Se
acaba de realizar la VII Olimpiada Geológica de Aragón. Uno de los objetivos
fundamentales es la promoción y difusión del grado de Geología de la
Universidad de Zaragoza. Además resulta una actividad académica de primer orden
para los alumnos de bachillerato que quieren medir sus conocimientos adquiridos
en la materia. Por eso cada año son más
los alumnos inscritos en las pruebas, que han pasado de 44 en las primeras
olimpiadas a los 127 de estas últimas.
La
excelente organización llevada a cabo por personal de la universidad permite
diseñar unas pruebas que representan un verdadero muestreo de cuestiones y
conocimientos de casi todas las disciplinas que engloba la Geología. Tras una
prueba de realización individual basada en conocimientos teóricos y prácticos concretos, se realiza
una segunda prueba tipo “gymkana” que suele ser muy del agrado de los
participantes debido a la dinámica activa que se establece para hacerla. Esta
segunda fase de la olimpiada ha sido especialmente significativa, pues en ella
debían recoger los participantes distintos datos geológicos distribuidos por
las instalaciones de la facultad y su entorno, con las que finalmente se
llegaba a completar un cuadro con los resultados geológicos requeridos.
Y esta vez esos datos han tenido un marcado y significativo componente basado en los recursos geológicos que la
humanidad utiliza y, por tanto, mostrando la utilidad social más necesaria de la geología.
Este
matiz, el de los recursos geológicos, es de especial importancia. Y no es
debido a que la sociedad actual no sea conocedora aún de que la obtención de la
mayoría de los elementos materiales que usa en su vida moderna provienen
directamente de la Tierra, sino por la contumaz insistencia de muchas
organizaciones sociales, algunas de tintes supuestamente ecológicos, en
torpedear uno de los objetivos primordiales de las ciencias geológicas, como es
la obtención en nuestro planeta de los recursos minerales necesarios para una
mayor calidad de vida. Esa obtención les parece a muchos algo natural y fácil de hacer, pues la mayoría
del mundo, especialmente el occidental, nace y vive en un entorno donde los materiales
que se usan para todo son obtenidos de la naturaleza desde hace muchas décadas, por lo que parece algo trivial.
Pero no es así. Aunque la lista de recursos
geológicos es casi interminable, por ejemplo, arcilla para ladrillos, carbonato
para cemento, hierro para entramados y forjas, bloques pétreos para diversas
construcciones, o carbón y minerales usados para producir energía son de uso tan
necesario para nuestras vidas que nos resultaría imposible vivir hoy sin ellos.
De momento todos esos materiales no son sustituibles por ningún otro, teniendo
que ser obtenidos del sustrato geológico. Por eso, el estudio e investigación
del terreno en busca de recursos de toda índole es una necesaria tarea geológica,
difícil y complicada, que debe ser
impulsada y coordinada desde el ámbito universitario.
Era
hora pues que desde la propia universidad, sin complejos, como elemento de propaganda hacia la
población, y de cara a la gente joven
que puede iniciar allí unos estudios universitarios, establezca la clara
relación existente entre geología y sociedad usando para ello el mejor elemento
que incardina estos conceptos: el recurso geológico. La adecuada explotación de esos recursos, reduciendo al
máximo los impactos ecológicos que pudieran producirse, no puede ser puesta en
cuestión, o incluso anularse, por un inevitable uso y afectación del entorno
inmediato al lugar de extracción del propio recurso. La conservación del
entorno natural y la explotación de recursos han de estar en el mismo plano de
actuación. Si esta idea se extiende e impulsa también desde el ámbito
universitario, la sociedad quedará
doblemente concienciada respecto a la
necesidad de obtención de bienes naturales para sus necesidades vitales y una
obligada actuación de conservación medioambiental que permita un uso racional y
controlado de los recursos terrestres.
Cristales de yeso. Aragón. |
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