Me cuesta mucho escribir esto, pero lo considero necesario.
Desde hace más o menos un mes estoy viendo que los medios de comunicación cada
vez tiene menos inconvenientes y reparos en meterse directamente, de lleno, con
Aragón y lo “aragonés”. Y no puedo más, la verdad. Aunque esto no es nuevo.
Desde que tengo uso de razón (creo que lo tengo…) no he hecho otra cosa que
oír, y en la mayoría de las ocasiones sin venir a cuento, una serie de
acometidas o improperios en contra de Aragón y lo aragonés que no me parecen de
recibo. Muchas veces de desconocidos, pero
otras incluso de emigrantes habitantes de otras tierras españolas,
lo que resulta mucho más significativo y
triste.
El último comentario que he escuchado fue en la tertulia de
la noche de TVE. Allí se comparaban las televisiones autonómicas a raíz del
cierre de Canal 9 de Valencia, tema que ha suscitado este post. Se argumentaba que por ejemplo, en Aragón, se
mantenía muy bien la cadena aragonesa con un 17% de audiencia y querida por los representantes de todos los partidos ya
que, “además de informar sobre cuestiones de Ruanda y Burundi, se ofrecía a la
gente jotas e información del precio de la alfalfa” con el consiguiente
cachondeo de los contertulios. ¡Y no pasa nada, oigan! Sin reparo ni miramiento alguno por si algún
aragonés sensible (que los hay, se lo aseguro) pudiera ver y oír el comentario.
Sin pudor ni consideración respecto a lo posiblemente ofensivo de las risas
acompañantes. Se nos trata de paletos, tontos, cazurros e indocumentados por
toda la cara, sin consideraciones. A los aragoneses se nos puede tratar así,
que lo aguantan todo, deben pensar, los muy graciosos… Y lo malo de todo esto
es que estamos acostumbrados hace mucho tiempo.
Sin embargo, y aunque los periodistas, esos que hablan y
dicen o parecen saber de todo, desde aquí también se tiene alguna idea y
opinión respecto a cómo son o se les ve a los del resto de las comunidades, aunque
no lo digamos en los medios, aunque nos lo callemos casi siempre, aunque seamos
muy prudentes y, por no faltar a las personas, no lo digamos. Pero sabemos cómo
son los demás. No somos tontos. Sabemos y tenemos una opinión de “los otros”.
Así que, sin ánimo de ofender, insisto, y sin referirme ni mucho menos a la mayoría (sé que son una minoría) de las
poblaciones de esas comunidades, me voy a permitir emitir unas opiniones que sé
son compartidas por muchísimos aragoneses más.
Por ejemplo, no solemos decir en los medios, aunque muchos
por aquí lo piensan aun sabiendo que es una minoría, que en Andalucía la gente tiene fama de vaga y juerguista,
y que por los últimos datos televisivos, se parecen a una colección de ladronzuelos, que por una
mariscada “matan”, o por unas peonadas se venden a quien sea, y todo ello en
nombre de la justicia social. Eso sí, su
porte y apariencia externa, aunque pasen hambre, es propia de los señoritos
andaluces a los que ellos dicen detestar, propia de “Los santos inocentes” de
Delibes, aunque les imiten después hasta en el último detalle. Que los castellanos (los de Castilla-León,
los otros casi ni existen) viven instalados en decorados medievales por los que
parece no ha pasado la edad contemporánea ni ninguna idea modernizadora ni
progresista de este mundo. Podrían haber filmado, casi, la serie “Isabel” por las calles actuales. Y
el problema es que no sólo aparentan estar así de medievales ellos en el plano
físico, sino en el psíquico también, por la monotonía de color político que
eligen desde hace lustros. ¿Existe esta gente? ¿Se habrán enterado ya que
vivimos en una, dicen, democracia?
Qué no decir de los valencianos que no se haya dicho ya,
sobre todo en los últimos meses. Antes
de la gran “transformación” en los años 90 de la ciudad de Valencia, era posible ver en la playa de la
Malvarrosa cómo flotaban las sandías y melones por la orilla del mar, alternando con
cerdos putrefactos que los lugareños dejaban allí por incomibles. Era “normal”
allí, según nos comentaban algunos. Un aspecto parecido de pastosidad
y dejación (lo describiré con más detalle en otra ocasión) era habitual el verlo
por muchas las calles de esa capital. Y no por ello los visitantes pensaban que "lo valenciano" era así de cutre, ni podemos generalizar ahora pensando eso. Con
el posterior periodo de recreo y gasto
desmedido en Valencia, los "continentes" urbanos han cambiado, algunos en
especial, como la Ciudad de las Artes y las Ciencias donde, por cierto, en mi opinión no hay nada interesante que ver dentro, aunque sea tenida como "senyera" para muchos valencianos. No sé si sirve ahora esto como ejemplo pero resultó muy llamativo, y para mí mucho más "senyera",
que no fueran capaces de explotar hace años cuando lo del accidente del metro de Valencia (excepto
algunos afectados), ni dentro ni fuera de la televisión valenciana,
retratándose ellos, a mi juicio, del lado de poderoso e injusto, aberrante,
derrochador y bochornoso gobierno valenciano. Aún así, era “su gobierno”, al
que le han seguido votando, elección
tras elección, en masa. Será que son iguales en ideas esas masas de votantes, ¿no? ¿Eso
forma parte del “valencianismo”? Yo creo que no, pero desde
luego eso en Aragón no pasa.
Podríamos seguir dando opiniones respecto a cómo son, o cómo
se les ve desde aquí, desde Aragón, a toda esta gente que no tiene ningún
reparo en ridiculizar a los aragoneses; en reírse de nosotros por el acento, ser baturros, las jotas (ese
cante tan “populachero” dicen), la cebada, el cierzo, o
las maneras o formas, según ellos, los “cultos de manual”, poco coincidentes
con la “finura” y el buen hacer. Desde luego, y por poner un ejemplo que se les suele pasar por alto, en ninguna de las comunidades que he citado han sido capaces hasta ahora de juntar a
más de 400.000 personas en un día (siendo 1.300.000 aragoneses) para protestar, en el caso de Aragón,
para que no se trasvase el agua del Ebro para que valencianos, murcianos
y almerienses hicieran urbanizaciones elitistas (¡claro!) y campos de golf. Sí que son capaces sin embargo, de salir lloriqueando a la calle por el cierre
de Canal 9 a pesar de lo que muchos de los innecesarios casi 1700 empleados han tragado/aceptado, cuando no compartido, allí dentro. Ni de mantener, como nosotros,
una identidad propia sin necesidad de hablar otra lengua, a pesar de ser muy pocos,
casi sin recursos naturales ni materiales, solo con tesón, cabezonería, y
alzando la voz de vez en cuando, como el famoso “¡a la mierda!” de nuestro
querido José Antonio Labordeta en el
Congreso.
No sigo, aunque me queden unas cuantas comunidades
autónomas. Todos tenemos opinión de los demás. Solo decir que defenderemos lo nuestro diciendo lo que pensamos y procurando no
ofender a nadie por existir o ser así. Y
si alguien se siente ofendido por ello o por el contenido de este escrito le recomiendo que piense que es un acto de defensa, no de ataque, ¡que ya
está bien!
Estoy convencido que es una cuestión de educación (de mala educación) el mal ambiente que se genera con esos comentarios, chistes y chascarrillos con los que nos salpican los medios informativos. Pero lo primero que tenemos que hacer es reconocer la existencia del problema, y en eso estamos. No agacharemos la cabeza. No nos lo merecemos.
Somos, como esos
viejos árboles…! ...y lo seguiremos siendo.
Enrique son unos JAUTOS corticos de sesera,pienso que no merece la pena haceries ni MIAJA caso a esos DESTALENTAUS. comparto tu psudo cabreo y como Labordeta que se vayan a la mierda,Martin
ResponderEliminarMuy de acuerdo con todo esto, muy harto de que se nos muestre como unos paletos. Lo peor es que cuando salen entrevistando a gente de la calle, escogen a conciencia el testimonio del tío más paleto para dejarnos en mal lugar, para que la gente se ría de él (normalmente un señor o señora de 70-80 años que desgraciadamente no ha podido recibir una educación, pero como en el resto de España).
ResponderEliminarY sinceramente, aunque realmente fuéramos así, si todo lo que dijeran fuera verdad, que fuéramos unos incultos, paletos y que nuestra mayor aspiración sea ordeñar a unas vacas, demuestra que los primeros subnormales serían ellos, criticando sin tener, con perdón, ni puta idea.