Mallos de Riglos (Huesca). |
Así se denomina el convenio-programa firmado por el consejero de Política Territorial e Interior
de Aragón, Antonio Suárez, Ibercaja y la Federación de Montaña, dotado con más
de 113.000 euros. Y así ha definido el
consejero los tres ejes de la campaña: “Por un lado una red de informadores
voluntarios, una página web de referencia con información práctica
absolutamente nueva y, en tercer lugar, actividades didácticas con jóvenes en
campamentos, que también este año se van a reforzar ostensiblemente”. El
principal objetivo que les ha empujado a firmarlo es que en lo que va de 2012,
96 situaciones han exigido un rescate, 71 heridos y la triste cifra de 7
fallecidos.
Nada que objetar. Cualquier ciudadano que lea esta noticia en el periódico
se queda con la bonita idea de que las autoridades políticas y financieras
junto a deportistas de montaña se ponen de acuerdo para reducir el número de
accidentes, especialmente del pirineo aragonés. Además, el secretario general
de la Federación Aragonesa de Montaña, Fernando Sáinz de Varanda, ha asegurado
que a los más jóvenes “lo que se les intenta inculcar es que cuando tengan que
hacer una actividad, lo primero es que estén físicamente adecuados a ella, que
sean conocedores de cuáles son sus limitaciones para no ir más allá y llevar el
material más adecuado”.
Pero no nos engañemos, las montañas no son seguras. Y creo decirlo con
suficiente conocimiento de causa. Desde la licenciatura o grado de geología lo
primero que se inculca al alumnado es que el respeto, cuando no el miedo, es lo
primero que hay que tener cuando se sale al monte a realizar trabajos de campo.
Aunque ese miedo no restringe en absoluto, si se hacen bien las cosas y con
prudencia, los recorridos e itinerarios, a veces muy difíciles, que se han de
superar en la montaña con el fin de conseguir unas muestras o comprobar alguna
estructura geológica. Ese miedo te enseña a ser prudente, y a no pensar que
como llevo unas botas estupendas del Decathlon ya me van a llevar por todos los
sitios sin mirar donde piso. Y ese es uno de los principales problemas con los
que hay que batallar en eso de disminuir accidentes de montaña: la ignorancia
geológica.
Resulta incomprensible para muchos como esos “experimentados montañeros”, como
dicen los medios, son capaces de subirse a los mallos de Riglos, en el
prepirineo oscense por poner un ejemplo,
y demostrase por enésima vez, a sí mismos y a los de su entorno, que son
capaces de subir hasta allá arriba (ayudados, eso sí, por un formidable equipo que
poco tiene de natural y artesano) para sentirse “realizados” o simplemente los
dueños del mundo al ver unas formidables vistas. Y más incomprensible aún si
supieran que esos mallos están compuestos por unos conglomerados en los que una
matriz arcillosa empasta cantos y bloques, en una textura inconsistente, frágil
y fácil de deshacer. Esa debilidad rocosa es la que ha causado allí
numerosísimos accidentes, muchos de ellos mortales, y no sé si les habrá
compensado a los compañeros de los accidentados o a los que quieren iniciar una
“aventura” de tanto riesgo. Pero siguen subiendo.
La verdad, desconfío en que “una red de informadores voluntarios”, “una
página web de referencia con información práctica absolutamente nueva” y, “actividades
didácticas con jóvenes en campamentos”, que son los tres puntos que justifican
este convenio dé resultados. Vayamos por partes.
"Una red de informadores voluntarios".
Muchos de los que sufren accidentes de montaña graves (no una caída con
esguince o magulladuras por caída leve) son gente que sabe lo que quiere hacer
en el monte: subir una pared vertical, rapelar, o barranquismo de alto riesgo.
No me imagino yo a unos entregados voluntarios acercándose a esos montañeros
que se suelen ver en las poblaciones cercanas a las “vías” de montaña, cargados
y ataviados cual astronautas de la NASA, para decirles lo difícil que es lo que
van a hacer, y que tengan mucho cuidado ahí arriba. La verdad, no lo veo.
"Una página web de referencia con
información práctica absolutamente nueva".
Magnífico. Seguro que se incluyen mapas topográficos, incluso geológicos por
si hay alguien que los entienda, vías, recorridos, y teléfonos de urgencias. Y
seguro que esta web puede ser usada por personas poco experimentadas o dudosas
de un recorrido, pero considero de poca utilidad para las personas que, en el
desarrollo de su actividad montañera, se fijen o basen sus experimentos en una página
web de la consejería correspondiente. Aún así, hay que reconocer que se pueden
obtener de allí datos de interés.
"Actividades didácticas con jóvenes en campamentos".
Desde mi punto de vista, este es el objetivo más sensible y comprometido.
Será por mi situación personal de docente en materias como Geología y Ciencias de la
Tierra y medioambientales, pero me parece el punto principal. Sin conocer aún el contenido de esas actividades
didácticas, la idea que se suele pretender hacer con los jóvenes, y en esto
hablo por experiencia personal, suele estar encaminada a la utilización correcta de mapas de senderos, ejercicios de orientación,
o uso del variado material de montaña, como montaje y recogida de tiendas de
campaña, hacer vivacs, nudos en cuerdas especiales, o primeros auxilios. Todos
estos conocimientos son necesarios, claro está, para poder salir de alguno de
los muchos atolladeros en los que nos vamos a meter en cuanto pongamos un pie
en el monte. Pero esta formación previa olvida por completo, a mi juicio, dos
aspectos fundamentales. En primer lugar, y el segundo en orden de importancia
para mí, el conocimiento geológico de la zona por la que se va a transitar. Es
difícil encontrarse por el monte, y no niego que las haya, con personas
formadas en geología que se dediquen a hacer una travesía de mayor o menor
dificultad, con el ánimo de divertirse o realizarse personalmente. Y en segundo
lugar, y principal, la falta de necesidad real de hacer como actividad
encaminada a desarrollar un cariño o apego especial a la naturaleza, ese tipo
de escaladas, travesías, rapelar, tirolinas en valle, o “rafting”, “puenting”,
o cualquier otra cosa que acabe en “ing”.
La montaña no es un juego. Nadie debe confundir el pasarlo bien en el monte
con hacer proezas de escalada o travesías innecesarias y peligrosas. El monte
es traicionero, cambiante, poco seguro, y en la mayoría de las ocasiones pasa
factura a los que se adentran en él sin saber nada de nada de materiales,
rocas, fallas, pliegues, deslizamientos de laderas, y toda una colección de
riesgos geológicos que solo se detectan si se tienen criterios científicos y
conocimientos geológicos seguros. El monte no es un parque de atracciones. Solo
conociendo la montaña y sus peculiaridades geológicas puede disponer de esos
costosos materiales que le permitirán realizar un recorrido por ella. Ese halo
de misterio, atracción por lo “natural”, sentir la adrenalina generada por el
peligro y posibilidad de morir despeñado, el encontrarse con la madre
naturaleza, o cualquier otra de las ideas o justificaciones que he leído y oído
a muchos incautos que han practicado o empezado a practicar el montañismo, se
deshace como por arte de magia al tener que dar la talla ante un verdadero
problema en la montaña. Y todo eso dudo mucho que se aprenda en unas
actividades con jóvenes en un campamento de verano. Monte sí, pero sabiendo lo
que se hace.
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