¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

jueves, 30 de abril de 2020

Confinamiento productivo ecológico.




El cambio climático mata más que el coronavirus.


     Al principio del confinamiento por la pandemia actual nos cansamos de oír y leer las recomendaciones de  ilustres investigadores  de que el confinamiento debía y podía ser productivo. Que nada impedía que durante la temporada de reclusión en casa se hiciera el esfuerzo de seguir trabajando con interés y esfuerzo con el fin de que no fuesen unos días o meses perdidos. Ponían, recuerdo, ejemplos como la actividad en su reclusión como enfermos de Darwin o Newton, los cuales dieron a la sociedad mundial el fruto de sus estudios domésticos con los resultados  científicos que muchos conocen.

  Nada que objetar y la enhorabuena sincera a los investigadores  capaces de abstraerse en estos tiempos para dedicarse a producir su obra científica, literaria, o de otro tipo. Desde luego es para considerarles como unos héroes.

     Pero aún resultan más chocantes algunos de los artículos periodísticos que se publican estos días en relación con la importancia, positiva y negativa, que la pandemia genera en relación a temas ecológicos. Hasta hace unas semanas una de las grandes preocupaciones, que los medios decían de la sociedad actual, era la repercusión en el planeta del cambio climático y el comportamiento poco ecológico de muchos de sus habitantes. Se han llegado a publicar estando confinados  artículos con llamativos titulares  donde se afirma que el cambio climático mata más que el coronavirus (https://www.lavanguardia.com/natural/cambio-climatico/20200311/474086979261/el-cambio-climatico-es-mas-mortal-que-el-coronavirus-recuerda-y-destaca-la-onu.html). Y lo que parece un tanto “frívolo” e inmoral es el apresuramiento para colgar en redes sociales el artículo por parte de sesudos pensadores científicos, que parecen no entender nada del dolor humano. No se sabe muy bien para qué (no lo explican), pero es fácil adivinar que el objetivo de hacerlo no encaja muy bien con un comportamiento ético y moral medianamente aceptables. ¿De verdad alguien cree que se hace un favor a la causa ecologista y la concienciación medioambiental de la gente el decir eso tan poco empático con los que sufren en estos momentos?

  Otros titulares abundan en lo muy limpio que está quedando el aire con la bajada de contaminación atmosférica debido a la disminución brutal de emisión de gases procedentes del petróleo. Tienen razón, está quedando muy limpio, según indican los parámetros medidos. Pero, y en relación con la contaminación,  uno de los fundamentales pilares de la lucha ecologista de estos tiempos ha sido y es la reducción  de los plásticos y sus derivados. ¿Se puede pensar que el sistema sanitario, y toda nuestra vida moderna,  podría valerse, antes y ahora, sin el plástico? Se investiga, se descubren y aplican nuevos materiales sintéticos, pero prácticamente todo lo que se usa en medicina como instrumental necesario para salvar vidas está relacionado con, fundamentalmente, dos tipos de materiales. Por un lado,  varios metales que son  escasos o poco abundantes en la naturaleza, como por ejemplo el Titanio o la Plata y, por otro, el plástico, que como se sabe es un subproducto del petróleo. No seríamos nada sin él. Naturalmente la evidencia de uso masivo de plásticos en la vida, sobre todo, y proporcionalmente, en países desarrollados,  no disminuye lo muy importante que resulta fomentar en la sociedad una básica formación medioambiental  que permita realizar su buen uso, retirada eficaz, y reciclado total del material plástico después de utilizarse, y que evite contaminaciones ambientales de todo tipo. Pero hoy, más que nunca, nos resulta imprescindible en nuestra vida, y para preservarla eficazmente.

  Resulta significativo recordar las recomendaciones o exigencias de muchas agrupaciones ecologistas  en relación al uso, sobre todo el doméstico, del plástico. Sus exhortaciones a la reducción y sustitución del mismo por “otros” materiales resultan hoy en día casi grotescas si las extrapolamos a las necesidades sanitarias actuales. Podemos  poner ejemplos cotidianos de hoy,  además de los muchísimos que antes de la pandemia se podían poner, como bolsas de basura, guantes de los supermercados para la compra, viseras de protección, envasados de alimentos higienizados, etc. Y esto por no añadir respiradores, intubadoras, máscaras,  y multitud de otros elementos médicos tan necesarios ahora.

   Si nos fijamos bien, aparte de unos pocos artículos colaterales en prensa,  estas semanas de reclusión están yermas de las tradicionales apariciones o intervenciones ecologistas de los grupos más reivindicativos. Solo Greta Thumberg ha decidido publicar que está dispuesta a donar 100.000$ (para ser una adolescente tenía bien llena la hucha) para cuidar y paliar daños a los niños por el coronavirus. ¿Les dará apuro salir pletóricos de alegría por la recuperación ambiental del planeta debido a la pandemia teniendo en cuenta la sangría de vidas que estamos padeciendo? ¿O estarán preparando en su productivo confinamiento el manual ecologista para la “nueva normalidad” que se nos avecina? Espero y deseo que, aunque así sea, lo veamos.


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