Instrumento lítico de Atapuerca. |
Cada vez que hablo sobre Atapuerca compruebo el nivel general de conocimiento que se
tiene sobre ese yacimiento. Es difícil encontrar a alguien que no haya oído
hablar nunca sobre el sitio y los fósiles humanos que allí se han encontrado, e incluso es habitual que se conozca algún
chiste en relación con la antigüedad de algo haciendo referencia al famoso “hombre
de Atapuerca”. Pero eso es todo. Del “decorado” de vida que envolvió a nuestros antepasados o los
muchos descubrimientos respecto a la geología de los yacimientos de la sierra
burgalesa, las muchas y variadas asociaciones faunísticas que se han sucedido
en el último millón y medio de años, o los adelantos en cómo interpretar bien la
funcionalidad de los artefactos hechos por el hombre prehistórico, nada de
nada.
Y todo esto no deja de ser normal. Es consecuencia directa
de cómo se transmite la información científica a la población. La gente de la calle, por muy interesada que
esté en el tema, no dispone de los recursos suficientes para ilustrarse en la materia
convenientemente. Además de publicar multitud
de trabajos científicos (de interés para especialistas), se han hecho
reportajes televisivos, se escribieron varios libros de divulgación, e incluso
novelas con el tema principal en torno a los yacimientos de Atapuerca, pero no
es suficiente. No se pueden hacer largas pausas temporales sin mantener un
adecuado ritmo divulgador. Muchos siguen sin “conocer” que esa esencia
científica que representa el hallazgo en España de unos restos fósiles de
humanos tan antiguos debe ser debidamente enmarcada en los resultados ofrecidos
por disciplinas científicas muy distintas a la paleoantropología. La
información geológica, arqueológica y de otras ramas paleontológicas (en especial
de otros vertebrados), en relación con el
contexto de Atapuerca, tiene que estar presente ya en el conocimiento de base
de la población. Además, hoy en día es posible visitar turísticamente una buena parte
de los yacimientos de Atapuerca. El visitante, por lo general, termina una
visita sin sentir ni terminar de ver la importancia científica de lo que está
viendo: modelado kárstico, depósitos sedimentarios de cuevas, y registro estratigráfico con importante
registro fósil. Todo esto, debería ser transmitido como el fundamental y necesario
contexto de los fósiles humanos, claro está, pero sin restarle ni un ápice de importancia
al impresionante conjunto de datos científicos, de primer orden, que han
aportado a lo que se sabe hoy en día sobre Atapuerca. Esa visita suele
completarse con un paseo por las instalaciones del Museo de la Evolución Humana
de Burgos donde se supone que se ven restos fósiles y reconstrucciones
paleoecológicas del entorno de unos antepasados nuestros que vivieron hace varios centenares de miles de años. Este
museo, en el que la museística formal ha marcado un hito de modernidad en sus
instalaciones, destaca por una sorprendente escasez de contenidos fósiles
museables, siendo generoso en ilustraciones e interpretaciones paleobiológicas
y paleoecológicas. Aquí, quizás, sobra contexto y faltan fósiles.
Con lo expuesto anteriormente puede interpretarse fácilmente
que el público interesado tiene serios problemas para conseguir una buena
información general sobre Atapuerca, uno de los yacimientos más importantes del
mundo del Pleistoceno. Es necesario que se haga un esfuerzo mayor en conectar
los datos obtenidos en numerosos estudios de paleontología y arqueología de
Atapuerca con el público en general, y el estudioso e interesado en particular,
que es quien contribuye y costea desde hace muchos años el carísimo
mantenimiento de una infraestructura necesaria para la excavación del lugar, y
la labor científica de muchos investigadores dedicados a alguna de las
disciplinas y especialidades que en este yacimiento confluyen hacia un objetivo
común.
Atapuerca comenzó en la década de los 70 del siglo pasado
con el hallazgo de restos fósiles de hombre, y se lanzó al estrellato mediático
en la de los 90 con otro hombre más antiguo aún. Esos restos, y la infraestructura
básica del yacimiento, fueron
introducidos desde entonces, como ejemplo de investigación en Cuaternario, en casi todos los libros de texto
preuniversitarios de ciencias naturales, donde se pondera sobre todo la punta
del iceberg que supone haber encontrado aquí restos de hombre tan antiguos.
Pero, por ejemplo, la necesaria referencia
al contexto de las paleobiocenosis sucesivas
que se han estudiado, y la gran información paleoclimática deducida para más de
un millón de años, tan importante y tan en boga en estos últimos tiempos, queda
relegada en el mejor de los casos a una pincelada informativa, casi decorativa,
sin importancia, cuando es la esencia y la base, y da sentido, al gran proyecto
de investigación comenzado y dirigido durante muchos años por el profesor
Emiliano Aguirre.
Información paleontológica y paleoclimática deducida en los diferentes yacimientos de Atapuerca en relación con la fauna fósil y el estudio esporopolínico de sus sedimentos. |
Es tanta la información que se sabe ahora del último millón
y medio de años pleistoceno gracias a Atapuerca que la ciencia del Cuaternario
no ha sido la misma desde que se conocen con detalle los datos aportados desde
este macroyacimiento. Pero todo esto hay que seguir transmitiéndolo a la población,
y hacerlo bien. Y no solo con esporádicas apariciones en los medios
informativos con algún nuevo dato deslumbrante (o pretendiéndolo) de los
últimos resultados puntuales obtenidos en las campañas anuales de excavación,
sino ejerciendo un flujo constante de información divulgativa que constituya un
verdadero cuerpo doctrinario respecto a lo que se debe saber, en general, de
este gran yacimiento, y valorar su importancia en el conjunto de las investigaciones
mundiales cuaternarias.
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