¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

jueves, 29 de marzo de 2012

Aragón en la cronoestratigrafía continental del Neógeno.

Hipparion

     La riqueza paleontológica de la provincia de Teruel es de sobra conocida, en especial por el registro de fósiles de mamíferos de la Era Terciaria, los cuales han sido descubiertos durante las últimas décadas  en numerosos yacimientos dispersos por toda su geografía, sobre todo en los niveles estratificados terciarios de las depresiones internas de la Cordillera Ibérica.

Mapa geológico de la Cordillera Ibérica.

     La Depresión Calatayud-Teruel-Ademuz, situada entre las ramas aragonesa y castellana de la Cordillera Ibérica, se divide en dos  segmentos diferenciados: Calatayud-Daroca, y Alfambra-Teruel-Ademuz. Aun siendo casi todo  su relleno sedimentario de edad terciaria, las facies y pisos estratigráficos en ellas representados no se distribuyen por igual. A grandes rasgos, los episodios correspondientes a la parte inicial y media del Mioceno son los que principalmente afloran en  el tramo Calatayud-Daroca, siendo los depósitos del Neógeno superior los que se representan en  el tramo Alfambra-Teruel-Ademuz.
Mapa de Aragón indicando las zonas donde
 se han definido los pisos aragoneses.

     Es en estos depósitos donde se han podido definir, especialmente en base a su gran contenido en micromamíferos, hasta cuatro pisos continentales que son recogidos en la Escala Estratigráfica Internacional y que llevan nombre aragonés: Rambliense, Aragoniense, Turoliense, y Alfambriense.

Distribución cronoestratigráfica de los pisos continentales del Neógeno.
 En negrita se señalan los pisos de toponimia aragonesa.
Los números indican, en millones de años, el inicio deducido para cada piso al que acompañan. Gráfico: E. Gil.

     Rambliense.
     Se define en 1987 por Daams et al en las secciones terciarias de los alrededores de Calamocha (Teruel), estando la sección tipo en el Arroyo del Ramblar, junto a Navarrete del Río, y se hace en función de la abundancia de algunos taxones de roedores. El límite inferior se determina por la aparición del género de roedor Ligerimys, siendo su límite superior el marcado por la aparición regular del cricétido Democricetodon. Así mismo, a mediados del Rambliense se detecta la primera aparición del macromamífero Anchitherium.
Anchitherium.

     Aragoniense.
    Aunque definido por Daams et al en 1977, con el estudio y definición del Rambliense (Damms et al, 1987) se redefinió en 1987 con otros criterios basándose en la presencia de los primeros micromamíferos cricétidos modernos. Su límite superior, que coincide con el inicio del Vallesiense, se define por la presencia de la primera aparición de Hipparion, un perisodáctilo de pequeño tamaño.
     La sección tipo del Aragoniense está en la Rambla de Vargas, junto a la localidad zaragozana de Villafeliche, en una sucesión de depósitos que se encuentran discordantes sobre materiales del Cámbrico.
Reconstrucción paleobiológica de Hipparion.

     Turoliense.
    Las asociaciones de macromamíferos de los alrededores de Teruel  sirvieron como base  para definir el Turoliense, siendo de referencia obligada en el contexto internacional  los yacimientos de El Arquillo y Los Mansuetos. Hasta el límite inferior del Turoliense llega la acrozona del múrido Parapodemus lugdunensis, en el que además de este roedor, entre otros, e Hipparion, encontramos jiráfidos y rinocerótidos, siendo de estos últimos el Alicornops el último rinoceronte gregario registrado. El Turoliense medio comprende la zona de otro múrido, como Parapodemus barbarae, además de Occitanomys adroveri, una de las especies dedicadas al hermano de La Salle, Rafael Adrover, muy conocido y querido en Teruel. Hiénidos, félidos, proboscídeos  y cérvidos completan, junto a Hipparion concudense del Cerro de la Garita de Concud, la fauna más significativa de este episodio medio del Turoliense. Las zonas del roedor  Stephanomys ramblensis comprenden la mayor parte del Turoliense superior. Además, varios tipos de carnívoros, como mustélidos y félidos caracterizan este periodo final, junto con tres especies de Hipparion, habiendo sustitución de especies de micromamíferos.
     En la cuenca Calatayud-Teruel el Turoliense se determina en depósitos fluviolacustres carbonatados, con pocos yacimientos de fósiles, mientras que en la Alfambra-Teruel-Ademuz, los sedimentos constan de carbonatos palustres, margas con materia orgánica y terrígenos aluviales.
     Alfambriense.
     Definido este piso por Moissenet et al en 1990, en relación con micromamíferos como especies de Ruscinomys  y varios roedores arvicólidos  como Dolomys adroveri y Mimomys vandermeuleni, ha permitido conocer también especies de macromamíferos como hiénidos, una especie grácil de perisodáctilo, como  Hipparion fissurae, y un rinoceronte de gran talla del género Stephanorhinus.
     En las dos zonas de la depresión ibérica se conocen depósitos del Alfambriense, aunque es en la zona de Orrios- Villalba Alta, al norte de la ciudad de Teruel, donde se manifiestan con mayores potencias sus secciones estratigráficas, lo que facilitó su estudio y definición de este piso en la zona.
Stephanorhinus
      Bibliografía citada:
Daams,R., Freudenthal, M. y Weerd, A. van der (1977): Aragonian, a new Stage for continental deposits of Miocene age. Newsl. Stratgr., 6 (1):42-55.
Daams,R., Freudenthal,M. y Alvarez Sierra, M.A. (1987): Ramblian, a new Stage for continental deposits of Early Miocene age. Geol. Mijnbow, 65: 297-308.
Moissenet,E., Lindsay,E., Mein, P., Opdyke, N, y Pérez González, A. (1990): The Alfambrian: a new continental stage for the Pliocene formations of Teruel Basin. Biostratigraphy, magnetostratigraphy, referenced sections. IX Congress R.C.M.N.S., Barcelona, Abstracts, 245-246.



lunes, 26 de marzo de 2012

Arcosur: el barrio zaragozano con campo de golf.

Estado actual del campo de golf de Arcosur (Zaragoza).
     

       El presente escrito es una breve "carta al director" enviada al periódico Heraldo de Aragón el 26 de marzo de 2012.

      Hace menos de un mes que los medios se han hecho eco de la construcción de un campo de golf en el nuevo barrio zaragozano, todavía en fase de  construcción, llamado Arcosur, donde se podrán alojar más de 12.000 familias. Este se sitúa al sur de la ciudad, en los terrenos baldíos que la rodean,  que ecológicamente corresponden con lo que se denomina una estepa. A todos los que he preguntado les ha extrañado la noticia y el que casi se haya ocultado a la población la construcción de un "precioso" (dicen algunos) campo de golf en un árido, reseco y machacado ecositema estepario.
     Nos hemos enterado rápidamente de las protestas ecologistas por el horrendo  e impactante hotel El Algarrobico en el Cabo de Gata de Almería, de las prospecciones de petróleo en Canarias y sus airadas manifestaciones, de las subidas y bajadas del nivel de los embalses con su actitud rebelde y contraria a hacer nuevas presas o ampliar los embalses  existentes, pero no nos enteramos (nadie nos dice nada) de la construcción de un campo de golf ciudadano en una estepa de Zaragoza. Es posible que muchos se pregunten  por la importancia que tiene eso, otros se alegrarán de que estemos a nivel murciano aquí en Aragón, y otros,  con gran conciencia ecologista de verdad, no sabrán dónde meterse.
    
      Mi crítica no es contra los constructores de un insostenible campo verde para que unos pocos (o muchos, me da lo mismo) jueguen a eso que llaman deporte de élite, que también, sino al mutismo aplastante de los siempre (hasta ahora) vigilantes del buen hacer medioambiental como son  los grupos ecologistas, tipo Greenpeace o Ecologistas en Acción, que, o no se han enterado de nada, que lo dudo, o se han callado por alguna razón inconfesable. Ahora bien, si a alguno de nosotros se nos ocurre pensar que esta gente ha recibido alguna compensación por callarse y no defender, por inconsistente, la  construcción del campo, es que somos…, pongan ustedes los calificativos. Porque ellos son ”los que saben”, “los que siempre tienen razón ecológica”, los “defensores de la naturaleza”, y los demás parece que debemos seguirles cual rebaño a su pastor, lo cual me niego en absoluto, por dignidad personal y por estar convencido de que a esta gente les falta un hervor conceptual potente. En fin, deprimente, decepcionante y avergonzante. Para ecologistas así (pseudoecologistas de salón y de todoterreno) prefiero unos buenos hiperdesarrollistas contra los que actuar y enfrentarme. ¿Con qué cara vamos a decirles ahora a murcianos, valencianos y otras gentes que  no pidan agua del Ebro para hacer sus campos de golf en sus secarrales, cuando aquí parece que no nos importa malgastarla? Estoy convencido de que a mucho ecologista de boquilla y algarada le falta coherencia y universidad,  además de que le sobra pancarta. Hay que soltar este lastre hipócrita de supuestos defensores de la naturaleza, y para eso hace falta formación, estudio y sentido común. Flaco favor le hacen al ecologismo estas cuadrillas.

Construcción de viviendas junto al campo de golf. Arcosur (Zaragoza).


Vista aérea de Arcosur en diciembre de 2011.






domingo, 25 de marzo de 2012

Recursos minerales en reserva: las ofitas de Villel (Teruel).

Ofitas de Villel (Teruel). Foto: E. Gil.

     Conocidas por muchos como “la roca del balasto” debido a la utilización de ese material para usos ferroviarios,  las ofitas  son, desde un punto de vista geológico,  unas rocas de naturaleza subvolcánica procedentes de  magmas que no alcanzaron totalmente la superficie, solidificando a escasa  profundidad. Tienen características intermedias entre las rocas plutónicas y volcánicas, por lo que corresponden a un grupo petrográfico especial. Suelen aparecer encajadas, sobre todo,  en rocas sedimentarias, aunque también se han localizado en metamórficas e ígneas.
Situación geográfica de Villel en Aragón.
     Las ofitas son rocas máficas, de composición basáltica, y están compuestas principalmente de minerales silicatados denominados piroxenos y plagioclasas, con algo de feldespato potásico, olivino, cuarzo o feldespatoides. La forma de disponerse sus componentes minerales, es decir, su textura, se denomina ofítica, y consiste en presentar un armazón de cristales de piroxenos que incluyen cristales tabulares desorientados de plagioclasas.
     La mayoría de los afloramientos de ofitas peninsulares están relacionados con los yesos y margas yesíferas del Triásico superior, que caracterizan la facies Keuper, habitualmente muy deformados tectónicamente. Estos yesos han contribuido a la formación de las rocas ofitas, pues los fluidos magmáticos, al ascender a través de la corteza terrestre por grietas y fisuras, se han “contaminado” en su composición con estos materiales encajantes del Keuper, lo que facilitó la solidificación de la roca adquiriendo su mineralogía y su típica textura ofítica.
Vista al microscopio petrográfico de una ofita.
Muestra de las ofitas de Villel.
     Se tiene perfectamente controlada la distribución peninsular de las ofitas aflorantes, siempre relacionadas con un vulcanismo finitriásico y jurásico, siendo muy abundantes  los puntos cartografiados y registrados geológicamente. En la zona sur de la Cordillera Ibérica son bastantes los puntos de afloramiento, en especial en la provincia de Teruel, en concreto en  áreas cercanas a la Sierra del Javalambre, así como en zonas  de esta cordillera de las provincias de Valencia y Castellón.
Vista desde la vega del río Turia de las Ofitas de Villel: elevación montañosa, a la izquierda de la foto. Foto: E.Gil.
Cantera de extracción de ofitas junto a  Villel en la cima del monte.
     Las ofitas de Villel, al sur de Teruel, se encuentran en la misma zona de acumulación de yacimientos del sur de la ibérica, aunque por su fácil acceso, junto a la carretera nacional N -330, su detección y visita se hace muy accesible. Durante décadas estos materiales fueron explotados para obras públicas, desestimando su extracción desde hace varios años. Este recurso mineral (más bien petrológico), muy valorado antaño, debe considerarse en función de la importancia social y económica que presenta, ya que la potencial reserva de un material extraordinariamente valioso en la realización de trazados ferroviarios, elaboración de asfaltos para carretera y otros  usos en infraestructuras de carácter público, hacen  del mismo un punto de interés geológico de primer grado en cuanto al autoabastecimiento de los necesarios recursos naturales.
Vista aérea procedente de Google Earth de las ofitas de Villel.
Cantera de Ofitas. Villel (Teruel).

miércoles, 21 de marzo de 2012

Espacios naturales protegidos en Aragón.

Grullas en la Laguna de Gallocanta (Teruel).

     Los espacios naturales de Aragón son muy variados. La diversidad climática, litológica y orográfica da lugar a una gran variedad de hábitats, de los que más del 65% de los españoles se representan en tierras aragonesas. Estos pueden agruparse en dos regiones biogeográficas:

Región biogeográfica eurosiberiana.

     Se extiende por el Pirineo Axial, las Sierras Interiores Pirenaicas, y la vertiente septentrional de la Sierra de Guara. Sus condiciones térmicas son bajas, siendo la media anual entre 3 y 10ºC, y elevadas precipitaciones, entre 800 y 1800 m3 anuales.  En esta región aparecen dos pisos bioclimáticos: piso alpino, con glaciares, lagos y pastizales; y piso montano, con importante desarrollo de masas forestales.

Región mediterránea.

     Ocupa casi el 93% de la superficie aragonesa, con gran diversidad climática, y se distribuye en cuatro pisos en orden altitudinal creciente. Piso  eumediterráneo, en el Bajo Aragón, con especies propias del  levante como consecuencia de la influencia del mar. El mesomediterráneo,  que ocupa la Depresión del Ebro hasta los 800 m de altura, con estepas que soportan condiciones térmicas extremas. Más de la mitad de los ambientes gipsófilos de Europa se encuentran en Aragón, destacando los Montes de Alfajarín, Monegros, o las estepas de Belchite. Piso supramediterráneo, con extensos bosques de coníferas y quercíneas, se desarrolla en el Prepirineo y Cordillera Ibérica. Y el piso oromediterráneo, que aparece por encima de los 1500 m, en la Cordillera Ibérica, Moncayo, Montes Universales, Gúdar y Javalambre, con desarrollo de importantes masas forestales.

Los espacios protegidos.

     Alrededor de un 30% del territorio aragonés está protegido de algún modo, de tal forma que de los hábitats definidos a través de la normativa europea en Aragón, 8 de ellos  están en la región eurosiberiana, y 35 en la mediterránea, siendo los 33 restantes relativos a ambas regiones.

      La Red Natural de Aragón incluye los Parques Naturales de Guara, Posets-Maladeta, Moncayo y Valles Occidentales. Reservas Naturales en Los Galachos, Salada de Chiprana y Laguna de Gallocanta. Paisajes protegidos, como los de los Pinares del Rodeno y San Juan de la Peña y Monte Oroel. Monumentos Naturales en los Glaciares Pirenaicos, Grutas de Molinos y Puente de la Fonseca. Y Reservas de la Biosfera en el Parque Nacional de Ordesa  y Monte Perdido.




lunes, 19 de marzo de 2012

Enseñar ecología para convivir.


     Hoy en día es una dura tarea. No se trata únicamente de transmitir la serie de conocimientos y conceptos de corte ecológico que vienen en los libros de texto. De ser así, sería fácil, aunque poco atractivo y convincente. La principal labor, a modo de hándicap,  se basa en un “desbroce” preliminar de las muchísimas y televisivas   ideas pseudoecológicas con que el alumnado llega a los centros educativos. No todo el profesorado tiene un alto nivel de preparación en temas ecológicos, y  muchos de ellos, aunque lo tengan y  no acaben de “mojarse” a la hora de impartir estos delicados y comprometidos  temas, son quienes  a continuación empiezan el verdadero proceso de formación y concienciación ecológica del alumnado, que en muchas ocasiones es decisivo en la toma de posiciones y en el auténtico desarrollo de valores y criterios firmes en cuanto a la consideración  y respeto a nuestro entorno natural.
     Es enorme la cantidad de contenidos ecológicos y  medioambientales con los que nos enfrentamos los docentes en los  cursos de ESO  y Bachillerato, aunque esto no es así  en todos los itinerarios académicos,  por lo que puede haber, y de hecho los hay, numerosos alumnos que salen de los centros de enseñanza preuniversitaria sin un mínimo de contenidos referentes al medio ambiente y su conservación. Por tanto, y teniendo en cuenta que en la mayoría de las titulaciones  universitarias no se imparten contenidos medioambientales, es difícil, por no decir casi imposible, encontrar entre el colectivo de gente joven  a alguien que realmente sepa, por haberlos estudiado, contenidos e ideas relacionadas con la ecología y el medio ambiente.
     Pero aun con los alumnos que cursan asignaturas relacionadas con la ecología no es fácil el enseñar. Después del ya citado desbroce preliminar el reto educativo se manifiesta de varias formas distintas entre los alumnos. La mayoría de ellos suelen conformarse y aceptar las indicaciones e instrucciones del profesorado, descubriendo a través suyo infinidad de datos  que no encajan realmente en las ideas preconcebidas que  tenían en relación con la conservación de la naturaleza. En primer lugar descubren, y esa es su primera sorpresa,  que el saber conceptos de ecología y de  estructuras medioambientales no implica  actuar, comportarse y pensar colectivamente de manera semejante a los famosos grupos ecologistas que nos rodean. El conservacionismo a ultranza que esos grupos predican, pues suelen vivir como la mayoría, suele resultarles al poco tiempo incómodo y decepcionante cuando se ilustran sobre temas medioambientales, por lo que comienzan a suponer  que muchos de los integrantes de esos grupos los  suelen desconocer.
      Y para conseguir estos descubrimientos es necesario exponer ejemplos que les iluminen el camino del razonamiento libre, pero basado en el conocimiento científico. Uno de los acontecimientos de alarma medioambiental más importantes que en los últimos meses están ocurriendo en nuestro país es el de la sequía. Cuando se comenta en clase este problema y dedicamos unos minutos a su discusión y debate se obtienen respuestas del alumnado que pueden hacer enrojecer  a más de un “ecologista” tradicional. Sobre todo por tener cubiertas  las necesidades hídricas  en este mundo moderno nuestro y  no tener todavía resueltos los problemas estructurales que ello conlleva. La  regulación de cursos fluviales a través de embalses, tal y como se viene haciendo a gran escala  desde hace más de un siglo, es la forma de abastecimiento principal de nuestros núcleos urbanos, rurales y ciudadanos, con el consiguiente  y reconocido deterioro medioambiental que supone la construcción y puesta en funcionamiento de uno de ellos. Desconozco otras soluciones para la recogida de aguas y posterior servicio al ciudadano, tanto en épocas de sequía o no, y desde luego sería necesario perfilar las actuaciones de la administración en cuanto a una mejora en la distribución y  gestión del agua. Pero el bochorno se manifiesta cuando ves a integrantes de esos  supuestos grupos ecologistas defender ante las confederaciones hidrográficas la no ampliación de embalses y la no construcción de otros, proponiendo como alternativa la construcción de “balsas laterales” como solución. ¿De verdad esta gente sabe lo que dice? ¿A éstos hay que atender y seguir en sus indicaciones conservacionistas? Desde mi humilde opinión, denotan no tener el adecuado nivel de conocimientos ecológicos básicos,  queriendo manifestar unas ideas situadas totalmente al margen de las necesidades humanas actuales. Su actitud resulta para  muchos incomprensible. Pues bien, estas ideas e incomprensiones, que se someten a debate en las clases de ecología y medio ambiente, surgen espontáneamente entre muchos alumnos que aplican criterios y conocimientos ecológicos, siendo a la vez cercanos a las necesidades de la naturaleza, entendiendo como tal al sistema que engloba también al ser humano. Por supuesto que sería muy fácil adherirse incondicionalmente a esas manifestaciones ultraconservacionistas y animar al alumnado a no ceder y oponerse  ante el avance de las fuerzas destructoras de la naturaleza que la administración parece que  tiene, pero, claro está, sin dejar de usar, ¿verdad? el suministro de agua que llega a nuestros cómodos e hiperdesarrollistas domicilios, incluso los de nuestros vecinos “ecologistas”. ¿Pero, sería eso enseñar? ¿Qué alternativas se ofrecen?
     Otro buen ejemplo muy utilizable en las discusiones docentes y que estos días estamos contemplando es, a mi juicio,  el espectáculo que está dando el Gobierno de Canarias  junto a la organización ecologista  Greenpeace, intentando paralizar las prospecciones y futuras extracciones de petróleo en zonas cercanas a las costas de las islas. Dicen querer defender el turismo del archipiélago que, al parecer, desestimará el viajar hasta allí al ver esas horrorosas instalaciones que son las plataformas petroleras a escasos kilómetros de la costa, además de estropear las biocenosis marinas. Está claro que lo que proponen y quieren es que los turistas vayan hasta allí en medios de transporte (barco o avión) que consigan carburante a partir de petróleos sacados en otros sitios del planeta. Si no es así, ¿cómo van a Canarias? ¿Ignorancia, hipocresía,…? Es difícil contestar sin agredir dialécticamente, pero está Greenpeace en el asunto, con lo que está asegurada la influencia mediática de estos “sabios” que dicen actuar a favor de la naturaleza.
     El hiperdesarrollismo  a ultranza va a lo que va. No nos cabe la menor duda, pues lo estamos sufriendo desde hace mucho tiempo. Pero si quienes habitualmente denuncian y desean contrarrestar sus excesos son capaces de protestar insistentemente por una actuación arrasadora de la naturaleza y, sin moverse ni un metro, simplemente girando 180º sobre sus pies, pasan de ver la estructura inacabada del hotel  El Algarrobico de Almería, junto a la orilla del mar en el Parque Natural del Cabo de Gata:  horrorosa estructura, impacto visual claro y meridiano, con sentencias incumplidas de derribo,  a ver los miles y miles de metros cuadrados de invernaderos de plástico donde se cultiva casi todo lo vegetal que come el pueblo alemán, y no se dice nada de nada, no se protesta, se calla e incluso se enaltece, se pasa por alto el impresionante impacto ecológico visual que ello supone, y en definitiva, se engaña y manipula a la gente, no creo que sea la  mejor referencia  docente de actitud ecológica para proponer como ejemplo a seguir  o enseñar al alumnado, ni por coherencia de actuación, ni por que demuestren con eso que  sean gente de fiar, creíbles, y dignos de nuestra confianza. ¿Esos son  verdaderos ecologistas? A muchos no nos representan en ecologismo. Pero ahí están, marcando la pauta a la gente.
     El enseñar ecología debe, por tanto, desarrollar un espíritu de convivencia crítico respecto a actuaciones hiperdesarrollistas  y utraconservadoras, por lo que convencer de que el desarrollo sostenible es la postura razonable, coherente y comprensiva, aunque combativa,  con los excesos de ambos lados es el principal objetivo. Debe fomentar una conciencia ecológica basada en criterios científicos que sea contundente con los desmanes desarrollistas e  irrespetuosos y con las incoherentes  y tajantes posturas ultraconservadoras.  Es difícil, repito, pero debe intentarse, y en muchos casos se consigue aun corriendo el riesgo de no gustarles a  alumnos que ideológicamente se asientan en los extremos. Es cuestión de insistir.  Sin duda  eso nos genera más entusiasmo aún para dedicarnos por entero y  avanzar firmes en la enseñanza responsable de la ecología.

viernes, 16 de marzo de 2012

Nuevas especies de roedores fósiles en Atapuerca.

Roedor actual.

     Muy a menudo nos encontramos con noticias referentes al hallazgo y definición de nuevas especies de organismos. Las más llamativas y conocidas suelen ser de dinosaurios  o de homínidos, pues son los grupos  de mayor repercusión mediática. Sin embargo, y aunque no aparezcan en los medios de comunicación, muchas  especies de otros   grupos de seres vivos, tan importantes como los antes citados y que vivieron en épocas pasadas de la historia de la Tierra, se descubren también para la ciencia a medida que  se avanza en el estudio del registro fósil.
     Hace unos años, en 1996 y 1997, publiqué varias  especies de micromamíferos, en concreto roedores, que había descubierto, descrito y estudiado durante la  realización de mi tesis doctoral en Atapuerca entre 1984 y 1987. Se trata de las especies Microtus lignani, dedicada al ponente de mi tesis en la Universidad de Zaragoza, el catedrático de paleontología D. Eladio Liñán; Terricola seseae, a la directora de la tesis e investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas  (CSIC),  Dª Carmen Sesé; y  Terricola  atapuerquensis, dedicada al yacimiento de Atapuerca, de donde proceden. Y aunque estos datos no son novedosos para la ciencia creo interesante hacer aquí una pequeña reseña divulgativa  respecto al cómo se realiza su estudio y el  método que se aplica en el descubrimiento y definición  de unas especies nuevas, en este caso de roedores, que se han conservado en el registro fósil de los yacimientos de Atapuerca, donde vivieron hace varias centenas de miles de años.

 
Vista oclusal de las piezas dentarias de una especie de Arvicola (rata de agua) de Atapuerca.
El M1 inferior es la pieza clave para la clasificación.
Estructura dentaria general, y fórmula dentaria, de los roedores. Observar el gran disatema entre incisivos y molares.

     El estudio de los fósiles de mamíferos, en general, se basa en el estudio detallado de los restos fosilizables de los mismos, que es el conjunto de huesos de su esqueleto. De éste, la pieza fundamental para determinar a qué grupo de organismo pertenecen es el cráneo, sin descartar el esqueleto postcraneal, que es determinante también para la clasificación de ciertos grupos. En lo que respecta a los roedores, considerados en su conjunto como micromamíferos aunque algunos de ellos sean de mayor tamaño que otros macromamíferos, los elementos clave para clasificar son las piezas dentarias de los mismos, pues es allí donde se registran las variaciones morfológicas y biométricas que reflejan los grados de evolución y parentesco entre diferentes taxones fósiles, pudiendo así asignar especie a los restos fósiles en relación con esos criterios.

      Esas tres nuevas especies de roedor de Atapuerca pertenecen a la familia Cricetidae, subfamilia Arvicolinae. Los arvicólidos presentan un tipo de dentición un tanto especial. Además de compartir con el resto de los mamíferos myomorfos el poseer un grandiastema entre los incisivos y los molares, estas últimas piezas dentarias, el primer molar (M1), el segundo (M2) y el tercero (M3), tanto superiores como inferiores, se caracterizan por ser arrizodontos e hipsodontos, es decir, sin raíces y de corona alta, y con crecimiento continuo, lo que favorece el necesario desgate en relación con su régimen alimenticio herbívoro. La corona del diente, parte aérea del diente, presenta una forma conocida como de “árbol de navidad”, visto el diente en superficie oclusal, es decir, desde arriba, por donde muerde el animal, por estar constituida por unos pliegues del esmalte de forma triangular que engloban su relleno de dentina o marfil, y protegidos exteriormente casi siempre por finas capas de cemento dentario. Las muchas variaciones que pueden presentar esos pliegues, la profundidad de los ángulos entrantes y salientes, su confluencia o no de esos triángulos, junto a las medidas que en ellos pueden tomarse de sus estructuras, permiten muchas veces determinar a qué género y especie pertenecen esos restos fósiles. Hay que señalar queúnicamente es el M1 inferior, el primer molar de la mandíbula, el que sirve para clasificar, siendo el resto de las piezas molares desechadas para tal objetivo, excepto el M3 superior de algunas especies, como el de Microtus brecciensis que también es usado para la sistemática. Cuando las formas detectadas y los parámetros e índices medidos en ellos se asemejan y coinciden con las formas anteriormente descritas por la ciencia, la clasificación de los restos se adapta a esa nomenclatura científica, adjudicándoles los nombres de las especies que se conocían hasta el momento. En caso contrario, si las formas y biometría están lejos de parecerse a las especies descritas es posible que se esté ante ejemplares que correspondan a un nuevo taxón, como fue el caso de las especies de Atapuerca. Por supuesto estas determinaciones sistemáticas se realizan haciendo estudios poblacionales, es decir, considerando la similitud de morfologías y metrías dentarias en un número importante y con significado estadístico, si se puede, de ejemplares de esas características comunes, con el fin de realizar una asignación taxonómica dotada de rigor científico.
     Las superficies oclusales, o superiores, de los primeros molares inferiores de esas nuevas especies de Atapuerca son las que siguen, reflejando en negro el esmalte dentario, en blanco la dentina, y la superficie punteada el cemento:
M1 inferior de Terricola atapuerquensis Gil, 1996.
 Obsérvese la confluencia entre los triángulos T4 y T5, característica propia de Terricola.
Ápice labial marcado.


M1 inferior de Terricola seseae Gil, 1997.
Obsérvese la confluencia entre los triángulos T4 y T5, carácter propio de Terricola.


M1 inferior de  Microtus lignani Gil, 1997.
Obsérvese la alternancia entre los triángulos T4 y T5 en Microtus.

    
Trinchera del Ferrocarril de Atapuerca.  Corte de Cueva de los Zarpazos, Galería, y Boca Norte.
En rojo aparecen marcados los niveles estratigráficos con Terricola atapuerquensis Gil, 1996.

Relleno de Gran Dolina, tramo basal.
 En negro los niveles donde aparecen las especies Microtus lignani y Terricola seseae, Gil, 1997.

Gran Dolina, tramo superior.
 En rojo el nivel (TD10) donde aparece la especie Terricola atapuerquensis Gil, 1996.
    
Mandíbula de microtino del nivel TG11 de Galería,  Atapuerca.

      Las especies Microtus lignani y Terricola seseae se registran en niveles del relleno de Gran Dolina (TD4 y TD5), en su tramo basal, lo que les confiere una gran antigüedad según los datos obtenidos técnicamente para esos niveles, superando con toda seguridad el millón de años, mientras que Terricola atapuerquensis, aparece en niveles de una edad comprendida entre hace 300.000 y 120.000 años (TG19, TG11, TN4,TN5, TN6, y TD10).

sábado, 10 de marzo de 2012

Ecologistas en crisis.


     Casi nadie cree ya en ellos. La gente está  muy harta de oír y ver actuaciones de grupos de ecologistas que se pueden considerar como extravagantes o exageradas. Todos sabemos poner algún ejemplo en el que hemos sido  “condescendientes” conceptualmente con ellas o nos hemos callado por no herir o descalificar globalmente a esos colectivos y, sobre todo, por aparentar ser políticamente correctos. Lo que más se ha llevado, lo más “in” en ecologismo o pseudoecologismo,  es el demostrar tener y practicar un desbordante amor por la naturaleza además de un respeto total y absoluto hacia todo lo que esté vivo en este mundo (excepto los humanos) y  el paisaje que le rodee. Pero en nuestro fuero interno sabemos que no todo es así.
      Se nos pide demasiado compromiso de actuación ecológica por su parte, o se quiere que traguemos con todas sus consignas, de lo contrario se nos tacha de intolerantes, ignorantes, destructores, retrógrados,  o “fachas”, que también les gusta mucho. Si se está de acuerdo con hacer navegable el Ebro a su paso por Zaragoza (que por cierto, pienso no hacía ni la menor falta) es que no eres respetuoso con el ecosistema fluvial  (si se hacen abundantes puentes sí, claro), aunque este punto estuviera incluido en los programas electorales de partidos supuestamente progresistas; si dices que los parques de la ciudad no deben ser diseñados con enormes extensiones de césped, muchos ni se enteran del porqué, pero otros te tildan de “poco moderno e intolerante”; si dices que la energía eólica es limpia, buena  y eficaz para la pureza ambiental de nuestro entorno,  dicen  los grupos ecologistas que no, ya que algunos pájaros mueren por no ver sus aspas al rotar y que las ovejas se vuelven “modorras” al pastar en  la base de los aerogeneradores; si criticas que muchos grupos de gente joven “concienciada con el ecologismo”, muchos de ellos con insignias de Greenpeace o Ecologistas en Acción,  dejan tu parque más cercano lleno de basura un fin de semana, te tildan de inmediato de reaccionario, o algo peor;  si les dices en una discusión que si no quieren energía hidroeléctrica (por la necesaria construcción de embalses) ni eólica, para abastecerse, tendrán que abrir más centrales nucleares o irse a vivir a una cueva, te “clasifican” como adepto a lo nuclear  y te dicen que así les hemos dejado el mundo la gente como yo.  Pero ¿cómo es posible? ¡si todos ellos son vecinos míos! Viven como yo, con el mismo ascensor, el mismo coche, o parecido, la misma calefacción, agua caliente, tostadora, microondas, lavadora, lavavajillas, frigorífico, secador de pelo... Son hijos de padres que quisimos lo mejor para ellos en unos tiempos en los que se empezaban a ver los adelantos de la televisión en los escaparates más cercanos, y además podíamos adquirirlos a precios asequibles con nuestros sueldos y ahorros. Quisimos vivir mejor y, desde luego, todo hay que decirlo, durante esa época se destrozó mucho, demasiado, y con pocos miramientos ambientales, sobre todo por desconocimiento. Después, en las últimas décadas, y con la modernización de los planes de estudio, por fin  llegaron los nuevos conceptos  sobre ciencias de la tierra y  medioambientalismo con los que aprendimos que todo no valía, que era necesario educarnos en el respeto hacia la naturaleza, por lo que muchos, aunque no todos, vimos la necesidad urgente de estudiar y actualizarnos culturalmente para saber ecología y medio ambiente.
     Puedo asegurar que los de mi generación, que estamos ahora alrededor de los cincuenta, no tuvimos ni un solo adiestramiento académico en nuestra época estudiantil respecto a qué hacer con los vidrios, los plásticos, las carcasas de corcho, ni con las bolsas de basura, vacías o llenas. Pero pronto aprendimos con el resto de conciudadanos, humildemente,  que era necesario respetar y cuidar nuestro entorno, los montes, los valles, los ríos, y sin querer ni tener que renunciar necesariamente  a los avances que la tecnología nos ponía en bandeja cada vez más deprisa y más baratos. Poco a poco fuimos adquiriendo una “conciencia ecológica”, unos más y otros menos, pero casi todo el mundo de nuestro entorno  ha sabido refinarse durante los últimos años  en estos temas tan delicados que parece que unos  pocos quieren que sean ahora  solo patrimonio suyo. Y es en este contexto donde resulta penoso y a veces vergonzante, ver a los integrantes de los colectivos más conservacionistas manifestarse para, y viviendo además exactamente igual que tú, reclamar  o reivindicar de las administraciones el uso de unos contundentes criterios de supuesto respeto a la naturaleza, que se traducen en un “no tocar”, “no hacer”, “no…”. Denuncian proyectos o actuaciones de desarrollo totalmente necesarios para salvaguardar nuestro futuro y preservar así una alta y adecuada calidad de vida, como pueden ser las  modernas vías de comunicación, actuaciones portuarias, o embalses,  como si la administración los hiciera pensando únicamente en contentar a pequeños colectivos  contrarios en ideas medioambientales a las de ellos. Como si no hicieran falta en absoluto.
     Resulta indignante ver, por ejemplo, cómo grupos de jóvenes uniformados con caras ropas de  diseño y corte ecologista, elaboradas la mayoría  por niños de países tercermundistas y con subproductos del petróleo, se manifiestan en contra de la realización de embalses en alguna zona pirenaica. Destrozan los ecosistemas, argumentan, además de arrasar con la nueva industria del “turismo de aventura”. Penoso, repito, además de incomprensible e  insolidario. ¿Cuántos de esos manifestantes viven habitualmente en los pueblos circundantes? La respuesta es clara, la mayoría son vecinos de grandes ciudades, en las que viven  con todas las comodidades conseguidas gracias al más recalcitrante de los hiperdesarrollismos. Pero no les importa esa pequeña incoherencia  pues son tan sensibles con la naturaleza y con los sufridos habitantes de la zona afectada que no se lo piensan dos veces en desplazarse hasta el frente reivindicativo para protestar. Pero luego, recogen su pancarta y a casa, a 200 kms de distancia, y a poder ser por autovía y en “todoterreno”. Y con la conciencia bien tranquila. Su actitud seguro que servirá, como así ha sido en muchos casos, para remover interesadas conciencias políticas que por no oírlos ni verlos les donarán ciertas cantidades de euros como apoyo logístico a sus justas y nobles causas ecologistas.
     Seguro que a muchos les habrá indignado la exposición anterior. La considerarán exagerada, maniquea, interesada,  o sacada de quicio. A los que crean que hay algo de verdad en esas frases les aconsejo que cuando se encuentren con alguno que valore enormemente las actuaciones de grupos ecologistas, le pregunten si sabe dónde están ahora metidos esos grupos, en plena época de la  “pertinaz sequía” que estamos padeciendo. Que les digan cuál es su propuesta ideológica de abastecimiento de aguas a la población en estos difíciles momentos hídricos. ¡Ah!, y no se dejen contestar con el manido tema de la necesaria “gestión eficaz del agua” que, aparte de que no suelen tener ni idea de lo que eso es, hay que dar soluciones ¡ya!, para hoy, sacando agua de ¿dónde?,… ¿de la bañera de tu casa? Si se fijan, comprobarán con facilidad que  últimamente los reivindicativos grupos ecologistas han desaparecido del mapa. No intervienen en coloquios de radio o televisión, no se manifiestan, no opinan. Se enquistan.   En tiempos de crisis parece que no son muy bien vistos, y ellos lo saben.  Además,  en épocas de bonanza económica seguro que sacan más tajada.  De todas formas esperan… a que la administración actúe (se “equivoque” según ellos) y lanzarse sobre ella diciendo que así, con esas actuaciones tan desarrollistas y demoledoras,  la naturaleza es la que siempre sale perdiendo. ¡Pero menos mal  que están ellos para defenderla! Bueno…, no les extrañe, a eso nos tienen acostumbrados.

jueves, 8 de marzo de 2012

Los ríos de bloques en Orihuela del Tremedal (Teruel) como recurso docente geológico.

Ríos de Bloques, en Orihuela del Tremedal (Teruel). Foto: E. Gil.

     Conocidos por muchos profesionales, aficionados y amantes de la geología, los ríos de bloques de la Sierra del Tremedal son uno de los elementos geológicos más espectaculares que pueden usarse en la docencia para generar admiración y curiosidad por la geología. Citados en muy pocos lugares del planeta, los ríos de bloques turolenses brillan por su gran extensión y buen desarrollo, además de por su excelente estado de conservación.


     En asociación con abundantes canchales, estos ríos de bloques  se formaron por procesos  periglaciares cuaternarios de meteorización física, en especial por la acción conjunta  “hielo-deshielo”, sobre rocas cuarcitas de la Era Primaria (Ordovícico). Estas presentan una intensa deformación tectónica caracterizada por un relieve conforme, siendo las altas crestas de los flancos de sus pliegues sinclinales las áreas principales que abastecen de bloques tanto a los canchales como a los ríos de bloques, además de aflorar muy fracturadas por abundantes familias de grietas diaclasas. En esta zona geográfica, de gran altitud y junto al límite entre Aragón y Castilla La Mancha, son muy habituales y casi constantes  las bajas temperaturas, por lo que el agua de lluvia es capaz, al helarse repetidamente y  al introducirse en las grietas de las rocas, de romper en fragmentos o gelifractos las cuarcitas, que caen estrepitosamente por las laderas de los valles. En posteriores y semejantes procesos, el suelo, al helarse, levanta esos fragmentos que vuelven a caer por gravedad, desplazándose hacia abajo. Así, poco a poco se nutre el fondo del valle de  numerosos bloques que tapizan un recorrido sinuoso, a modo de un meandriforme río de hasta varios kilómetros, pero  en este caso de bloques rocosos.
Esquema explicativo de la formación de los Ríos de Bloques de orihuela.
 in: Gutiérrez Elorza, M. y Peña Monné, J.L. (1990).

Río de Bloques. Orihuela del Tremedal (Teruel). Foto: E. Gil.
Ríos de Bloques. Foto: E. Gil.
     

      Estos ríos de bloques configuran un paisaje excepcional, tanto por el peculiar proceso geológico de formación como por la singular belleza del elemento en sí y de su entorno. Por todo ello es necesario adoptar medidas legales y de concienciación medioambiental que aseguren una divulgación adecuada de este punto patrimonial geológico, con el fin de preservar,  para  el disfrute de  la ciudadanía y para la ciencia, un enclave de tan alto interés.
Fragmento del mapa de la Sierra del Tremedal con diferentes relieves geomorfológicos realizado por Peña Monné, J, L. et al. (1984). Las alineaciones de puntos gruesos corresponden a Ríos de Bloques.

Bibliografía citada:
Gutiérrez Elorza, M; Peña Monné, J.L. (1990). Las formas de relieve de la provincia de Teruel. Cartillas turolenses, nº estraordinario 7. Instituto de Estudios Turolenses. Dip. Prov. de Teruel. 66pp.
Peña Monné J. L.; Gutiérrez Elorza, M.; Ibáñez Marcellá, Mª J.; Lozano Tena, Mª V.; Rodríguez Vidal, J.; Sánchez Fabre, M.; Simón Gómez, J.L.; Soriano Jiménez, Mª A.; Yetano Ruiz, L.M. (1984). Geomorfología de la Provincia de Teruel. Instituto de Estudios Turolenses. Dip. Prov de Teruel. 149 pp.

viernes, 2 de marzo de 2012

Dolinas: bellezas geológicas de alto riesgo

Bello paisaje con dolina en Villar del Cobo, Teruel. Foto in: Gutiérrez Elorza, M. y Peña Monné J.L.(1990).


     Es fácil encontrar reflejado en prensa  algún desgraciado incidente relacionado con la formación o activación de una dolina. No ocurre en todos los sitios, pues para que ese fenómeno se produzca es necesario que los materiales geológicos del lugar sean de naturaleza calcárea o yesífera, que son  las rocas sobre las que fundamentalmente se desarrollan las dolinas. Por ello se excluyen para su localización las áreas en las que no abunden esos materiales. Por experiencia sé que hay cierta confusión popular respecto a qué son las dolinas, oyendo sencillas  denominaciones descriptivas que van desde “agujeros del terreno”, pasando por “boquetes profundos del campo” y hasta “simas” de más o menos profundidad. Y no les falta razón, al menos en parte, aunque podemos precisar algo más.
Dolina de Villar del Cobo, Teruel. Foto: internet.
Dolina de Villar del Cobo (Teruel). Foto: E. Gil.
Dolina. Villar del Cobo (teruel). Foto: E. Gil.

Dolina junto a la autovía de Logroño, en Zaragoza. Foto: internet.
     Las dolinas son formas de relieve superficial consistentes en depresiones de muy variadas dimensiones (de 1 a 400 metros de ancho, y de 1 hasta más de 200 metros de profundo) originadas por dos procesos que pueden actuar aislada o conjuntamente, que son la disolución y el hundimiento. Como he dicho anteriormente se producen en yesos y calizas, sobre todo, siendo de formas redondeadas u ovoidales, pudiendo tener sus paredes verticales  o inclinadas en forma cónica, presentando en su fondo, plano o no, un sumidero o punto donde se conecta el exterior con el interior del sistema kárstico al que pertenece, en el caso de rocas calizas. La mayor parte de ellas pertenecen o aparecen asociadas en los denominados “campos de dolinas”, áreas en las que se concentran agrupadas numerosas dolinas, muchas de las cuales llegan incluso a fusionarse, dando estructuras coalescentes.

Dolina en las proximidades de Zaragoza. Nivel freático aflorante.
 Foto. internet.
Dolina. Zaragoza. Foto: internet.
     Es indiscutible la gran belleza que suelen presentar muchas dolinas  al observador, pues generan  grandes irregularidades del relieve que en algunos casos llegan a caracterizar a zonas enteras de una región, como es el caso de la parte suroeste de la Sierra de Albarracín, en Teruel, en concreto en las cercanías de localidades como  Villar del Cobo y Griegos, donde se pueden contemplar una de las mejores expresiones de este fenómeno geológico de Aragón y España. Estas se desarrollan en potentes series de materiales calizos del Jurásico, por lo que las dimensiones allí alcanzadas por el modelado kárstico de estas dolinas son tan generosas que han llegado a modelar definitivamente la geografía de su entorno montañoso y casi deshabitado.

Campo de dolinas de Villar del Cobo (Teruel) in: Gutiérrez Elorza, M. y Peña Monné, J.L. (1990).


     Pero no siempre el modelado con dolinas resulta un elemento geológico bello e inocente. La formación de dolinas en terrenos, fundamentalmente del Terciario, y en especial  con abundantes yesos, suelen representar un verdadero problema social, por el riesgo geológico  que origina. Esto se comprueba en todo el corredor del Ebro, siendo el entorno de Zaragoza una zona especialmente sensible a estos relieves. Los depósitos cuaternarios de aluvión fluvial que tapizan los yesos y margas infrayacentes en esta zona suelen presentar irregularidades, fisuras y fracturas que facilitan la infiltración de agua de lluvia y escorrentía. Esta llega a las inferiores zonas de yesos que son fácilmente disueltos, por lo que generan en su fase inicial pequeñas cavidades que, en su desarrollo, suelen alcanzar grandes dimensiones. Cuando los materiales que sirven de cúpula a esa cavidad, por diversos motivos,  pierde consistencia, termina por caer y generar así una dolina. A veces este proceso es rápido, por colapso, y otras, lento y progresivo, dando lugar a subsidencias y hundimientos con bloques de derrumbe del techo. En zonas agrícolas esas dolinas, en contacto con el nivel freático, llegan a formar verdaderas lagunas, las cuales forman parte del paisaje rural, por lo que son conocidas por la mayoría de los vecinos, por su uso lúdico, o por el susto y sorpresa al ver “aparecer” en sus campos, de repente, un agujero de considerables dimensiones. Aun así, suelen ser  mucho más problemáticas y peligrosas las que se originan en zonas de expansión urbana de las ciudades, donde es necesario tomar medidas estructurales que permitan realizar edificaciones sin riesgo, o con el menor posible. Su aparición casi repentina genera en los edificios grietas, fisuras, desgarres, o  derrumbes localizados de viviendas que pueden ser el origen de una tragedia humana.

Esquema de formación inicial de dolinas en yesos.
 Foto. internet.


Lado Este de dolina de Villar del Cobo (Teruel). Foto: E.Gil.
Dolina junto a la autovía a Logroño, en Zaragoza. Foto. internet.
     La gran problemática que surgió en los años 2002 y 2003 en relación a la construcción del trazado del AVE por la ciudad de Zaragoza se debió a la desconfianza en la prevención de este riesgo por parte de las empresas encargadas del proyecto. Por suerte, y supongo que gracias a una buena ejecución técnica, no se ha producido hasta ahora ningún incidente digno de mención en las zonas sensibles de dolinas junto a Zaragoza, aunque el proceso sigue activado geológicamente.  Sin embargo, la expansión actual de la ciudad en los circundantes barrios nuevos del sur de la ciudad, por situarse encima de materiales susceptibles de disolución y hundimiento, sigue siendo objeto de revisión continua ante el riesgo geológico del proceso natural de formación de dolinas. Es, por tanto, necesario un trabajo de prevención del riesgo  geológico, e intentar paliar o corregir los daños que se generen. Para ello es preciso atender y seguir decididamente las indicaciones de los mapas de riesgo elaborados por los geólogos especialistas, además de restringir drásticamente la construcción en zonas de alto riesgo, en las que estas formas de modelado geológico, implacables, siguen amenazando con un proceso lento y sin intermitencias de alteraciones  y cambios del perfil del suelo.

Esquema de las diferentes formas de modelado kárstico, incluyendo las dolinas, en calizas. Foto: internet.

Dolina en Villar del Cobo (Teruel). Foto. E. Gil.

Se recomienda ver el siguiente vídeo realizado por personal científico de la Universidad de Zaragoza sobre la formación de dolinas: https://www.youtube.com/watch?v=D7qD1qMUcYU

Bibliografía citada:
Gutiérrez Elorza, M; Peña Monné, J.L. (1990). Las formas de relieve de la provincia de Teruel. Cartillas turolenses, nº estraordinario 7. Instituto de Estudios Turolenses. Dip. Prov. de Teruel. 66pp.