Extracto de Heraldo de Aragón del 9 de enero de 2014:
“Después de que la
presidenta de Castilla-La Mancha, Maria Dolores de Cospedal, haya defendido esta tarde el
uso de agua "sobrante" de un río para abastecer a zonas que lo
necesitan y haya opinado que es una "barbaridad" que
"no se aproveche el agua en otros ríos, singularmente en el Ebro",
el Gobierno de Aragón ha rechazado una vez más que se produzca una
transferencia de agua de este tipo".
Ya se mueven de nuevo. Las fuerzas vivas políticas del
partido que gobierna empiezan a dar pasos otra vez. Y con el mismo argumento de
hace años: que sobra agua del Ebro para trasvasar a tierras deficitarias. No
nos sorprende. Sabíamos desde que llegaron en 2011 que tarde o temprano
resucitarían el tema. Y una vez más juegan con la ignorancia de muchos paisanos
que, muy solidarios ellos, no dudarían en dar el agua “sobrante” a los
necesitados hídricos.
El manido concepto o idea de que sobra agua lo basan en el establecimiento
de otro un tanto relativo: el caudal ecológico. Seguro que lo han oído mil
veces de las bocas de políticos y aficionados a la ecología hídrica. Este se
establece en función de las necesidades hidrológicas mínimas para que el
ecosistema fluvial pueda mantenerse con garantías de que las fluctuaciones
propias de los ríos estacionales, como el Ebro, no afecten al desarrollo de las
biocenosis del entorno. Pero al establecer un mínimo caudal intocable por
necesidad ecológica no se aplica la necesidad de respetar que el ecosistema
fluvial que lleva al mar millones de litros de agua es un complejo entramado de variados y
necesarios elementos para mantener la estabilidad fluvial y litoral. Y esto es
debido a que, una vez más, se suele diluir en el concepto ecológico de río la
componente geológica del mismo.
Al mar es necesario que llegue agua fluvial pero también, y
casi con mayor importancia, un conjunto de sedimentos fluviales que engloban
una gran lista de nutrientes y otras sustancias que repercutirán directamente en la
pervivencia de las biocenosis marinas. Sin esos aportes la riqueza pesquera
disminuirá drásticamente, así como se acentuarán una serie de
acontecimientos de remodelación del
litoral que, por supuesto, seguirá funcionando al margen de si tiene o no
depósitos sedimentarios que redistribuir, por lo que el incremento de efectos erosivos es más que probable. Basta un claro ejemplo para entender
bien esta cuestión. Desde que se construyó hace casi 4 décadas la presa y embalse de Mequinenza en el Ebro,
propiedad de Endesa, la proporción de sedimentos fluviales ha disminuido tanto
en el delta marino del río Ebro que éste ha retrocedido, por erosión del mar,
más de 2 km tierra adentro, dejando sumergido a 12 m de profundidad un antiguo faro costero.
Así es el mar y su dinámica costera, aunque los que piensan y diseñan trasvases
no lo quieren saber.
Si se deja solo el caudal ecológico del río todo el
ecosistema se verá afectado de forma irreversible, además de influir negativamente
en los posibles y futuros usos de esa agua por las tierras ribereñas, que se hipotecan al verse sometidas sus gentes a un uso del agua muy regulado y
condicionado.
Delta del Ebro. |
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