Hombre de la Sima. |
Es muy posible que el término “años oscuros” lo hayan leído u oído muchos de los interesados por los fósiles hallados en Atapuerca. Su significado exacto nunca ha sido aclarado por los actuales codirectores del proyecto de investigación que allí se está desarrollando, pero en multitud de publicaciones, así como en algunas secciones del Museo de la Evolución Humana de Burgos, se sigue utilizando. Hay que ser poco inteligente como para no interpretar que ese término esconde una consideración despectiva respecto a esos “años”, que van desde 1978 hasta 1991, coincidiendo con los que la investigación fue dirigida por el profesor Emiliano Aguirre.
Aunque procuro estar al día de los nuevos descubrimientos en el yacimiento, no sigo las muchas publicaciones de tipo divulgativo que se hacen del mismo. Sin embargo, este verano cayó en mis manos el libro de Olivier Hochadel titulado “El mito de Atapuerca. Orígenes, Ciencia, Divulgación”, de UAB Ediciones, del año 2013. Lo leí pensando que podría aportarme algún dato científico señalado que no conociera, aunque, por desgracia, me he encontrado solo con una buena recopilación y ensalzamiento de acontecimientos protagonizados por los tres codirectores del proyecto de investigación, Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Y poco más. Por supuesto el término “años oscuros” aparece en numerosas ocasiones, como dejando caer su cansina e innecesaria miguita de desprecio hacia lo hecho hasta 1991.
Sima de los Huesos. |
Por ello pretendo aquí hacer un pequeño repaso, aunque incompleto, a lo mucho hecho durante esos años en Atapuerca de la mano de Emiliano Aguirre, intentando relacionar lo que entonces se hizo con lo que después se ha realizado sobre esa base. Si con ello consigo que alguien descubra que la investigación en Atapuerca no comenzó en 1991 ya habré conseguido algo.
Los primeros pasos de la investigación dirigida por Emiliano Aguirre se dieron en 1978 durante una breve campaña de excavación en la Trinchera del Ferrocarril. Ese año solo se esbozaron las líneas de actuación a seguir en el futuro, reconociendo, incluso bautizando, los principales yacimientos que hoy en día se conocen como Gran Dolina, Galería, Tres Simas, boca norte,Sima del Elefante y Covacha de los Zarpazos. Desde 1980 los trabajos de reconocimiento de esos sitios se intensificaron, empezando con el indispensable levantamiento de detalladas columnas estratigráficas de los rellenos sedimentarios de origen kárstico que allí afloraban. Ese trabajo, que ahora parece como si fuera algo asumido automáticamente por todos los que hablan de Atapuerca, fue realizado como base de mi tesis doctoral referente al estudio bioestratigráfico de los micromamíferos de los estratos de esos rellenos, con el lujoso apoyo de Emiliano Aguirre, y también de Rodolfo Gozalo, amigo mío, paleontólogo, y profesor de la Universidad de Valencia. El levantamiento de las columnas estratigráficas en rellenos kásticos no es fácil. Su tremenda complejidad radica, sobre todo, en lo confuso de los límites de niveles y subniveles, las interdigitaciones centimétricas de diferentes materiales, así como la detección de colapsos sedimentarios que han podido mezclar diferentes estratos, con la confusión consiguiente en la identificación de restos fósiles que podrían ser de diferentes edades. Pues bien, esa base estratigráfica, básica para poder trabajar en paleontología se hizo entonces y se sigue usando ahora. Es decir, cuando se hace ahora referencia al nivel TD6 en Gran Dolina, por citar solo un ejemplo, el nivel donde se dice que encontraron restos de Homo antecessor, se hizo usando la estratigrafía realizada y publicada por nosotros en uno de esos “años oscuros”.Pero no termina ahí la cosa.
Muchos de los niveles diferenciados estaban plagados de fósiles, sobre todo de mamíferos. Su estudio requería de un muestreo preliminar exhaustivo en todos ellos para poder enmarcar y averiguar qué tipo de asociaciones faunísticas había, si era una o varias, si había interrupciones de registro señaladas, etc. La valiosísima información obtenida de ese estudio sentó las bases de lo que se conoce hoy como una sucesión de asociaciones faunísticas y paleoecosistemas cuaternarios continentales única en el planeta. Poco a poco, en los primeros años de trabajo, nos dimos cuenta también de algo muy importante, como que la tradicional comparación de nuestros fósiles con los de otros yacimientos europeos dejaba de tener sentido al ser Atapuerca el registro paleontológico con el que irremediablemente tendrían que comparar y correlacionar sus yacimientos.
Se establecieron, pues, las bases científicas de trabajo prehistórico en el que por primera vez en España la paleontología y la arqueología iban de la mano, a la par, con criterios comunes aplicados en el tratamiento de un macroyacimiento excepcional e irrepetible. Emiliano Aguirre se preocupó de formar un equipo interdisciplinar de verdad. Uno en el que la participación de renombrados especialistas extranjeros no fuera más que anecdótica, con el fin de relanzar la ciencia paleontológica española, a tenor de las grandes expectactivas y potencialidades del sitio, a los primeros puestos de la investigación internacional.
No recuerdo ninguna intervención en el yacimiento en aquéllos años que no se hiciera bajo la supervisión de Aguirre, pero con el consenso de todos los que allí participábamos. Estuvimos haciendo ciencia en equipo. Aún recuerdo cuando en 1983 apareció en la excavación por primera vez Juan Luis Arsuaga y Emiliano Aguirre me encomendó que antes de nada le explicara la estratigrafía de Gran Dolina y Galería para que tuviera un marco de referencia estratigráfico donde ubicar los fósiles que se estaban sacando en las campañas. Todo lo extraído se debía referir a la unidad y nivel correspondiente. Y gracias a esa labor, se supo con exactitud cuál era la procedencia, y más tarde la edad, de los fósiles. Por eso, y pasándonos al presente, no se entiende que cuando se visita el yacimiento ahora, el guía te diga que en el relleno denominado Sima del Elefante, que no se excavó hasta bien entrados los años 90, un fragmento de mandíbula humana encontrado allí no se sepa a qué nivel pertenece.
Emiliano Aguirre excavando en Galería, en la Trinchera del Ferrocarril de Atapuerca. |
En relación con la famosa Sima de los Huesos, en Cueva Mayor, lugar de acumulación de cientos de restos de preneandertales, pueden hacerse varias consideraciones. Resulta significativo que fuera el año 1992, el “año de los cráneos”, el que se obtuvieran de allí numerosos huesos de homínido, incluído el bien conservado cráneo del conocido “Miguelón”. ¿Por qué hasta esa fecha lo único que se sabía de la Sima eran los restos estudiados y publicados por Emiliano Aguirre y Trinidad de Torres en 1976? Pues sencillamente por que mientras duró la dirección de Emiliano se hicieron los preparativos necesarios para la extracción de sedimento de la misma con total garantía. En primer lugar se discutió la necesidad de hacer una cata en el sedimento de relleno de la sima para saber su potencial estratigráfico y paleontológico. Las reticencias de los paleoantropólogos a ello paralizó esta actuación, pues al parecer suponía un riesgo y “desperdicio” por y para el sedimento, supuestamente rico en fósiles humanos, e hicieron que se fuera postponiendo la decisión, lavando únicamente sedimento de los 25 cm superiores del relleno por considerarlo “revuelto” por expoliadores y buscadores de tesoros. Además, el traslado de ese sedimento superficial en mochilas hasta el portalón de entrada a Cueva Mayor suponía un penoso esfuerzo que tuvo que subsanarse con el estudio y final ejecución de un conducto vertical horadado en la roca caliza de la montaña, desde el exterior hasta la denominada sala de los Cíclopes, justo por encima y en la vertical de la Sima de los Huesos. Con esta infraestructura la extracción de fósiles de la Sima se facilitó muchísimo, aunque no estuviera resuelta su ubicación exacta en ese relleno.
Todo esto enlaza directamente con el “baile” de dataciones que se han venido sucediendo en los últimos años respecto a la “datación” de la Sima. Si se revisan las publicaciones referentes a esta cuestión, se deduce con facilidad que cada vez que se dan nuevos datos se aumenta casi milagrosamente la antigüedad de los restos. Se ha pasado de, aproximadamente, 350.000 años, a 400.000, y a 470.000. Pero, ¿qué se está datando? Fundamentalmente se toman muestras de las costras estalagmíticas calcáreas que cubren sedimentos en la Sima. Por técnicas radiocronológigas basadas en isótopos radioactivos del Calcio y del Torio se consiguen las fechas de la formación de las costras. Pero lo más sorprendente es ofrecer datos sucesivos en cuanto a edad de depósitos sin ofrecer el respaldo imprescindible de una columna estratigráfica a la que referirse. Simplemente, no se conoce la estratigrafía de la Sima de los Huesos. No se quiso entonces que se hiciera, por mucho que yo me empeñé. Y así hasta ahora. Con lo que los resultados de datación se deben corresponder con las cronologías ofrecidas por las costras que recubren cada episodio de sedimentos arcillosos que contienen fósiles humanos. Por tanto, los fósiles de la Sima de los Huesos pueden corresponderse a diferentes episodios de sedimentación, y con gran intervalo temporal entre ellos. Creo que es un error considerar de modo general, como perteneciente a un único registro, al llamado “Hombre de la Sima”. Si hubiera estratigrafía hecha allí, se podrían referenciar esos restos, sin duda, a las diferentes poblaciones de homínidos de la Sima, pues a cada episodio de sedimentación registrado se podrían atribuir diferentes restos y poblaciones.
Por todo ello, y por concluir, considerar como “años oscuros” los que precedieron a la codirección del triunvirato de Atapuerca resulta, al menos, obsceno. Todos y cada uno de los descubrimientos que desde 1991 hasta la fecha se han realizado en Atapuerca han podido realizarse gracias a una imprescindible preparación, diseño y correcta articulación de intervenciones geológicas y paleontológicas en unos rellenos kársticos únicos. El conocimiento geológico de esos rellenos, excepto en la Sima de los Huesos por los motivos antes apuntados, ha permitido conocer la sucesión de acontecimientos paleontológicos y paleoclimáticos acaecidos desde al menos un millón de años en el continente. Por tanto, sin duda, esos “años oscuros” iluminaron Atapuerca.
Charla del autor en un instituto para explicar
la Atapuerca de Emiliano Aguirre.
Años oscuros don los vigentes, no los pasados
ResponderEliminar