca-la-onu.html). Y lo que parece un tanto “frívolo” e inmoral es el apresuramiento para colgar en redes sociales el artículo por parte de sesudos pensadores científicos, que parecen no entender nada del dolor humano. No se sabe muy bien para qué (no lo explican), pero es fácil adivinar que el objetivo de hacerlo no encaja muy bien con un comportamiento ético y moral medianamente aceptables. ¿De verdad alguien cree que se hace un favor a la causa ecologista y la concienciación medioambiental de la gente el decir eso tan poco empático con los que sufren en estos momentos?

  Otros titulares abundan en lo muy limpio que está quedando el aire con la bajada de contaminación atmosférica debido a la disminución brutal de emisión de gases procedentes del petróleo. Tienen razón, está quedando muy limpio, según indican los parámetros medidos. Pero, y en relación con la contaminación,  uno de los fundamentales pilares de la lucha ecologista de estos tiempos ha sido y es la reducción  de los plásticos y sus derivados. ¿Se puede pensar que el sistema sanitario, y toda nuestra vida moderna,  podría valerse, antes y ahora, sin el plástico? Se investiga, se descubren y aplican nuevos materiales sintéticos, pero prácticamente todo lo que se usa en medicina como instrumental necesario para salvar vidas está relacionado con, fundamentalmente, dos tipos de materiales. Por un lado,  varios metales que son  escasos o poco abundantes en la naturaleza, como por ejemplo el Titanio o la Plata y, por otro, el plástico, que como se sabe es un subproducto del petróleo. No seríamos nada sin él. Naturalmente la evidencia de uso masivo de plásticos en la vida, sobre todo, y proporcionalmente, en países desarrollados,  no disminuye lo muy importante que resulta fomentar en la sociedad una básica formación medioambiental  que permita realizar su buen uso, retirada eficaz, y reciclado total del material plástico después de utilizarse, y que evite contaminaciones ambientales de todo tipo. Pero hoy, más que nunca, nos resulta imprescindible en nuestra vida, y para preservarla eficazmente.

  Resulta significativo recordar las recomendaciones o exigencias de muchas agrupaciones ecologistas  en relación al uso, sobre todo el doméstico, del plástico. Sus exhortaciones a la reducción y sustitución del mismo por “otros” materiales resultan hoy en día casi grotescas si las extrapolamos a las necesidades sanitarias actuales. Podemos  poner ejemplos cotidianos de hoy,  además de los muchísimos que antes de la pandemia se podían poner, como bolsas de basura, guantes de los supermercados para la compra, viseras de protección, envasados de alimentos higienizados, etc. Y esto por no añadir respiradores, intubadoras, máscaras,  y multitud de otros elementos médicos tan necesarios ahora.

   Si nos fijamos bien, aparte de unos pocos artículos colaterales en prensa,  estas semanas de reclusión están yermas de las tradicionales apariciones o intervenciones ecologistas de los grupos más reivindicativos. Solo Greta Thumberg ha decidido publicar que está dispuesta a donar 100.000$ (para ser una adolescente tenía bien llena la hucha) para cuidar y paliar daños a los niños por el coronavirus. ¿Les dará apuro salir pletóricos de alegría por la recuperación ambiental del planeta debido a la pandemia teniendo en cuenta la sangría de vidas que estamos padeciendo? ¿O estarán preparando en su productivo confinamiento el manual ecologista para la “nueva normalidad” que se nos avecina? Espero y deseo que, aunque así sea, lo veamos.