Hoy en día es una dura tarea. No se trata únicamente de
transmitir la serie de conocimientos y conceptos de corte ecológico que vienen
en los libros de texto. De ser así, sería fácil, aunque poco atractivo y
convincente. La principal labor, a modo de hándicap, se basa en un “desbroce” preliminar de las
muchísimas y televisivas ideas pseudoecológicas con que el alumnado
llega a los centros educativos. No todo el profesorado tiene un alto nivel
de preparación en temas ecológicos, y muchos de ellos, aunque lo tengan y no acaben de “mojarse” a la hora de impartir
estos delicados y comprometidos temas, son quienes a
continuación empiezan el verdadero proceso de formación y concienciación ecológica del alumnado, que en
muchas ocasiones es decisivo en la toma de posiciones y en el auténtico
desarrollo de valores y criterios firmes en cuanto a la consideración y respeto a nuestro entorno natural.
Es enorme la cantidad de contenidos ecológicos y medioambientales con los que nos enfrentamos
los docentes en los cursos de ESO y Bachillerato, aunque esto no es así en todos los itinerarios académicos, por lo que puede haber, y de hecho los hay,
numerosos alumnos que salen de los centros de enseñanza preuniversitaria sin un
mínimo de contenidos referentes al medio ambiente y su conservación. Por tanto,
y teniendo en cuenta que en la mayoría
de las titulaciones universitarias no se
imparten contenidos medioambientales, es difícil, por no decir casi imposible,
encontrar entre el colectivo de gente joven a alguien que realmente sepa, por haberlos
estudiado, contenidos e ideas relacionadas con la ecología y el medio ambiente.
Pero aun con los alumnos que cursan asignaturas relacionadas
con la ecología no es fácil el enseñar. Después del ya citado desbroce
preliminar el reto educativo se manifiesta de varias formas distintas entre los
alumnos. La mayoría de ellos suelen conformarse y aceptar las indicaciones e
instrucciones del profesorado, descubriendo a través suyo infinidad de datos que no encajan realmente en las ideas
preconcebidas que tenían en relación con
la conservación de la naturaleza. En primer lugar descubren, y esa es su
primera sorpresa, que el saber conceptos
de ecología y de estructuras
medioambientales no implica actuar,
comportarse y pensar colectivamente de manera semejante a los famosos grupos
ecologistas que nos rodean. El conservacionismo a ultranza que esos grupos
predican, pues suelen vivir como la mayoría, suele resultarles al poco tiempo
incómodo y decepcionante cuando se ilustran sobre temas medioambientales, por
lo que comienzan a suponer que muchos de
los integrantes de esos grupos los suelen desconocer.
Y para conseguir estos
descubrimientos es necesario exponer ejemplos que les iluminen el camino del
razonamiento libre, pero basado en el conocimiento científico. Uno de los
acontecimientos de alarma medioambiental
más importantes que en los últimos meses están ocurriendo en nuestro país es el
de la sequía. Cuando se comenta en clase este problema y dedicamos unos minutos
a su discusión y debate se obtienen respuestas del alumnado que pueden hacer enrojecer
a más de un “ecologista” tradicional.
Sobre todo por tener cubiertas las
necesidades hídricas en este mundo moderno
nuestro y no tener todavía resueltos los
problemas estructurales que ello conlleva. La
regulación de cursos fluviales a través de embalses, tal y como se viene
haciendo a gran escala desde hace más de
un siglo, es la forma de abastecimiento principal de nuestros núcleos urbanos,
rurales y ciudadanos, con el consiguiente y reconocido deterioro medioambiental que
supone la construcción y puesta en funcionamiento de uno de ellos. Desconozco
otras soluciones para la recogida de aguas y posterior servicio al ciudadano,
tanto en épocas de sequía o no, y desde luego sería necesario perfilar las
actuaciones de la administración en cuanto a una mejora en la distribución y gestión del agua. Pero el bochorno se
manifiesta cuando ves a integrantes de esos supuestos grupos ecologistas defender ante las
confederaciones hidrográficas la no ampliación de embalses y la no construcción
de otros, proponiendo como alternativa la construcción de “balsas laterales”
como solución. ¿De verdad esta gente sabe lo que dice? ¿A éstos hay que atender
y seguir en sus indicaciones conservacionistas? Desde mi humilde opinión,
denotan no tener el adecuado nivel de conocimientos ecológicos básicos, queriendo manifestar unas ideas situadas
totalmente al margen de las necesidades humanas actuales. Su actitud resulta
para muchos incomprensible. Pues bien,
estas ideas e incomprensiones, que se someten a debate en las clases de ecología
y medio ambiente, surgen espontáneamente entre muchos alumnos que aplican
criterios y conocimientos ecológicos, siendo a la vez cercanos a las
necesidades de la naturaleza, entendiendo como tal al sistema que engloba
también al ser humano. Por supuesto que sería muy fácil adherirse
incondicionalmente a esas manifestaciones ultraconservacionistas y animar al
alumnado a no ceder y oponerse ante el
avance de las fuerzas destructoras de la naturaleza que la administración
parece que tiene, pero, claro está, sin
dejar de usar, ¿verdad? el suministro de agua que llega a nuestros cómodos e
hiperdesarrollistas domicilios, incluso los de nuestros vecinos “ecologistas”.
¿Pero, sería eso enseñar? ¿Qué alternativas se ofrecen?
Otro buen ejemplo muy utilizable en las discusiones docentes
y que estos días estamos contemplando es, a mi juicio, el espectáculo que está dando el Gobierno de
Canarias junto a la organización
ecologista Greenpeace, intentando
paralizar las prospecciones y futuras extracciones de petróleo en zonas
cercanas a las costas de las islas. Dicen querer defender el turismo del
archipiélago que, al parecer, desestimará el viajar hasta allí al ver esas
horrorosas instalaciones que son las plataformas petroleras a escasos
kilómetros de la costa, además de estropear las biocenosis marinas. Está claro
que lo que proponen y quieren es que los turistas vayan hasta allí en medios de
transporte (barco o avión) que consigan carburante a partir de petróleos
sacados en otros sitios del planeta. Si no es así, ¿cómo van a Canarias?
¿Ignorancia, hipocresía,…? Es difícil contestar sin agredir dialécticamente,
pero está Greenpeace en el asunto, con lo que está asegurada la influencia
mediática de estos “sabios” que dicen
actuar a favor de la naturaleza.
El hiperdesarrollismo a ultranza va a lo que va. No nos cabe la
menor duda, pues lo estamos sufriendo desde hace mucho tiempo. Pero si quienes
habitualmente denuncian y desean contrarrestar sus excesos son capaces de
protestar insistentemente por una actuación arrasadora de la naturaleza y, sin
moverse ni un metro, simplemente girando 180º sobre sus pies, pasan de ver la
estructura inacabada del hotel El
Algarrobico de Almería, junto a la orilla del mar en el Parque Natural del Cabo
de Gata: horrorosa estructura, impacto
visual claro y meridiano, con sentencias incumplidas de derribo, a ver los miles y miles de metros cuadrados
de invernaderos de plástico donde se cultiva casi todo lo vegetal que come el
pueblo alemán, y no se dice nada de nada, no se protesta, se calla e incluso se
enaltece, se pasa por alto el impresionante impacto ecológico visual que ello
supone, y en definitiva, se engaña y manipula a la gente, no creo que sea
la mejor referencia docente de actitud ecológica para proponer
como ejemplo a seguir o enseñar al
alumnado, ni por coherencia de actuación, ni por que demuestren con eso que sean gente de fiar, creíbles, y dignos de nuestra
confianza. ¿Esos son verdaderos ecologistas?
A muchos no nos representan en ecologismo. Pero ahí están, marcando la pauta a
la gente.
El enseñar ecología debe, por tanto, desarrollar un espíritu de convivencia
crítico respecto a actuaciones hiperdesarrollistas y utraconservadoras, por lo que convencer de
que el desarrollo sostenible es la postura razonable, coherente y comprensiva,
aunque combativa, con los excesos de
ambos lados es el principal objetivo. Debe fomentar una conciencia ecológica
basada en criterios científicos que sea contundente con los desmanes
desarrollistas e irrespetuosos y con las
incoherentes y tajantes posturas
ultraconservadoras. Es difícil, repito,
pero debe intentarse, y en muchos casos se consigue aun corriendo el riesgo de
no gustarles a alumnos que
ideológicamente se asientan en los extremos. Es cuestión de insistir. Sin duda
eso nos genera más entusiasmo aún para dedicarnos por entero y avanzar firmes en la enseñanza responsable de la ecología.
Bravo Enrique. No se puede decir más claro ni con más respeto. Es cierto que quienes más gritan no alcanzan por ello más razón. Eres valiente al argumentar con la cabeza y no con dogmatismos. Recuerda a Quevedo en aquello de "...¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?, nunca de se ha de decir lo que se siente?"
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