¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

sábado, 6 de abril de 2013

Las minas de Vallanca (Valencia): Economía y ecología.

Impacto visual de las minas de Vallanca (Valencia).


     Todo el mundo sabe que hay una gran conexión entre ambas. Y no solo por las supuestas subvenciones que las grandes multinacionales otorgan a las también supuestas “organizaciones ecologistas” actuales, sino por la militancia convencida que muchos tienen en relación con temas ecológicos y la conservación de la naturaleza hasta que se propone una “compensación” económica a una institución o comunidad  para así consentir, justificar, o minimizar un determinado proyecto urbanístico o industrial en un lugar cualquiera.

     La última comprobación de ello, o algo parecido,  la he tenido hace unos días. Y además en relación con la extracción de los "mármoles" de la localidad valenciana de Vallanca, en el Rincón de Ademuz. En este  mismo blog publiqué no hace mucho una “entrada” sobre la geología del lugar en cuestión, así como los inconvenientes ecológicos que se pueden esgrimir respecto a la necesidad o no de abrir esa brecha para la extracción de esas calizas marmóreas. Las personas con las que tuve el placer de reunirme en casa de unos amigos no eran personas del pueblo llano, sino miembros de la administración autonómica valenciana, tanto en la  alta administración como ocupando un cargo político en una consejería de la Generalitat Valenciana. Al tener una de ellas relación personal con Vallanca, la localidad de la mina, comenzaron esgrimiendo, con  una sutil oposición a la explotación del "mármol" por la compañía minera Levantina, el gran impacto ecológico que el boquete hecho a cielo abierto produce en el paisaje y entorno vallanquero. También  su preocupación por el difícil anidamiento en ese paraje de la famosa  alondra Dupont, ave esteparia muy apreciada por los ornitólogos y que  hace poco tiempo que se  documenta, al parecer,  su presencia en esos parajes.


     Tras varias explicaciones de carácter técnico hechas por mi mujer, también geóloga, y yo mismo, respecto a que es preciso obtener de nuestra tierra los recursos naturales que  vayamos a utilizar, y que eso supone un cierto nivel de destrozo del entorno, aunque, por supuesto, exigiendo la adopción de medidas que lo minimice, la conversación cambió de rumbo. Comenzaron entonces  las consideraciones y preguntas del siguiente tipo: ¿Y si  a cambio de conceder la explotación se hubieran obtenido ciertos beneficios económicos para el pueblo? ¿Y si se hubieran instalado las necesarias maquinarias transformadoras del producto natural en la zona para que se crearan allí puestos de trabajo? ¿Cómo era posible que el pueblo (en el que viven  cerca de 180 habitantes) esté como está  de descuidado con una mina extrayendo material sin parar allí mismo? Y es aquí donde yo quería llegar. Esos comentarios, que sin duda se hicieron y se hacen de forma habitual sin animadversión ni maldad, no son exclusivos de este tipo de personas. Es normal  encontrarse con multitud de gente, con variado nivel de formación, que opina parecido o igual. Muchos son los que en los últimos años, lógicamente sin formación medioambiental alguna o muy precaria, se han subido al carro del conservacionismo, al menos, “oral”, y por diversos motivos. Muchos por  miedo o recelo a que se les considere  reaccionarios (cualquiera se atreve a decir en público que la naturaleza les da igual);  otros por puro snobismo, al querer aparentar una cierta militancia y  preocupación por temas ambientales, tan de moda actualmente, lo cual, por otro lado, tiene cierto mérito, pues al menos algo se han mirado para poder hablar de estos temas;  o incluso por un real y creciente interés en sus vidas por lo ecológico, de lo natural, del conservacionismo en general, sin seguir estereotipos mediáticos,  aunque, la verdad, no suelen  encontrarse muchos de estos últimos.

Extracción del "mármol" de Vallanca.

     Las respuestas tampoco se hicieron esperar: ¿La alondra Dupont va a poder anidar de nuevo en la zona si se obtienen beneficios o contraprestaciones económicas para el pueblo? ¿Si el ayuntamiento de la localidad recibiera una compensación  ya se podrían extraer los “mármoles”? ¿El impacto visual de la mina desaparecería si se crearan abundantes  puestos de trabajo? Como vemos hay dos vías paralelas en la consideración del problema, la económica y la ecológica. Por desgracia, y es algo que llevo criticando desde hace mucho tiempo, en muchas ocasiones el dinero ha tapado muchas bocas hasta entonces vociferantes en contra de cualquier infraestructura industrial, turística, o de comunicaciones,  en cualquier zona de nuestro entorno,  algunas de ellas muy destructivas. Pero a la vez, todos queremos tener los mejores materiales para un mayor confort y modernidad de nuestras vidas: plásticos, coches, gasolinas, móviles, aparatos de…cualquier tipo. ¿De dónde se piensa que sale todo eso? Debe  quedar claro que es de la Tierra de donde nos abastecemos de todo lo que usamos, y que el nivel y calidad de vida que se disfruta en estas latitudes se debe a ello. La única relación que debiera tener la ecología con la economía es la de intentar, entre todos, un verdadero desarrollo sostenible, que no consiste precisamente en dejar de extraer de la tierra los materiales que se necesiten, sino en hacerlo de la forma menos perjudicial posible e intentando que los que vengan detrás encuentren un entorno poco impactado y sin contaminar.

Alondra Dupont.

      Tenemos que ser más coherentes. Se critican actuaciones, en este caso industriales, en plena naturaleza, con sutiles argumentos conservacionistas, pero luego no tenemos ningún remordimiento en hacer algo tan “natural” como el usar masivamente  vehículos de tracción con gasolina para desplazarnos donde queramos, pensando, o no sabiendo, la  negativa repercusión ambiental que eso tiene. O comprar suelos o algún objeto de “mármol” (cubrerradiadores, baños, lápidas…) para nuestras viviendas, y digo para nuestras viviendas pues estoy seguro que nadie ha visto en organismo oficial alguno ni rastro de mármol o similar.  Los amigos de mis amigos (que creo después de esta animada conversación empezaron a ver el tema desde otro ángulo), y los que se acercan casi monte a través  a ver las instalaciones  de las minas de Vallanca, por novedosas,  han ido  hasta allí en coche (a poder ser en todoterreno), pues están a unos quince kilómetros del pueblo yendo por pedregosas pistas. ¿No se nos ocurre un método de transporte más ecológico y acorde a nuestras ideas para visitarlas?

1 comentario:

  1. Hola, Yo soy de Ademuz, estoy en el paro y buscando empleo,si me dijeran de ir a trabajar a un sitio que perjudica a una ave en peligro de extinción NO iría.
    Por cierto creo que han clausurado la mina por motivos de bajo rendimiento, o eso me han dicho.
    Saludos!

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