Al profesorado preuniversitario le falta formación. Lo dice
el filósofo José Antonio Marina. Aunque en las muchas entrevistas que se le están
haciendo estos días en los medios no especifica claramente a qué se refiere con
eso de que falta formación.http://www.elperiodico.com/es/noticias/educacion/jose-antonio-marina-fracaso-escolar-mitad-presupuesto-libro-blanco-docente-4718111 Y puede ser verdad, o no, según qué casos, como en
todas las profesiones. Pero lo más importante para muchos docentes es la idea
que se transmite a la sociedad cuando se lee u oye un comentario así. Desde fuera uno
puede preguntarse entonces, ¿los profesores que dan clases a nuestros hijos no
saben de lo que explican?, ¿cómo es
posible que sepan tan poco como para que esto se diga en prensa y nadie haga
nada? Y tras el comentario/juicio sumarísimo la sentencia no se hace esperar: ¡deberían
echarlos a todos a la calle o hacerles pasar pruebas de conocimientos cada
cierto tiempo! Esto último es lo que
solapadamente se insinúa ya desde ciertos estamentos…
¿Se referirá quizás el filósofo Marina a los profesores de
la enseñanza privada, concertada o no, que ocupan sus puestos de trabajo por
puro enchufismo o tener el “perfil” adecuado y sin pasar ningún control social?
Porque los profesores de la enseñanza pública deben superar para ser
funcionarios una dura oposición de su
especialidad, es decir, son así evaluados y dados como aptos para la enseñanza después de acreditar estar en posesión de un
certificado de aptitud pedagógica que se consigue al realizar un máster de educación secundaria diseñado para tal fin
desde hace unos cuantos años.
¿Se referirá quizás el filósofo Marina a que a los docentes
les falta una “necesaria” y profunda preparación psicopedagógica? Pues puede
ser. ¿Esa de la que hacen gala desde unos utópicos y teóricos departamentos
universitarios de educación en donde jamás han visto de cerca a un alumno de
secundaria? Desde esos nidos de sabiduría educacional se retuercen a idea
conceptos tan sencillos y claros desde siempre como lo que es, o no, un “trabajo
en equipo”; se realizan difíciles transposiciones didácticas de ideas o
conocimientos; o se desarrollan protocolos
especiales para establecer “estrategias
de convivencia” entre los alumnos usando jergas repipis y confusas, y todo eso sin tener claro en qué consisten, faltaría
más, los tipos de conflictos que a diario se suscitan en un aula de secundaria,
pues los desconocen por completo. O como mucho, han oído hablar de ellos a través de los
medios o de algún colega "bien" informado creyendo que en los institutos se viven escenas con el alumnado más propias de una película de guerra. Está claro que la
realidad es otra.
Pero no hay que engañarse tanto. Los universitarios salidos
de nuestras universidades en los últimos treinta años han sido educados con unos sistemas educativos de los que se ha
echado pestes siempre. ¿Quién no ha oído la docta opinión de muchos profesores
universitarios y de un buen segmento poblacional respecto a lo mal preparados que llegan los
alumnos a la universidad? Esos sistemas
educativos han sido discutidos y puestos en cuestión hasta el aburrimiento. No
valían para nada, eran injustos, segregadores y no inclusivos, con itinerarios
disparatados, sesgados y parcos en información, con carencias tanto en
asignaturas de “letras” como de “ciencias”, con o sin educación para la
ciudadanía, con o sin comisiones de convivencia, con avances tecnológicos o sin
ellos…, pero ahí están los resultados, al final se produce el milagro y la
gente va con su título universitario
debajo del brazo. Y queda claro que lo que aprendieron en su vida estos alumnos
no lo hicieron solamente en la
universidad. Algo se hizo antes. Con pocos o ningún criterio psicopedagógico. Y
con profesores teóricamente poco y mal formados. Y eso, el prófugo de la tiza
Marina lo sabe muy bien.
Abordar el hecho educativo desde una perspectiva que
tenga en cuenta aspectos relacionados con la psicología y pedagogía es rentable
y necesario. Y así se acredita en las pruebas de oposiciones donde buena parte
de los componentes de los ejercicios incluyen conocimientos en estos temas. Y conozco
a multitud de profesores que han realizado adaptaciones personales y cursos
especializados con fondo psicopedagógico a lo largo de su vida profesional.
Pero esa formación no les ha permitido desarrollar con mejor calidad su
enseñanza cotidiana ni implica “saber enseñar” con la mera aplicación de esos
conocimientos. Para eso es necesario algo más que técnicas y principios
psicológicos. La conexión con el alumnado se realiza a través de una especial
empatía personal y el rezume en el aula de valores interiores que casi me
atrevería a decir que son de rango genético. No todo el mundo sirve para
ejercer la docencia. Eso no se aprende en ninguna escuela ni universidad. Se
pueden desarrollar hábitos de trabajo, actividades grupales o criterios de
incitación a la participación de los alumnos, pero la verdadera educación se
ejerce y consigue proyectándose desde dentro de la persona, dando lo mejor de uno mismo. Si a
esa faceta le añadimos un buen fondo cultural y académico de tu propia
especialidad, el éxito educativo es más que probable. Los fracasos educativos
que muchos se empeñan en remarcar no pueden ser atribuidos solo a la “mala”
preparación del profesorado. Hay muchas otras causas sociales que influyen en
la gran diversidad de resultados académicos según diferentes comunidades humanas y su extracción social. Y eso, el prófugo de la tiza Marina lo sabe,
también, muy bien.
No puedo estar más de acuerdo contigo... Como bien dices,los profesores tenéis algo q os hace empatizar con los alumnos (y tu eras uno de ellos), pero no todos.En mis años de estudio pasé por otros tantos q querían ser amigos (o enemigos otros) de los alumnos y q sin embargo no había quien aguantara una de sus clases. Bien porque eran demasiado "listos" como para rebajarse a hablar con menos tecnicismos o bien porque simplemente no tenían vocación de profesor. Y estos últimos, yo creo que por mucha psicología que hubiesen estudiado, no hubieran sido capaces de enseñar a sus alumnos como es debido.
ResponderEliminarPero no todos fueron malos,como ya he dicho. Otros, en el primer momento q entraban a clase y comenzaban a dar su asignatura, se veía q amaban lo q estaban impartiendo. Y así es difícil q un alumno no aprenda...
Lo que se hace con el corazón repercute y golpea afablemente en la mente del resto. Los mejores profesores que tuve fueron aquellos que enseñaban sin temario, sin reglas ni diccionario si no que se dejaban en cada explicación mucho de ellos mismos y nos hacian pensar más allá del vómito estricto y exacto.Apuesto por las clases peripateticas y participativas.un saludo
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