¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Educación y ecología


Muchos creerán que no son temas compatibles entre sí. Otros que la ecología es algo de sesgo ideológico y que compete a los demás; y a la mayoría les dará igual. Igual porque ellos nunca recibieron una sola indicación o clase de ecología y medioambiente en sus centros educativos y, por tanto, piensan que es algo que no va con ellos, que no lo necesitan. Como mucho se solidarizan por simpatía o “glamour” con las campañas de reciclado y ahorro energético que tan machaconamente se nos ofrecen a través de los medios de comunicación. Y es que muchas personas no saben muy bien qué hacer o qué postura adoptar. Están desorientadas.
Desde la práctica educativa con adolescentes, como es mi caso, se tiene una visión privilegiada para poder comprobar la gran cantidad de acontecimientos relacionados con la naturaleza que son considerados por los distintos segmentos de la sociedad como algo habitual y normal sobre lo que opinar. Las actuaciones industriales, la realización de infraestructuras o la expansión urbana en pueblos y ciudades son cuestionadas e inevitablemente acompañadas de sus correspondientes protestas ecologistas. Todo el mundo opina, con o sin criterio, en ocasiones con enardecimiento y en todos los sentidos, sea profano o no en la materia. Y es en ese sentido cuando te das cuenta de que realmente no hay muchos medios fuera del ámbito educativo para informarse y formarse con sensatez de todos los temas relacionados con la ecología, y que además aclaren o definan  posturas ante la multitud de situaciones generadas. Y cuando se encuentran, éstos no están al alcance de todos. Siguen siendo, como hace una veintena de años, de rango minoritario y para especialistas en el ramo, y por tanto, muy difíciles de comprender para la gente llana. Hace falta pues que jóvenes y personas no iniciadas adquieran criterios ecológicos concretos y lo más neutrales posibles que les permitan saber qué hacer y cómo actuar. ¿Cómo está la situación?

Tengamos en cuenta que, salvo una pequeña porción de las personas situadas en la actualidad en un tramo de edad comprendido entre los 15 y 30 años, que ya han recibido un cierto grado de formación medioambiental a través de sus programas de estudio, el resto, lo que sabe de ecología y de ciencias de la tierra y medioambientales, es únicamente el resultado de su interés y formación personal voluntaria, con lo que se pueden imaginar ustedes los conocimientos y valoraciones ecológicas que la mayoría de las personas de la calle, salvo excepciones, pueden tener y hacer. Este comentario, que podría considerarse como hecho en tono despectivo, debe interpretarse como una somera y personal descripción de cómo está la  situación social respecto a la  ecología hoy en día. Sin embargo, y a pesar de todo, ustedes comprobarán que con cualquiera que se hable de temas medioambientales parece saber más que el más docto catedrático de ecología que se conozca. Todo el mundo aparenta saber qué es lo que se debería haber hecho en tal sitio o lugar, y desde luego, en absoluto coincide con lo ejecutado. ¿Quién no recuerda haber oído algún comentario en el que la carretera, por ejemplo, que acaban de terminar cerca de su pueblo, con sus preceptivos informes ambientales aprobados, “no debería”  pasar el lugar por donde la han hecho, argumentando que es el peor trazado que podía elegirse, o con abundantes umbrías? Es lo habitual. Como habitual es el no pestañear ni quejarse en público ante las actuaciones de los grupos ecologistas, que aunque resultan incómodas o molestas para la vecindad, son considerados por muchos como personas de fiar, pues son “los que saben” y además “por algo salen a protestar así para evitar la destrucción de la naturaleza”.
            Es cierto que los currículos educativos españoles han dado un paso de gigante en ese sentido. En las últimas reformas educativas se han incluido en los temarios varios apartados referentes a temas ecológicos, que bajo un prisma educativo adecuado, pueden servir a formar personas respetuosas con la naturaleza. Han de pasar unos cuantos años para que se note realmente este efecto, pero, mientras tanto, se han de marcar unas pautas de comportamiento socioecológico para todos basadas en criterios científicos. La gran duda que muchos alumnos me plantean a menudo es si haciendo una serie de actos típicos de la denominada “conciencia ecológica” están haciendo algo útil de verdad. Si no están perdiendo el tiempo, y, en muchos casos, también el dinero. ¿Eso sirve de algo? La respuesta no puede ser confusa. La actual red social nos hace llevar una vida llena de contradicciones que en muchas ocasiones son difíciles de ver por nosotros mismos. Creemos que lo que hacemos es la única manera de hacerlo. No nos planteamos que cualquier cosa de nuestra vida diaria se pueda realizar teniendo en cuenta algunos de los muchos perjuicios medioambientales que se generan al hacerlas. Ni siquiera somos conscientes de que estamos generando impactos en nuestro entorno, muchas veces sin vuelta atrás. Y es ahí donde se choca frontalmente con las continuas protestas de grupos conservacionistas que llegan a hacerse antipáticos por la contundencia y pintoresquismo de sus generalmente incomprendidos gestos reivindicativos. ¿Tienen razón? ¿Debemos seguir sus consejos y recomendaciones? ¿Somos unos destructores salvajes de la naturaleza si seguimos viviendo como hasta ahora?  ¿No se puede llevar a cabo una iniciativa industrial en ningún sitio sin agredir ecológicamente al entorno?  ¿No hay actuaciones respetuosas con el entorno que hayan sido realizadas o puedan hacerse en el futuro por la administración y otras entidades?

 Si analizamos las noticias de prensa de corte ecológico podremos comprobar fácilmente que están diseñadas en su mayoría por algún periodista científico iniciado en ecología o el integrante de un grupo ecologista, estando  dirigidas a un público aparentemente culto y bien formado en temas medio ambientales. Este fenómeno, no sé si está calculado o no, tiene una doble repercusión: en primer lugar generar en el público la sensación de que se está tratando  un tema con tanta altura científica que resulta casi imposible de seguir, y además, esa misma altura en ciencia se pretende que sea considerada como una verdadera acreditación para ser del todo creíble e inapelable. En segundo lugar, la aplastante proliferación de artículos y reportajes de esta índole hace que la gente relacione únicamente a la naturaleza y el medio ambiente con algo en constante y transcendental peligro, del que somos algunos humanos occidentales los principales causantes. Y lo que es peor, sin remedio. La mayoría de las noticias sobre esos impactos también están relacionadas con las intervenciones ecologistas en contra de alguna iniciativa o plan de actuación en un determinado sitio. La superación de los preceptivos informes de “impacto ambiental” que cualquier gran obra debe tener no es argumento lo suficientemente aceptable, al parecer, como para motivar la realización de estas  protestas. Los informes de ingenieros, topógrafos, geólogos y medioambientalistas no parecen tener credibilidad, quedando así reflejados en numerosos artículos periodísticos. Por tanto, queda claro que el peso real o repercusión que pueden tener estas noticias y artículos en la formación personal de la gente en temas de medio ambiente es imperceptible, por inapropiada para ello. Se comparte el sentido y profundidad medioambiental de los medios de comunicación si antes se tienen abundantes conocimientos e interés sobre el tema.

             Es probable que la administración  debiera hacer un esfuerzo mucho mayor en explicar a la ciudadanía la adecuación de sus actuaciones guardando o haciendo guardar una serie de preceptos medio ambientales. Al no hacerlo con asiduidad se está abocado a una espiral de protesta ecologista que el gran público tiende a confundir, no tiene otro remedio, con lo que la ecología real puede ofrecer. Ese es uno de los grandes problemas producidos por la  enorme confusión reinante en este tema: confundir la ecología y su impregnación social con la práctica ecologista habitual. Si bien es cierto que en esos grupos ecologistas también encontramos personas sensatas y claramente formadas en ecología, eso no suele ser lo habitual, por lo que la contundencia de las manifestaciones a las que nos tienen acostumbrados engulle el objetivo que pretenden. Muchas de esas  prácticas no tienen prácticamente nada que ver con las posturas ecológicamente correctas que se deben adoptar, circunstancia que a menudo es aprovechada por movimientos ultradesarrollistas que, amparándose en el desconocimiento  de la gente, promueven gestos y respuestas de desprestigio hacia lo ecológico que a nadie benefician ni a medio ni a largo plazo, salvo a ellos.
            Por todo ello creo que relacionar ecología y educación no es un atrevimiento sino una necesidad. La vieja idea educativa de que a través de la educación puede transformarse la sociedad, lejos de de ser utilizada con los objetivos de antaño, puede servir para concienciar positivamente a las generaciones actuales y venideras en algo tan primordial como la naturaleza y su conservación, sin renunciar a un uso sostenible de la misma. Todavía no sabemos en qué se van a basar las modificaciones educativas del nuevo gobierno español, pero la noticia de ampliar a tres cursos el bachillerato debería cobijar ideas de corte medioambiental para todos los alumnos del mismo, ya sean de itinerarios científicos o humanísticos. Es algo que nos debe preocupar a todos los ciudadanos  por lo que su formación académica generalista en temas ecológicos debe estar asegurada en una enseñanza que queremos sea de calidad.


           


lunes, 19 de diciembre de 2011

Campos de golf ecológicos

Escudo de Torrebaja (Valencia).


A los vecinos de Torrebaja, en el Rincón de Ademuz (Valencia), donde está previsto uno.

       Han estado de moda durante muchos años. Los de bonanza económica sobre todo. En los años 70, 80 y 90 era el esquí, épocas en las que se desarrollaron proyectos de estaciones en casi todas las montañas españolas para nuevos esquiadores. Era y sigue siendo un deporte masificado donde mucho esnob se dejaba ver por los telesillas vestidos con traje de astronauta. Era el símbolo de modernidad y de progreso de esos tiempos: tener dinero suficiente,  o aparentarlo, como para poder “permitirse” un deporte de ricos hasta la fecha. Desde finales de los años 90 y la década pasada esa moda se desinfló casi a la par del auge de otra moda: los campos de golf. Naturalmente esa devoción deportista venía de la inocente mano de unos interesados constructores que “rodeaban” al verde campo con agujeritos de una impresionante masa de chalés y apartamentos que servirían de refugio a los cansados deportistas. Por supuesto que no todos los campos de golf se destinaban a la gente llana, en general, sino que, y siguiendo la máxima de Santa Teresa “siempre ha habido clases y siempre las habrá”, las instalaciones de élite, con lujos desmesurados y al alcance económico de muy pocos, están en áreas de la Costa del Sol y exclusivas zonas del sur gaditano, dejando para el “vulgo” los parajes y entornos siempre más roceros y de masas como son los del levante peninsular.
       En los últimos coletazos de la fiebre o marea desarrollista del lustro pasado se han diseñado y previsto en la España interior numerosas “actuaciones” encaminadas a la divulgación de este deporte tan peculiar. Y en este sentido resulta altamente significativo que incluso en una de las comarcas más infradesarrolladas y olvidadas de la Comunidad Valenciana, como es el Rincón de Ademuz, y en concreto en Torrebaja, una empresa, al parecer de titularidad irlandesa, se haya interesado en adquirir una buena parte de su terreno, al municipio y a particulares, para hacer allí un gran campo de golf. Como supondrán, en un pueblo de no llega a 500 habitantes, el revuelo ha sido tremendo. Sobre todo por la forma de hacer las cosas. Antes de analizar su repercusión ecológica señalaré que la empresa extranjera interesada obtuvo o encontró  como medio de relación con los habitantes de la localidad, y dueños mayoritarios de las tierras, con una “altruista gestora” formada por señalados personajes de Torrebaja que no dudaron en gestionar y mediar en la compraventa de terrenos y divulgar, además,  los grandes logros que se iban a conseguir  para el pueblo. Tengo entendido que hasta “consiguieron” con esfuerzo de los irlandeses la construcción de un pequeño observatorio astronómico en una loma cercana, reivindicación y deseo  secular  prioritario de los torrebajeros.
El Puntal del Mediero, presidiendo la zona del futuro campo de golf.
       Pero prefiero hacer una serie de consideraciones acerca de la repercusión ecológica que puede tener un campo de golf, tema siempre en controversia con los intereses de empresarios y las ideas ecologistas.  Está claro que la práctica del golf se ha convertido en los últimos años en una importante fuente de ingresos para los sectores turístico e inmobiliario. Se calcula que unas 800.000 personas visitan cada año España para practicar este deporte en los casi 300 campos repartidos en todas las comunidades autónomas, especialmente las mediterráneas. Los grupos ecologistas consideran que los campos de golf producen un fuerte impacto ambiental porque ocupan grandes extensiones de terreno, conllevan la creación o modificación de nuevos núcleos urbanos, utilizan fertilizantes y plaguicidas poco ecológicos, y especialmente, porque consumen grandes cantidades de agua. Según la organización conservacionista WWF/Adena, los campos de golf del mediterráneo constituyen un "riesgo medioambiental creciente": cada uno de ellos gasta el volumen de agua equivalente a una ciudad de 12.000 habitantes.
       Por su parte, los defensores de estas instalaciones deportivas aseguran que no gastan agua potable, sino aguas residuales que reutilizan mediante una planta potabilizadora, contando algunos de estos campos  con modernas tecnologías para optimizar el consumo de agua. Es el caso, por ejemplo de uno que encaja en lo que ahora se llama campo de golf ecológico, de Mossa Trajectum, una urbanización tipo "resort" ubicada cerca de Murcia capital y avalada por el exfutbolista Johan Cruyff, que consume un 60% menos de agua que cualquier otro de la región. Mediante un moderno sistema vía satélite se controla con toda precisión el tiempo y la cantidad de riego necesarios, manteniendo así la humedad y los nutrientes.
        Sin embargo, las organizaciones ecologistas critican que la utilización del agua potable de este tipo de instalaciones es generalizada. Es constatable  la gran cantidad de denuncias de las Confederaciones Hidrológicas por abusos de canales subterráneos y aguas públicas, así como la larga lista de expedientes sancionadores por suministros ilegales de agua. Por ejemplo, según Greenpeace, 27 de los 29 campos de la Comunidad de Madrid han sido denunciados por no utilizar agua reciclada, y la Confederación Hidrológica del Tajo ha abierto expedientes sancionadores contra otros 10. Según Ecologistas en Acción, aunque utilizaran agua reciclada, seguirían constituyendo un despilfarro, puesto que este tipo de agua debería utilizarse en actividades más necesarias para todos los ciudadanos como la limpieza urbana, en la que se usa agua potable.
       ¿Cómo encajar y filtrar la información anterior ante la posibilidad de instalar un campo de golf en una localidad del interior? Después de oír numerosos criterios y “peros” ciudadanos de tipo económico y algún que otro escaso argumento de corte ecologista al campo de golf en Torrebaja,  podemos establecer criterios que pueden resultar útiles a la hora de configurarse una idea más coherente  sobre el mayor o menor acierto de su instalación.
       En primer lugar es de todos sabido el gran éxodo que en las últimas décadas se ha producido en todas las zonas rurales del interior, con el abandono de terrenos agrícolas que durante muchos años fueron explotados por sus habitantes. Por tanto, si hay que decir algo a favor de los campos de golf en esas zonas es que se encuentran con un terreno en su mayoría improductivo y en abandono desde hace años. Esto significa que no se cambia drásticamente el uso del suelo en producción agrícola por un campo verde de explotación turística, sino que se “restaura” ese uso para otro fin. Por otro lado, el agua que se pudiera usar en el golf para su mantenimiento sería, desde luego, en mayor cantidad que la que se pudiera reciclar proveniente de la que se usó para fines domésticos e industriales en  localidades de tan escasa población, con el incentivo de que en esta zona al sur de Teruel, por suerte, el agua no es un producto que falte casi nunca al estar irrigada con varios cursos fluviales de  un casi constante  y abundante caudal. Y aquí no caben consideraciones demagógicamente “solidarias” con los de aguas abajo, a los que se trata de tener en cuenta diciendo que hay que reservarles más agua que la correspondiente al caudal ecológico, y por tanto, que se debe tener contención en el uso del agua que pasa por la puerta de casa. La famosa y demagógica frase de “agua para todos” debe incluir también a los que ven pasar el agua  y se les dice que no pueden tocarla para sus intereses de desarrollo como pueblo, ciudad o región, pues más abajo la “necesitan”.

           Respecto al cambio en el uso humano del suelo no resulta más ridículo, a la vez que muy esclarecedor del nivel de conocimientos ecológicos que tienen los que lo dicen, que escuchar decir que se va a destruir el llamado “ecosistema agrícola”. Quienes eso dicen no contemplan la esencia ecológica de unos huertos rurales, que suelen estar en las llanuras de inundación de los ríos. Llanuras que se usaron por el hombre para cultivar sus necesarios productos alimenticios y que, para ello, “destrozaron” el ecosistema que allí había en su correspondiente fase de sucesión ecológica. El huerto o plantación es un “impacto ecológico” de primer orden. Pero necesitamos vivir y cultivar nuestros alimentos. Si no se hace, como ocurre ahora, ese terreno puede ser utilizado para otro fin, incluso para un ecológico campo de golf, sin tener que sentirse culpables o destructores de la naturaleza por ello. Otra cosa es el instalar esos campos deportivos en preciosas zonas esteparias, como la mayoría de los murcianos, donde hay que llevar agua artificialmente para poder hacerlo, destrozando así ese ecosistema. El costo económico y ecológico es demasiado alto para que unos pocos esnobs indocumentados caigan en la trampa de otros desalmados e incontrolados desarrollistas constructores que no hacen más que ganar dinero a costa de destrozar naturaleza y hacer pensar a esas gentes que tienen así mayor calidad de vida.

Campo de Golf.
        Si el agua entonces no es allí el principal inconveniente ecológico, y el terreno está esperando una actuación de uso, ¿cuál es el problema? ¿la construcción de casas, hoteles y chalets en la zona? Respecto a esto podemos argumentar criterios sostenibles aplicables al desarrollo rural. Estos deben contemplar actuaciones encaminadas al equilibrio, en este caso urbanístico, y que tengan las menores repercusiones medioambientales. Dicho de otra forma: ¿se pueden hacer ampliaciones de calles, barrios, plazas, o polígonos en un pueblo sin estropear el entorno? Confío en que la respuesta a la anterior pregunta haya sido afirmativa, lo que nos lleva a considerar que aceptamos cuando queremos producir un impacto ecológico, grande o pequeño, usando criterios de interés personal o “general”, pero estaremos todos de acuerdo también que en la zona de esas obras de ampliación la naturaleza estaba allí presente antes que nuestros edificios o actuaciones urbanas. Pero para avanzar siempre hay que elegir.
       Muchos que ahora nos dan lecciones de sensibilidad ecológica y de conservación de la naturaleza de su pueblo, viven en una gran ciudad, pues tuvieron que emigrar buscando una “vida mejor” y llena de comodidades, se desplazan como visitantes de fin de semana en coches todoterreno, y no dudan en comportarse como el más rancio de los desarrollistas incontrolados. Por eso, comprensión, honestidad y sentido común deben ser los materiales que se debemos usar en la elaboración de cualquier obra humana que afecte a la naturaleza, en especial en las zonas rurales, lo que acercará posturas intransigentes y demagógicas de quienes no quieren ver que todo el mundo tiene derecho a aspirar a tener una mayor calidad de vida, pero basada en criterios ecológicamente sostenibles.



lunes, 12 de diciembre de 2011

Atapuerca: la otra historia de Homo antecessor


Homo antecessor
              Los datos que voy a exponer a continuación nada tienen que ver con la versión conocida y oficial del hallazgo de restos humanos en la Gran Dolina de Atapuerca.  Lo  que leerán se basa en mi experiencia y conocimiento personal respecto al asunto que relataré, después de pertenecer once años al Proyecto Atapuerca dirigido por Emiliano Aguirre, hasta 1991. Pero todo esto pasó después, y a lo largo de una década. Solo ahora, después de atar muchos cabos, dispongo de información y arrestos suficientes para contarlo a modo de anécdota.
       Como sabrán, en 1994 se dio a conocer  que en el nivel TD6 del yacimiento llamado Gran Dolina de la Trinchera del Ferrocarril de la Sierra de Atapuerca se habían encontrado restos fósiles de homínidos. Según las dataciones técnicas de los niveles estratigráficos esos restos podían ser de unos 800.000 años de antigüedad. Después de Homo heidelbergensis de Sima de los Huesos, de unos 250.000 años, en la Cueva Mayor de la misma sierra, ese resultado podía convulsionar la paleoantropología mundial en relación con la llegada tan temprana a Europa occidental de homínidos, además de hacer de Atapuerca un yacimiento único en el globo en cuanto a restos de hombre fosilizados pertenecientes a distintas especies.
       En 1991 con la jubilación de Emiliano Aguirre, la mayor parte de su equipo, al que pertenecí, salieron del proyecto de investigación en Atapuerca, tomando entonces las riendas de la dirección los tres codirectores por todos conocidos. Unos años después, en 1997, yo codirigía con mi amigo y profesor de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Universidad de Zaragoza, José Miguel Calvo, un Curso de Doctorado basado en las reconstrucciones paleoecológicas y su didáctica. Decidimos llevar al alumnado como práctica de campo a Atapuerca. Y aquí comienza una escena que se parece mucho a la que yo mismo describí en mi novela titulada “Proyecto Homo. Atapuerca bajo la amenaza de un complot internacional”, de Ed. Certeza de Zaragoza. Como conocía desde hacía muchos años a personas relacionadas con Atapuerca pude contactar y acordar con Ana Isabel Ortega, arqueóloga y espeleóloga amiga mía del equipo burgalés, para que completara la información que se iba a ofrecer de los yacimientos excavados de la Trinchera de Atapuerca a los alumnos del curso de doctorado. Esperando su llegada en Ibeas de Juarros, localidad cercana al yacimiento, fue enorme mi sorpresa al ver que tres coches llenos de gente paraban a nuestra altura junto a la acera. Era Ana Isabel y varios arqueólogos más que la acompañaban, pues estaban interesados en que yo, como conocedor de la estratigrafía de esos rellenos kársticos, pues fui el encargado de levantar las columnas estratigráficas en su día para muestrear y hacer mi tesis de micromamíferos, les “confirmara” que el nivel donde se habían encontrado los restos del llamado Homo antecesor tres años antes, el TD6, era realmente ese y no otro. Comprenderán lo chocante de la escena en la que alguien ya ajeno a Atapuerca,  y nada menos que tres años después del hallazgo del homínido al que habían paseado por revistas y televisiones, tuviera que confirmarles algo que debería estar solucionado de antemano. ¿Se puede excavar un nivel sin saber exactamente cuál es? ¿Se pueden obtener fósiles sin poder referenciar automáticamente el estrato al que pertenecen? Le contestaré con rotunda certeza que no, que solo sin saber bien lo que se hace se pueden tener reticencias estratigráficas, y más en algo tan trascendental como situar en su contexto temporal y litológico al que se supone es el europeo más antiguo.

       Ante  algo tan inesperado y sorprendente, y permaneciendo completamente hermético ante el grupo de arqueólogos, me dirigí por carta a los pocos día a Emiliano Aguirre para felicitarle por el Premio Príncipe de Asturias, recién concedido, y para exponerle mi sorpresa al “descubrir” esa “aparente falta de rigor” en la toma de datos a pie de estrato que habían tenido y para comentarle además lo que yo había visto en el perfil de los estratos TD6 y TD7 de Gran Dolina. En ellos aparecían señales claras en el sedimento de “desgarres”, ese fue el término que utilicé en mi carta, orientados hacia abajo, donde claramente se veía un cierto  "desplome” de materiales, arrastrando sedimentos hacia abajo, desde los subniveles más altos, y de TD6 y 7, algo habitual en los depósitos de relleno de cuevas. La contestación que recibí de Emiliano fue la que sigue:


       He de reconocer que no me aclaró nada esta contestación, aunque deduje, ante la falta de su habitual claridad en sus apreciaciones, que algo no encajaba en la asignación estratigráfica de los restos de homínido encontrados en Gran Dolina. Y Emiliano lo sabía igual que yo. Todo esto quedó así. Pasó el tiempo y los humanos más antiguos de Europa se hacían un hueco en el conocimiento de la historia evolutiva del los seres vivos, aunque, a nivel de especialistas tengo entendido que no parece que esté tan claro que esos restos fósiles de hombre, con rasgos óseos faciales y craneales posiblemente antiguos  sean asimilables a los que presenta su  dentición, por lo que no resultan ser del todo convincentes las conclusiones de su estudio para algunos antropólogos.
       A los años, en concreto en el 2003, Emiliano y un grupo de su antiguo equipo de Atapuerca, los “exiliados” como algunos nos denominaban, fuimos a dar una serie de charlas informativas respecto a las aportaciones que en la investigación del Pleistoceno se habían hecho desde el trabajo de investigación de  Atapuerca.  Ese  año las charlas se realizaron en la Universidad  privada de Segovia, SEK, curso que dirigió D.  Helio Núñez. Al terminar mi charla sobre estratigrafía y micromamíferos de Atapuerca, y durante un receso para almorzar, se nos acercó una persona que, según dijo, y cito textual : ” tenía muchas ganas de conoceros pues había oído hablar mucho de vosotros”. Pidió compartir mesa con el grupo y fue allí donde nos relató algo verdaderamente asombroso. Su pareja sentimental había estado como excavadora en el nivel TD6 de Gran Dolina precisamente el año 1994, en el que se obtuvieron los restos de Homo antecesor, sin recordar ella que en ningún momento se sacaran restos de homínidos en ese nivel. Toda la historia del hallazgo de hombre y minuciosa excavación en la famosa “capillita” del subnivel “Aurora” del TD6 de Gran Dolina, que tantas veces ha sido aireada por miembros del equipo, parecía ser, por tanto,  pura ficción. Lo que sí recordaba con claridad era el sobresalto que se llevaron un día los paleontólogos en el “laboratorio” de campo instalado en Ibeas de Juarros donde, revisando y clasificando los fósiles conseguidos durante la jornada de trabajo, comprobaron que eran humanos unos fragmentos óseos del nivel TD6 determinados en el  yacimiento como  tortuga. Además, el nivel TD6 contiene restos de un roedor, Mimomys savini, que ya cité en mi tesis en 1987, y que al parecer se buscó apresuradamente junto a los restos de homínidos para asegurar la antigüedad del estrato, pues es una especie que desaparece hace casi 600.000 años. De saber con claridad que el estrato que se excavaba era el TD6, la datación estaba ya dada con el roedor, no haciendo falta buscarlo de nuevo junto al hombre. ¿Qué significaba todo esto? 

Recontrucción paleobiológica de H. antecessor.
        No sigo. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Solo me queda decir y expresar mi deseo de que las filogenias humanas que se proponen desde la ciencia al conocimiento humano estén realizadas con criterios basados en la honestidad y rigor científicos. Pero antes de terminar les recomiendo que lean el siguiente párrafo de Emiliano Aguirre sobre el hueco que le hace a esos homínidos de Gran Dolina en el panorama evolutivo de los seres vivos. Pertenece a su discurso inaugural en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de 2011:



domingo, 11 de diciembre de 2011

Museos paleontológicos

      
       El 16 de mayo de 2011 se firmaba en la Diputación General de Aragón la Orden en la que se producía en cambio de nombre del museo Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel por el de Museo Aragonés de Paleontología. Por fin teníamos en Aragón un excelente museo de fósiles radicado en la capital de la provincia aragonesa con más repercusión mundial, desde un punto de vista paleontológico, por lo que podemos y debemos estar orgullosos.

Museo Aragonés de Paleontología, Teruel.

       Pero todo esto no ha surgido de la nada ni de repente. Hace ya unos cuantos años que en Teruel funciona con éxito el complejo Dinópolis, con sus satélites expositivos diseminados por la provincia. Además de los elementos propios de un parque temático, pues esa era la idea original, la dirección y gerencia de Dinópolis se encargó de darle al parque una dimensión investigadora y expositiva que puede competir hoy en día con los mejores museos paleontológicos europeos. Frutos de esa investigación, entre otras, es el importante hallazgo de los restos del gran dinosaurio Turiasaurus riodevensis, cerca de la localidad turolense de Riodeva. Casi todo el mundo interesado en paleontología conoce esos fósiles y su importancia, habiendo sido últimamente expuestos adecuadamente en el Museo Aragonés de Paleontología del complejo Dinópolis.

Sala museo Universidad Zaragoza.

       Y desde luego seríamos muy injustos en esta sociedad aragonesa si no tuviéramos en cuenta otras actuaciones museísticas hechas en Aragón con anterioridad a toda la instalación de Teruel. Por supuesto hay que reconocer también el gran valor pedagógico y divulgativo-turístico de los muchos museítos paleontológicos que han surgido en los últimos años en diferentes localidades aragonesas. Pero sobre todo es necesario, en mi opinión, reconocer el empeño y gran trabajo hecho calladamente, durante décadas, desde la de los 80 hasta la primera de este siglo, por el Museo Paleontológico de la Universidad de Zaragoza, que dirigido por el catedrático de paleontología Dr. D. Eladio Liñán, ha sido el banderín de enganche y aprecio a la paleontología en general por parte de innumerables personas, ajenas muchas de ellas a la paleontología profesional, y que, “enamoradas” de los fósiles han tenido una vía de expresión de sus anhelos y entusiasmos a través de ese museo. Creo que se puede decir sin complejos que ha servido, mucho más que cursos y conferencias, para que la ciencia tendiera una mano de conexión con la sociedad, que tantas veces no ha entendido cómo los científicos parecían vivir un tanto “al margen” de la vida social. La asociación de amigos del museo (SAMPUZ) ha sido y es un ejemplo de tesón y buen hacer en el difícil objetivo de divulgar y, a la vez, respetar los fósiles y la paleontología. Es por eso una verdadera lástima que los intereses, seguramente políticos, hayan hecho llevar al cierre, por ahora, de la sala universitaria donde se mostraban los fósiles de sus colecciones.


Museo Aragonés de Paleontología, Teruel.

       Es muy cierto que en las últimas décadas las cosas han cambiado mucho en lo que a mostrar fósiles se refiere, siendo Aragón la primera comunidad autónoma en proteger su gran patrimonio paleontológico. El proceso legal comenzó el año 1985 para regular la obtención de fósiles (16/1985, BOA del 8 de marzo), hasta llegar a la actual ley del Patrimonio Cultural Aragonés (BOA, 29 de marzo de 1999), siendo los profesionales de la paleontología de la Universidad de Zaragoza los principales impulsores.
Museo Aragonés de Paleontología. Teruel

       Independientemente de la protección legal de los fósiles que se ha hecho en el territorio aragonés, una gran parte de las riquezas paleontológicas que se conocen y exhiben en diferentes museos y exposiciones han sido obtenidas con anterioridad a la legislación y creación de museos. Es justo  el reconocer  el gran papel que han  interpretado los investigadores en paleontología en Aragón y desde Aragón, así como los buenos aficionados, que sin ánimo de lucro y mucho menos de expolio o destrucción, han contribuido, de alguna manera, al conocimiento y difusión del registro fósil de nuestra región. Los fósiles, considerados como vestigios excepcionales de la vida del pasado en la Tierra, no pueden ser considerados únicamente como piezas de colecciones, ya sean particulares, científicas o de grandes instituciones museísticas, sino que deben ser un vehículo para el aprendizaje y conocimiento de las distintas comunidades de vida que nos precedieron en el proceso evolutivo de los seres vivos.
        Y por ello es necesario seguir cambiando el ya anticuado concepto de museo tradicional, en el que la mayoría de nosotros  hemos sido  educados. Es necesario dejar de identificar aún a los museos paleontológicos, como lugares donde se exponen ejemplares de fósiles más o menos excepcionales, agrupados por tipos de organismos o por edades, en unas preciosas vitrinas iluminadas. Hay que diferenciar claramente entre colección de fósiles, exposición  de fósiles, y museo paleontológico. “La piedra angular para la conservación de cualquier patrimonio son los Museos. De nada sirve legislar sobre bienes culturales si luego éstos no pueden conservarse y ser dignamente expuestos para su estudio, disfrute y reflexión de los ciudadanos”. El “disfrute y reflexión de los ciudadanos” al que hace mención el profesor Liñán en su frase anterior debe ser una pieza clave y objetivo primordial, aunque no el único, a la hora de confeccionar cualquier proyecto de investigación paleontológica o museístico. No hay que olvidar que el último fin debe ser el transmitir al ciudadano y hacerle partícipe de los avances de esta ciencia.

Turiasaurus riodevensis

        ¿Pero, por qué debe cambiar el concepto de museo paleontológico? Veamos. En primer lugar, existe un creciente interés de la gente por la paleontología, debido, sobre todo, a la gran influencia que han tenido los medios de comunicación y el cine, que en algunas ocasiones han servido de motor indiscutible en la divulgación y difusión de estos temas. El público ya no se conforma con solo ver perfectos ejemplares fósiles, por lo que la  principal necesidad del público al visitar un museo paleontológico se basa en la interactividad personal con el objeto expuesto, partiendo de una formación personal previa que permita la comprensión de lo que ve, para lo que, sin duda,  es necesario saber mostrar adecuadamente los fósiles. En segundo lugar, por el importante esfuerzo por enseñar que desde los centros de investigación paleontológica se ha venido realizando. Ya no sólo existe un interés por estudiar un conjunto de restos fósiles de tal edad o grupo, sino que se siente la necesidad de contarlo, exponerlo, darlo a conocer, con el fin de hacer partícipes a todos aquéllos que estén interesados. Esto hace que las técnicas expositivas se refinen al máximo para cumplir con los objetivos museísticos propios de esta disciplina. Por eso es necesario cambiar. Esperemos que la moderna tecnología aplicada en las espectaculares instalaciones del Museo Aragonés de Paleontología de Teruel cumpla con los requerimientos sociales de hoy en día.
Logotipo de SAMPUZ

Turiasaurus paseando por la ribera del Turia...




Urbanismo y rocas

Plaza de La Seo, Zaragoza.


       La utilización de rocas por la humanidad para su uso en la edificación y construcción de diferentes estructuras utilizables no es algo nuevo. Desde tiempos inmemoriales los minerales y rocas han formado parte de los entornos  humanos en las vidas de todas las sociedades. Desde la ocupación de cuevas por humanos prehistóricos, pasando por la construcción de palacios en época romana, medieval, renacentista y moderna, hasta el uso intensivo de materiales rocosos en la adecuación y reestructuración de pueblos y ciudades en la actualidad, las rocas y la necesidad de conocer la geología  para su identificación y extracción se han hecho cada vez más habituales en nuestros  acervos culturales y decorados urbanos.

Fuente de la Plaza de La Seo, Zaragoza.

       Es en ese marco  donde debemos ser cautos en la acertada elección de rocas y materiales naturales para su uso. No todo sirve por igual, aunque todas sean rocas. Cuando se quiere tener consistencia en el espacio remodelado con rocas se suele recurrir a las ígneas, las originadas por la solidificación de magmas, siendo muy utilizadas las tipo granito, de las que hay muchas variedades con vistosos y variados colores, y estructuras internas. En otros casos de decoración externa de un monumento o plaza, las rocas ígneas se alternan con otras de origen sedimentario que no tienen la consistencia de las magmáticas, por lo que  el acierto en su elección es más delicado.
       En 1991 se inauguró la remodelación de la Plaza del Pilar de Zaragoza y sus alrededores. Era una obra necesaria en ese entorno emblemático de la ciudad donde los espacios se abrieron paso para adecuar, con respeto,  la tradición e historia ciudadana al empuje de los nuevos tiempos. Se emplearon rocas ígneas como granitos, monzonitas, gabros; metamórficas, como serpentinitas y  mármoles; y unas cuantas sedimentarias, como las calizas travertínicas. Estas últimas son rocas calcáreas, blandas y oquerosas, debido a la precipitación de carbonato cálcico en torno a restos vegetales que le dan ese aspecto tan característico y que tanto gusta para la decoración del interiores, como cubrerradiadores o mesitas de centro. Pero a nadie se le ocurre poner esa roca como lápida de cementerio, por ejemplo, pues suelen ser bien asesorados por los llamados “marmolistas”. En ese gremio suele haber personas que, por experiencia, recomiendan acertadamente al cliente el uso más adecuado para cada tipo de roca de que disponen. Y desde luego el  ”travertino” para decoración exterior no es lo habitual.

Suelo de travertino de la Plaza de La Seo, Zaragoza.
      
Disolución de junturas de placas de travertino.
        Por eso es difícil de entender que una roca tan soluble como esa, y tan frágil al cortarse en finas láminas para su uso, constituya por decisión de algún “técnico”,   el “vaso” o recipiente de una fuente ornamental y gran parte del suelo de donde se encuentra esa fuente, como es  la Plaza de La Seo, segunda gran catedral de la ciudad de Zaragoza. Inaudito. Aún recuerdo cómo durante los primeros años después de inaugurarse se encontraron con problemas de filtración de aguas en el Museo del Foro Romano situado debajo de la plaza, teniendo que hacer obras extra de sellado del techo del museo. Además de los problemas continuos desde entonces de resbalones y lesiones producidos por el “barrillo” que se origina, por disolución de la caliza, cada vez que llueve. Supongo que es carísimo y muy difícil el cambiar esas losas de caliza travertínica de la plaza, pero conviene saberlo para que se tenga en cuenta en posteriores intervenciones urbanísticas en las que la decoración sea con rocas. La seguridad de las personas y la adecuación de las rocas a utilizar en un entorno urbano deben ser prioritarias al bonito contraste artístico de colores y resultado vistoso en su diseño.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Aguafiestas


Impresionante derroche en iluminación navideña. Calle Alfonso I, Zaragoza.

       No resisto la tentación de comentar el artículo publicado en Heraldo de Aragón del día 9 de diciembre de 2011, de la agencia EFE, titulado:
"Los ecologistas denuncian el derroche de luz en las fiestas navideñas", donde se especifica:
       Ecologistas en Acción ha denunciado la iluminación de unas fiestas "insostenibles" que llenan las calles de las ciudades españolas con millones de luces "en un acto de derroche" cuyo objetivo claro es el de "fomentar el consumo".
       La ONG defiende que la iluminación navideña se debe limitar a días señalados, en un horario más reducido que el actual, y con electricidad proveniente de fuentes renovables.


      


       Esto no es nuevo ni novedoso. Están en su papel. No hay forma ni nadie que se encargue como ellos de hacer sentirse mal a la gente en cuestiones medioambientales, en cualquier fecha del año. Todo, absolutamente todo se hace mal, a destiempo, desproporcionadamente, y siempre con afán destructor de la naturaleza, con o sin conocimiento de ello. Es tan ingente la cantidad de CO2  que se emite a la atmósfera con la iluminación navideña que es necesario alertar a la población de semejante mal. Y además, se “fomenta el consumo”. De libro. ¿Si esa iluminación se hiciera como en Sevilla, donde dicen que se obtiene la energía lumínica navideña del Sol (eficiente y renovable), se evitaría fomentar el consumo? Se refieren sin duda a la gran cantidad de regalos y comidas especiales que se hacen estos días navideños, aunque no creo que tengan en cuenta los desvelos  de nuestros responsables económicos que dicen que hay que reactivar el consumo para así activar la economía y ayudar a la salida de la crisis. Ni tampoco habrán caído en la cuenta de que para que ahora mismo estemos escribiendo esto, y ustedes leyendo, nos hemos tenido que enterar de su  angelical y oportuno mensaje a través de un sistema informático o comprando (maldito consumo) un periódico donde ellos han querido que se expresara su opinión. Y digo yo que eso también es una forma de colaborar en la emisión de gases a la atmósfera, que tanto nos preocupa. Parece que  les preocupa más que a la gente les vaya bien la venta en sus negocios esta Navidad, y no tengan que cerrar; que la gente pueda vivir unos días un corto paréntesis temporal con cierta ilusión, aunque sea ficticia; y sobre todo, que, y como argumentan desde la asociación valenciana Ecollum, les preocupa algo tan echado de menos en las últimas décadas por la sociedad como lo expuesto en el párrafo siguiente  sacado de las páginas del periódico El País: “Frente a la belleza con la que pretenden dotar los ayuntamientos a los municipios, los ciudadanos pasean en Navidad bajo un cielo contaminado lumínicamente, en el que todo rastro de naturaleza ha desaparecido”. De postal, ¿no?

       Sin embargo, no faltarán abundantes referencias ecologistas de alabanza a las sociedades de los países nórdicos, tan ecológicas ellas en sus actos cotidianos, pero muy parecidas a otras en temas socioeconómicos. Por ejemplo, la verde  Noruega ha encontrado un negocio perfecto. Por un lado se enriquece vendiendo su gas y su petróleo, y por otro lado vende el sobrante de su cuota de CO2 posiblemente a aquellos mismos que le compran el gas y el petróleo. Noruega le dio el Premio Nobel de la Paz a Al Gore por combatir el cambio climático y no para de transmitir a los cuatro vientos su preocupación por el calentamiento global. Esto está muy bien de cara a la galería y marketing ecologista, pero su política real consiste en firmar un acuerdo con Rusia para perforar en busca de petróleo en el mar de Barents. Los periódicos europeos, siempre en alerta y políticamente correctos con quienes quieren, armaron gran escándalo cuando se debatía en Estados Unidos la posibilidad de perforar en el Ártico, frente a las costas de Alaska, pero parece que su propio lado del Ártico no les preocupa tanto, ¿o es que a la ecologista Noruega le perdonamos todo? En formas de vida en consonancia con la naturaleza se nos hace ver que son un ejemplo a seguir, pero en alguna cuestión navideña tampoco difieren tanto de nosotros, y no solo en temas de iluminación callejera. La foto de abajo está tomada en Oslo,  dos minutos después de las campanadas de Noche Vieja. Son fuegos artificiales. ¿Increible, no? Parece un incendio, pero no lo es. Hace tanto frío en Enero que las autoridades no organizan fuegos artificiales porque nadie iría a la calle a verlos. Sin embargo, parece que todo el mundo sale a su jardín o a una ventana, enciende su fuego artificial y vuelve a entrar en casa. Eso sí, puntuales como buenos nórdicos.  ¿Eso no es derroche, consumo innecesario y produce contaminación atmosférica? Quiero imaginar que la campaña de Ecologistas en Acción  de Noruega, si existe, será implacable.

Oslo (Noruega) en la Noche Vieja.

       Y después de todo esto, saben qué es lo peor, pues que en el título del artículo de Heraldo de Aragón pone “Los ecologistas…”. Eso no es correcto. De la “parte” no puede concluirse o interpretarse el “todo”. Aquí somos muchos los que estudiamos y nos preocupamos por el medio ambiente y la ecología. Somos de ideas ecologistas, y sin pertenecer a asociaciones subvencionadas por instituciones públicas. Algo hay que corregir…, y sin echar cohetes artificiales. Insistiremos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Niveles educativos


       Hay confusión. Muchos alaban y consideran el informe PISA como la prueba del algodón educativo. Sus pruebas, cuestionarios y encuestas varias dan como resultado que el nivel que tienen muchos de los alumnos de este país no llega ni a la suela del zapato a muchos de nuestro “entorno” inmediato y no tan inmediato, como los países nórdicos. De sus sesudos análisis se deduce que  la enseñanza en España es de bajo nivel, aburrida y poco formativa, en especial en la educación secundaria. Y esto lo dicen y secundan desde cualquier ciudadano de la calle hasta alguno de los mejores catedráticos del panorama universitario español.
       Por experiencia sé que hay muchos profesores universitarios que abominan del nivel académico con el que “llegan” a sus universidades estos pobres estudiantes, teniendo que recurrir a estrategias docentes poco habituales en sus trayectorias profesionales, no por innovadoras o creativas, sino por, de alguna manera, tener que reciclarse en la manera de dar sus clases para que los recién llegados a la universidad les “entiendan”. ¡Pobre gente, lo que les toca vivir!

        En ocasiones comparto con algunos de  esos eminentes profesores  las pruebas de acceso a la universidad, donde suelo ir a formar parte de los tribunales de las PAU casi cada año, y suelo rebajar su ansiedad y disgusto recordándoles ciertas cosillas y datos, sobre todo si son de una edad parecida a la mía, de nuestros tiempos de los años 70, repasando juntos y recordando algunos de los “densos” contenidos con los que llegábamos nosotros a la universidad. Y los pobres, sacándoles de su amnesia y aunque les cuesta reconocerlo, llegan  a  considerar como   escasa la formación, en comparación con la de ahora, con la que nos hacíamos universitarios. Porque entonces nadie sabía ni palabra de informática, ya que no existía, ¿saben?  En 1987 leí mi tesis doctoral en Paleontología en la Universidad de Zaragoza, y fue la secretaria de ese departamento quien pasó a máquina de escribir el texto de la tesis, pues no había ni un solo ordenador en todo el departamento de Ciencias de la Tierra. Ahora  los alumnos de 2º de bachillerato dominan perfectamente el manejo de un ordenador, y muchos años antes, con el consiguiente tiempo de aprendizaje que ello conlleva. En mi tiempo llegué a la universidad sabiendo  francés (no se daba inglés), y yo diría que bastante bien pues se me dan bien los idiomas, pero algunos de mis compañeros entraron por  lo que entraron, pero no por saber ningún  idioma. Hoy en día muchos estudiantes de secundaria estudian dos e incluso tres idiomas.
       Una queja seria es la de sus conocimientos en ciencias, especialmente de matemáticas. Claro, los pobres estudiantes no tienen tiempo, como lo tuvimos nosotros, de dedicar un par de meses en nuestro bachillerato a hacer cientos de logaritmos decimales con las tablas de logaritmos, claro, a mano. Esa experiencia, con la que los alumnos de ahora no cuentan, supondrán lo que nos ha enriquecido en la vida, y el entusiasmo que desde entonces tuvimos todos por las matemáticas. ¡Eso si que era motivación y gracejo a la hora de “aprender “¡ En otra asignatura de ciencias, como la Biología o la Geología  se están impartiendo ideas y conceptos que yo aprendí en la universidad y otros, fuera de ella, muchos años después. Pero ahora  parece que es imprescindible que se sepan para entrar en la universidad. Hay días que a mis protestones  compañeros del instituto  respecto del nivel del alumnado les paso a leer alguno de los exámenes que les pongo a mis alumnos de 2º de ESO, por no abusar dándoles uno de bachillerato, y leen las preguntas sin entender absolutamente nada de lo que pone. ¿Pero no fueron educados en una época con un nivel casi inmejorable? ¿No saben contestar esas preguntillas?  ¿Cómo pueden quejarse del nivel de los alumnos, si ellos tampoco lo tienen? Algo pasa, y muy serio.


       Pero la gente cree que las informaciones que se dan en los medios de comunicación, avaladas por el informe PISA, eso sí, son reales y ciertas. Ellos no tendrán ni idea de la contestación adecuada de las muchas disciplinas del bachillerato actual, pero están completamente convencidos que el nivel académico de los alumnos de hoy es bajo, malo, y casi rayano en el ridículo. Y ni se paran un segundo a comparar con el que ellos mismos tenían cuando fueron a la universidad, si es que fueron. Otros grandes teóricos y aparentemente contestatarios profesores e investigadores universitarios ponen sobre la palestra datos referentes a  la consideración como educación de gran calidad a la de los países nórdicos, como Finlandia. Aquí os dejo un interesante enlace (http://www.yorokobu.es/la-confianza-clave-del-exito-educativo-en-finlandia/)  respecto al supuesto  gran descubrimiento sobre el funcionamiento de la educación en ese país. La gran aportación a la educación y sus logros se basan en la “confianza” del alumnado sobre el profesorado, la motivación, la transparencia, y la libertad de actuación docente en el aula, dando criterios de búsqueda de información, creatividad y asentamiento de ideas fuera de la norma propia de la Ilustración de memorizar abusivamente. Supongo que al leer esto se habrán quedado de piedra al ver  lo atrasados que estamos aquí, ¿no? Si por hacer “eso” en clase se consiguieran resultados deslumbrantes, aquí seríamos una colección de Premios Nobel. Y debe ser por eso por lo que en Finlandia destacan en el mundo absolutamente en todo, claro, además de en excelentes resultados académicos registrados en el informe PISA.
       Que la memoria no debe ser la pauta de comportamiento en el aula es algo en que la gran mayoría del profesorado de secundaria está de acuerdo, pero también estamos de acuerdo en que la suposición de que un alumnado, sea el que sea, está permanentemente motivado por saber, necesitando para conseguirlo un método de búsqueda de la información en un ambiente de libertad y transparencia de ideas, es algo tan utópico e infantil que casi no merece la pena rebatirlo. Las muchas asignaturas de cada curso, los muchos contenidos en cada una de ellas, los encorsetamientos temporales, cuando no climáticos y temperamentales (no sé si entienden de eso en Finlandia) hacen que la realidad sea bien distinta a las necesidades conceptuales de teóricos ambiciosos, poco amigos de la tiza en general, y que se permiten “pontificar” sobre cómo debemos hacerlo. Hacerlo los demás, claro. Por supuesto que con confianza, admiración hacia el profesor, y ejemplo diario en el aula se consigue mucho más y mejor en cuanto a resultados, pero, seamos serios, hay que saber y tener conocimientos que solo con un duro esfuerzo y trabajo diario, del de siempre, se consigue tener y adquirir en tan poco tiempo como el que se dispone. No he tenido nunca un alumno finlandés, pero si noruegos y de otras naciones, que por su “buen” expediente les concedieron venir becados a España a estudiar su bachillerato y de paso practicaban español . Los pobres, y con todo mi respeto, no tenían ni idea de nada de lo que aquí se sabe y aprende a su edad: ni de matemáticas, de ciencias naturales,  ni química. ¿Qué aprenden allí? ¿La transparencia, confianza y  libertad   no dejó huella en su aprendizaje? No sé en qué conocimientos se basarán los informes académicos en sus países, pero lo que sí puedo decir es que aprendieron tantas cosas de la vida, además de académicas, aquí, con sus compañeros españoles, que están deseando venir cada año  por vacaciones. Eso que aprendieron ¿no forma parte del aprendizaje de una persona? Qué lástima que no se valoren esos aprendizajes en ningún informe ni consten en sus expedientes.
       A mis alumnos de segundo de bachillerato siempre les digo que no tengan en cuenta las muchas informaciones demoledoras que oyen, ven y leen respecto al bajo nivel académico que se tiene al acabar sus estudios secundarios. Qué más quisieran, los que eso dicen,  que haber tenido el nivel que ahora tienen los chavales de 17/18 años al entrar en la universidad. Con el esfuerzo, trabajo y dedicación que le dedican al estudio muchos de ellos, y lo mucho que se preocupan por sacar una media de nota adecuada para poder entrar en la carrera elegida, y que además se diga y considere en esta sociedad que ese nivel conseguido es bajo, es, simplemente, indignante, mentira y casi obsceno. La ignorancia es muy atrevida.


martes, 6 de diciembre de 2011

Periglaciarismo en el Rincón de Ademuz



Rincón de Ademuz (Valencia).
      
       Resulta interesante descubrir en las sierras ibéricas del Rincón de Ademuz, enclave valenciano situado entre las provincias de Teruel y Cuenca, nuevos rastros de modelado geológico periglaciar. En concreto, se trata de una extensa área con unos bien desarrollados “suelos estriados” sobre materiales calcáreos del Jurásico, próximos  al lugar conocido como El Hontanar. Según el catedrático de Geodinámica Externa de la Universidad de Zaragoza, Dr. D. Mateo Gutiérrez Elorza, en su obra "Geomorfología Climática" (2001), de Editorial Omega, Barcelona, el término periglaciar fue utilizado por primera vez en 1909 para referirse a las condiciones climáticas y geomorfológicas de las zonas periféricas de los casquetes de hielo pleistocenos. Con posterioridad, este término se ha extendido para designar procesos y características de climas fríos, sin tener en cuenta su proximidad temporal o espacial con los glaciares

       Los ambientes periglaciares se caracterizan por un predominio de los ciclos de hielo y deshielo del terreno y por la existencia de un permafrost o terreno perennemente helado. Ambos o uno de ellos son comunes a todo el dominio periglaciar. Así, algunas de las formas periglaciares no están asociadas con la presencia de  permafrost. El dominio periglaciar se desarrolla en las zonas polares y en áreas alpinas de latitudes medias y bajas de muchas cordilleras del mundo, ocupando en la actualidad una quinta parte de la superficie del globo, con  una amplia variedad climática, de temperaturas medias anuales próximas o muy por debajo del punto de congelación y, por lo general, con una amplitud térmica anual importante. Las precipitaciones totales anuales oscilan considerablemente de unos ambientes a otros, con valores que fluctúan entre 50 y 1400 mm, variando levemente estas cifras según los autores.
Se establecen las diferenciaciones climáticas de los medios periglaciares teniendo en cuenta la combinación de la temperatura, precipitación, viento y distribución estacional. Se distinguen así tres grandes tipos de climas periglaciares:

       a) Climas secos con inviernos rigurosos, que se localizan en la zona subpolar del hemisferio Norte; b) Climas húmedos fríos con inviernos pronunciados, en el que se diferencian dos tipos: ártico y de montaña; y c) Climas con débil amplitud anual de temperaturas. Estos tienen una temperatura media anual próxima a los 0°C y con una amplitud térmica en torno a los 10°C. Se distinguen dos tipos: el correspondiente a islas de altas latitudes, y el tipo de montañas de bajas latitudes, que carece de variaciones estacionales significativas de temperatura y la amplitud diurna es muy marcada y superior a la amplitud anual. Las precipitaciones son elevadas, excepto en montañas áridas. Estos rasgos traen consigo la inexistencia de permafrost, el desarrollo de numerosos ciclos de hielo-deshielo, escasa penetración de la helada y acción del viento nula excepto en montañas áridas, caracteres estos reconocibles de la zona en la que se han localizado estos suelos estriados del Rincón de Ademuz, aunque con ciertas concesiones respecto a la variación de amplitud térmica, y sin tener en cuenta su relativa latitud, no baja, sino media.

Suelos estriados

       Las bandas o suelos estriados están constituidos por un conjunto de franjas paralelas a la línea de máxima pendiente de la ladera. Los suelos estriados se caracterizan por la alternancia  que  se produce entre franjas de clastos y otras de material más fino. Por lo general suelen ser rectas y alcanzan hasta los 120 m de longitud. Los ejes mayores de los clastos están en el plano vertical y paralelos a la banda.
      Los suelos   ordenados estriados de El Hontanar tienen  entre los 50 y 60 m  de longitud, con abundantes lajas verticalizadas de gran tamaño.

Suelos estriados. El Hontanar, Rincón de Ademuz.

       Aunque se han llevado a cabo consideraciones sobre la génesis de los suelos ordenados periglaciares, su origen es problemático. No hay duda de que los suelos ordenados son poligenéticos, por lo que formas similares pueden deberse a diferentes procesos genéticos. Además, la actividad de algunos procesos puede producir formas distintas. Todo ello indica que, a pesar de la gran literatura existente sobre esta temática, el origen de los suelos ordenados periglaciares permanece aún lleno de interrogantes.

Suelos estriados. El Hontanar, Rincón de Ademuz.
Suelos estriados. Detalle.


       Este hallazgo geológico permite enriquecer el conocimiento geológico que se tiene de esta comarca valenciana, además de resaltar una vez más el interés que debe suscitar el estudio de esta zona desde todas las disciplinas y especialidades de la geología, lo que permitirá interpretar mejor su evolución a lo largo de los tiempos geológicos hasta la actualidad.