El diseño de programaciones a comienzo de curso incluye
habitualmente una serie de actividades docentes de tipo extraescolar para el
alumnado de todos los cursos de secundaria. En el caso de los departamentos de
Ciencias Naturales de los centros, las
programaciones han de atender las necesidades educativas de los cuatro cursos
de la secundaria obligatoria (ESO) y de los dos cursos del bachillerato. En
muchas ocasiones se pretende dar un complemento educativo al alumnado. Esto se
refiere a que el desarrollo de unidades didácticas a lo largo del curso
necesita que se complemente, o en otros casos se aplique lo “aprendido” en el
aula o en el laboratorio, con actividades que se realicen fuera del centro. En
esa actividad se suele contemplar un amplio
barrido de elementos educacionales a adquirir fuera del tradicional esquema que supone la vida diaria
en el aula.
En Ciencias Naturales este objetivo suele ser de fácil
aplicación y obtención. No es difícil encontrar propuestas para estos
complementos educativos realizadas desde instituciones públicas o privadas,
como museos, instalaciones didácticas en centros de investigación, o recorridos naturales dirigidos por
especialistas, que facilitan nuestra labor en este sentido. Es habitual recibir
propaganda en los centros en los que se recomienda la visita a diferentes
lugares de interés científico, en el
ámbito de la naturaleza, donde poner en práctica lo ya visto teóricamente, y
completar una formación cada vez más exigente con los alumnos de hoy en día. También suele ser
habitual el diseño en los departamentos de concienzudas y completas excursiones a
lugares de especial interés natural del entorno. Es tan grande pues la oferta que resulta a veces muy difícil decidir a qué
actividad conviene ir o no, y cuál es la más recomendable o se adapta mejor a
los diferentes niveles educativos.
Aún así, la realización de actividades de este tipo en los
centros no siempre resulta sencilla. En numerosas ocasiones se tropieza con la
falta de coordinación por departamentos de las mismas (que en muchas ocasiones termina
siendo una simple ordenación temporal), lo que suscita más de una discrepancia entre las personas encargadas de
llevarlas a cabo, o de coordinarlas adecuadamente. Hay que poner entonces una solución
inmediata que debe contemplar varios criterios educativos importantes. El
principal, entre otros muchos, consiste
en acertar en la consideración respecto al grado de necesidad que una actividad
tiene para un nivel cualquiera: si es necesario y/o imprescindible el hacer la
actividad en concreto para uno o varios niveles; o si es posible aglutinar o hacer
coincidir en una sola salida las varias
previstas por diferentes departamentos; o si compensa hacer una salida del
centro en relación con las “horas perdidas” de otras asignaturas. El decidir
con criterio en este sentido es algo que debe hacerse colegiadamente, con
criterio serio, sentido común y
generosidad a comienzos de curso, que es cuando se proponen las actividades
departamentales a realizar en lugares externos al propio centro educativo. Una
vez aceptada esa propuesta ya solo queda lidiar con la multitud de
inconvenientes que seguro surgen durante
la organización concreta de una actividad: por ejemplo, la necesidad de cubrir
con su realización las necesidades educativas del alumnado en cada nivel;
considerar los problemas presupuestarios que cualquier acto de este tipo supone
hoy en día para muchos alumnos carentes de recursos; o el aprovechamiento y
rendimiento educativo de una actividad que puede llevar un día entero de
duración, o más, y que eso puede desarticular la aplicación temporal de los programas
docentes de otros departamentos. Es todo un reto.
La puesta en marcha de una actividad extraescolar hoy en día
no resulta fácil ni cómoda. Son muchos más los impedimentos que se encuentran a
diario que los beneficios y logros profesionales que supone el hacerlas. Y eso
sin contar con otros sorprendentes ajustes y encajes que se hacen necesarios en la dinámica
profesoral, como suelen ser algunas incomprensiones respecto a la utilidad
docente o importancia real que algunos otorgan a la realización de estas
actividades. Está claro que las clases directas en el aula, teóricas o
prácticas, con la dirección programada
del profesor, es una actividad docente
necesaria y muy útil para la formación del alumnado. Pero el conjunto de
beneficios que se obtiene al realizar una extraescolar, con su vertiente
socializante además de la estrictamente formacional, suele generar en el que la
vive un fuerte vínculo con la materia
tratada en la misma (siendo esto muy patente en el caso de las Ciencias
Naturales), y algo que no puede ni debe separarse del tradicional método docente. No se entiende hoy en día una
labor educacional en esta ciencia sin la
aplicación de un intenso abanico de actividades que conlleven el estudio,
contemplación, contacto, interrelación, y puesta en valor por experimentación
personal del alumnado, de actividades realizadas fuera del aula. No puede
educarse a nadie en ciencias de la naturaleza tan solo a través de imágenes
impresas o en una pantalla, o realizando unas simples prácticas de laboratorio.
El éxito educativo está en juego. La
visión que debe inculcarse de la naturaleza y su conservación a los alumnos
pasa por la contemplación en directo de fenómenos y elementos naturales relacionados
con disciplinas y especialidades propias de la biología y la geología. No puede
entenderse de otra manera salvo que retrocedamos unos cuantos decenios en
nuestra práctica profesional. De ahí su importancia y significado.
Es tan beneficiosa la realización de actividades extraescolares
de Ciencias Naturales en secundaria que participar en ellas suele repercutir muy positivamente en la consideración del
alumnado respecto a disciplinas en las que casi no se hacen. Materias
tradicionalmente impartidas por un método que se basa en la clase directa,
teórica, casi magistral, son mejor aceptadas y asumidas (sin casi resignación)
por un alumnado que invierte parte de su tiempo de formación al estudio y
visita programada de lugares de interés natural. No conozco ningún estudio
científico de rigor hecho al respecto, pero esta afirmación se basa en una
constatación personal hecha curso a curso durante muchos años de docencia
personal. Sería conveniente pues el
confiar más en la eficacia y la gran inversión educativa que supone la
realización de estas actividades docentes relacionadas con la naturaleza, que
permiten conocerla, respetarla, y vivirla en directo, sin la casi obligada intermediación
y sustitución en el método docente
aplicado de las nuevas tecnologías, tan
útiles para casi todo, pero que jamás
equivalen a una vivencia personal de contacto directo con lo natural.
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