¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

La mala formación de los docentes de secundaria.



     Al profesorado preuniversitario le falta formación. Lo dice el filósofo José Antonio Marina. Aunque en las muchas entrevistas que se le están haciendo estos días en los medios no especifica claramente a qué se refiere con eso de que falta formación.http://www.elperiodico.com/es/noticias/educacion/jose-antonio-marina-fracaso-escolar-mitad-presupuesto-libro-blanco-docente-4718111 Y puede ser verdad, o no, según qué casos, como en todas las profesiones. Pero lo más importante para muchos docentes es la idea que se transmite a la sociedad cuando se  lee u oye un comentario así. Desde fuera uno puede preguntarse entonces, ¿los profesores que dan clases a nuestros hijos no saben de lo que explican?,  ¿cómo es posible que sepan tan poco como para que esto se diga en prensa y nadie haga nada? Y tras el comentario/juicio sumarísimo la sentencia no se hace esperar: ¡deberían echarlos a todos a la calle o hacerles pasar pruebas de conocimientos cada cierto tiempo!  Esto último es lo que solapadamente se insinúa ya desde ciertos estamentos…
     ¿Se referirá quizás el filósofo Marina a los profesores de la enseñanza privada, concertada o no, que ocupan sus puestos de trabajo por puro enchufismo o tener el “perfil” adecuado y sin pasar ningún control social? Porque los profesores de la enseñanza pública deben superar para ser funcionarios  una dura oposición de su especialidad, es decir, son así evaluados y dados como aptos para la enseñanza  después de acreditar estar en posesión de un certificado de aptitud pedagógica que se consigue  al realizar un máster de educación secundaria  diseñado para tal fin desde hace unos cuantos años.


     ¿Se referirá quizás el filósofo Marina a que a los docentes les falta una “necesaria” y profunda preparación psicopedagógica? Pues puede ser. ¿Esa de la que hacen gala desde unos utópicos y teóricos departamentos universitarios de educación en donde jamás han visto de cerca a un alumno de secundaria? Desde esos nidos de sabiduría educacional se retuercen a idea conceptos tan sencillos y claros desde siempre como lo que es, o no, un “trabajo en equipo”; se realizan difíciles transposiciones didácticas de ideas o conocimientos;  o se desarrollan protocolos especiales  para establecer “estrategias de convivencia” entre los alumnos usando jergas repipis y confusas, y todo eso  sin tener claro en qué consisten, faltaría más, los tipos de conflictos que a diario se suscitan en un aula de secundaria, pues los desconocen por completo. O como mucho,  han oído hablar de ellos a través de los medios o de algún colega "bien" informado  creyendo que en los institutos se viven  escenas con el alumnado  más propias de una película de guerra. Está claro que la realidad es otra.
     Pero no hay que engañarse tanto. Los universitarios salidos de nuestras universidades en los últimos treinta años han sido educados  con unos sistemas educativos de los que se ha echado pestes siempre. ¿Quién no ha oído la docta opinión de muchos profesores universitarios y de un buen segmento poblacional  respecto a lo mal preparados que llegan los alumnos a la universidad?  Esos sistemas educativos han sido discutidos y puestos en cuestión hasta el aburrimiento. No valían para nada, eran injustos, segregadores y no inclusivos, con itinerarios disparatados, sesgados y parcos en información, con carencias tanto en asignaturas de “letras” como de “ciencias”, con o sin educación para la ciudadanía, con o sin comisiones de convivencia, con avances tecnológicos o sin ellos…, pero ahí están los resultados, al final se produce el milagro y la gente va  con su título universitario debajo del brazo. Y queda claro que lo que aprendieron en su vida estos alumnos  no lo hicieron solamente en la universidad. Algo se hizo antes. Con pocos o ningún criterio psicopedagógico. Y con profesores teóricamente poco y mal formados. Y eso, el prófugo de la tiza Marina lo sabe muy bien.
 
 
     Abordar el hecho educativo desde una perspectiva que tenga en cuenta aspectos relacionados con la psicología y pedagogía es rentable y necesario. Y así se acredita en las pruebas de oposiciones donde buena parte de los componentes de los ejercicios incluyen conocimientos en estos temas. Y conozco a multitud de profesores que han realizado adaptaciones personales y cursos especializados con fondo psicopedagógico a lo largo de su vida profesional. Pero esa formación no les ha permitido desarrollar con mejor calidad su enseñanza cotidiana ni implica “saber enseñar” con la mera aplicación de esos conocimientos. Para eso es necesario algo más que técnicas y principios psicológicos. La conexión con el alumnado se realiza a través de una especial empatía personal y el rezume en el aula de valores interiores que casi me atrevería a decir que son de rango genético. No todo el mundo sirve para ejercer la docencia. Eso no se aprende en ninguna escuela ni universidad. Se pueden desarrollar hábitos de trabajo, actividades grupales o criterios de incitación a la participación de los alumnos, pero la verdadera educación se ejerce y consigue proyectándose desde dentro de la persona, dando lo mejor de uno mismo. Si a esa faceta le añadimos un buen fondo cultural y académico de tu propia especialidad, el éxito educativo es más que probable. Los fracasos educativos que muchos se empeñan en remarcar no pueden ser atribuidos solo a la “mala” preparación del profesorado. Hay muchas otras causas sociales que influyen en la gran diversidad de resultados académicos  según diferentes comunidades humanas y su extracción social.  Y eso, el prófugo de la tiza Marina lo sabe, también,  muy bien.

2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo contigo... Como bien dices,los profesores tenéis algo q os hace empatizar con los alumnos (y tu eras uno de ellos), pero no todos.En mis años de estudio pasé por otros tantos q querían ser amigos (o enemigos otros) de los alumnos y q sin embargo no había quien aguantara una de sus clases. Bien porque eran demasiado "listos" como para rebajarse a hablar con menos tecnicismos o bien porque simplemente no tenían vocación de profesor. Y estos últimos, yo creo que por mucha psicología que hubiesen estudiado, no hubieran sido capaces de enseñar a sus alumnos como es debido.
    Pero no todos fueron malos,como ya he dicho. Otros, en el primer momento q entraban a clase y comenzaban a dar su asignatura, se veía q amaban lo q estaban impartiendo. Y así es difícil q un alumno no aprenda...

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  2. Lo que se hace con el corazón repercute y golpea afablemente en la mente del resto. Los mejores profesores que tuve fueron aquellos que enseñaban sin temario, sin reglas ni diccionario si no que se dejaban en cada explicación mucho de ellos mismos y nos hacian pensar más allá del vómito estricto y exacto.Apuesto por las clases peripateticas y participativas.un saludo

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