¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

lunes, 19 de marzo de 2012

Enseñar ecología para convivir.


     Hoy en día es una dura tarea. No se trata únicamente de transmitir la serie de conocimientos y conceptos de corte ecológico que vienen en los libros de texto. De ser así, sería fácil, aunque poco atractivo y convincente. La principal labor, a modo de hándicap,  se basa en un “desbroce” preliminar de las muchísimas y televisivas   ideas pseudoecológicas con que el alumnado llega a los centros educativos. No todo el profesorado tiene un alto nivel de preparación en temas ecológicos, y  muchos de ellos, aunque lo tengan y  no acaben de “mojarse” a la hora de impartir estos delicados y comprometidos  temas, son quienes  a continuación empiezan el verdadero proceso de formación y concienciación ecológica del alumnado, que en muchas ocasiones es decisivo en la toma de posiciones y en el auténtico desarrollo de valores y criterios firmes en cuanto a la consideración  y respeto a nuestro entorno natural.
     Es enorme la cantidad de contenidos ecológicos y  medioambientales con los que nos enfrentamos los docentes en los  cursos de ESO  y Bachillerato, aunque esto no es así  en todos los itinerarios académicos,  por lo que puede haber, y de hecho los hay, numerosos alumnos que salen de los centros de enseñanza preuniversitaria sin un mínimo de contenidos referentes al medio ambiente y su conservación. Por tanto, y teniendo en cuenta que en la mayoría de las titulaciones  universitarias no se imparten contenidos medioambientales, es difícil, por no decir casi imposible, encontrar entre el colectivo de gente joven  a alguien que realmente sepa, por haberlos estudiado, contenidos e ideas relacionadas con la ecología y el medio ambiente.
     Pero aun con los alumnos que cursan asignaturas relacionadas con la ecología no es fácil el enseñar. Después del ya citado desbroce preliminar el reto educativo se manifiesta de varias formas distintas entre los alumnos. La mayoría de ellos suelen conformarse y aceptar las indicaciones e instrucciones del profesorado, descubriendo a través suyo infinidad de datos  que no encajan realmente en las ideas preconcebidas que  tenían en relación con la conservación de la naturaleza. En primer lugar descubren, y esa es su primera sorpresa,  que el saber conceptos de ecología y de  estructuras medioambientales no implica  actuar, comportarse y pensar colectivamente de manera semejante a los famosos grupos ecologistas que nos rodean. El conservacionismo a ultranza que esos grupos predican, pues suelen vivir como la mayoría, suele resultarles al poco tiempo incómodo y decepcionante cuando se ilustran sobre temas medioambientales, por lo que comienzan a suponer  que muchos de los integrantes de esos grupos los  suelen desconocer.
      Y para conseguir estos descubrimientos es necesario exponer ejemplos que les iluminen el camino del razonamiento libre, pero basado en el conocimiento científico. Uno de los acontecimientos de alarma medioambiental más importantes que en los últimos meses están ocurriendo en nuestro país es el de la sequía. Cuando se comenta en clase este problema y dedicamos unos minutos a su discusión y debate se obtienen respuestas del alumnado que pueden hacer enrojecer  a más de un “ecologista” tradicional. Sobre todo por tener cubiertas  las necesidades hídricas  en este mundo moderno nuestro y  no tener todavía resueltos los problemas estructurales que ello conlleva. La  regulación de cursos fluviales a través de embalses, tal y como se viene haciendo a gran escala  desde hace más de un siglo, es la forma de abastecimiento principal de nuestros núcleos urbanos, rurales y ciudadanos, con el consiguiente  y reconocido deterioro medioambiental que supone la construcción y puesta en funcionamiento de uno de ellos. Desconozco otras soluciones para la recogida de aguas y posterior servicio al ciudadano, tanto en épocas de sequía o no, y desde luego sería necesario perfilar las actuaciones de la administración en cuanto a una mejora en la distribución y  gestión del agua. Pero el bochorno se manifiesta cuando ves a integrantes de esos  supuestos grupos ecologistas defender ante las confederaciones hidrográficas la no ampliación de embalses y la no construcción de otros, proponiendo como alternativa la construcción de “balsas laterales” como solución. ¿De verdad esta gente sabe lo que dice? ¿A éstos hay que atender y seguir en sus indicaciones conservacionistas? Desde mi humilde opinión, denotan no tener el adecuado nivel de conocimientos ecológicos básicos,  queriendo manifestar unas ideas situadas totalmente al margen de las necesidades humanas actuales. Su actitud resulta para  muchos incomprensible. Pues bien, estas ideas e incomprensiones, que se someten a debate en las clases de ecología y medio ambiente, surgen espontáneamente entre muchos alumnos que aplican criterios y conocimientos ecológicos, siendo a la vez cercanos a las necesidades de la naturaleza, entendiendo como tal al sistema que engloba también al ser humano. Por supuesto que sería muy fácil adherirse incondicionalmente a esas manifestaciones ultraconservacionistas y animar al alumnado a no ceder y oponerse  ante el avance de las fuerzas destructoras de la naturaleza que la administración parece que  tiene, pero, claro está, sin dejar de usar, ¿verdad? el suministro de agua que llega a nuestros cómodos e hiperdesarrollistas domicilios, incluso los de nuestros vecinos “ecologistas”. ¿Pero, sería eso enseñar? ¿Qué alternativas se ofrecen?
     Otro buen ejemplo muy utilizable en las discusiones docentes y que estos días estamos contemplando es, a mi juicio,  el espectáculo que está dando el Gobierno de Canarias  junto a la organización ecologista  Greenpeace, intentando paralizar las prospecciones y futuras extracciones de petróleo en zonas cercanas a las costas de las islas. Dicen querer defender el turismo del archipiélago que, al parecer, desestimará el viajar hasta allí al ver esas horrorosas instalaciones que son las plataformas petroleras a escasos kilómetros de la costa, además de estropear las biocenosis marinas. Está claro que lo que proponen y quieren es que los turistas vayan hasta allí en medios de transporte (barco o avión) que consigan carburante a partir de petróleos sacados en otros sitios del planeta. Si no es así, ¿cómo van a Canarias? ¿Ignorancia, hipocresía,…? Es difícil contestar sin agredir dialécticamente, pero está Greenpeace en el asunto, con lo que está asegurada la influencia mediática de estos “sabios” que dicen actuar a favor de la naturaleza.
     El hiperdesarrollismo  a ultranza va a lo que va. No nos cabe la menor duda, pues lo estamos sufriendo desde hace mucho tiempo. Pero si quienes habitualmente denuncian y desean contrarrestar sus excesos son capaces de protestar insistentemente por una actuación arrasadora de la naturaleza y, sin moverse ni un metro, simplemente girando 180º sobre sus pies, pasan de ver la estructura inacabada del hotel  El Algarrobico de Almería, junto a la orilla del mar en el Parque Natural del Cabo de Gata:  horrorosa estructura, impacto visual claro y meridiano, con sentencias incumplidas de derribo,  a ver los miles y miles de metros cuadrados de invernaderos de plástico donde se cultiva casi todo lo vegetal que come el pueblo alemán, y no se dice nada de nada, no se protesta, se calla e incluso se enaltece, se pasa por alto el impresionante impacto ecológico visual que ello supone, y en definitiva, se engaña y manipula a la gente, no creo que sea la  mejor referencia  docente de actitud ecológica para proponer como ejemplo a seguir  o enseñar al alumnado, ni por coherencia de actuación, ni por que demuestren con eso que  sean gente de fiar, creíbles, y dignos de nuestra confianza. ¿Esos son  verdaderos ecologistas? A muchos no nos representan en ecologismo. Pero ahí están, marcando la pauta a la gente.
     El enseñar ecología debe, por tanto, desarrollar un espíritu de convivencia crítico respecto a actuaciones hiperdesarrollistas  y utraconservadoras, por lo que convencer de que el desarrollo sostenible es la postura razonable, coherente y comprensiva, aunque combativa,  con los excesos de ambos lados es el principal objetivo. Debe fomentar una conciencia ecológica basada en criterios científicos que sea contundente con los desmanes desarrollistas e  irrespetuosos y con las incoherentes  y tajantes posturas ultraconservadoras.  Es difícil, repito, pero debe intentarse, y en muchos casos se consigue aun corriendo el riesgo de no gustarles a  alumnos que ideológicamente se asientan en los extremos. Es cuestión de insistir.  Sin duda  eso nos genera más entusiasmo aún para dedicarnos por entero y  avanzar firmes en la enseñanza responsable de la ecología.

1 comentario:

  1. José Antonio Sánchez Gimeno19 de marzo de 2012, 15:28

    Bravo Enrique. No se puede decir más claro ni con más respeto. Es cierto que quienes más gritan no alcanzan por ello más razón. Eres valiente al argumentar con la cabeza y no con dogmatismos. Recuerda a Quevedo en aquello de "...¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?, nunca de se ha de decir lo que se siente?"

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