¿Qué nos pasó...? |
Una extinción masiva es la
desaparición de diferentes especies de seres vivos como consecuencia de un proceso de degradación biológica o
acontecimiento geológico global. La más conocida es la que se produce a finales
del Cretácico, hace 65 millones de años (ma), aunque no ha sido la única que se
ha producido durante los últimos 570 ma (Fanerozoico), período de tiempo con registro
de fósiles pertenecientes a multitud de grupos faunísticos y florísticos. Y es
la más conocida debido al esfuerzo de investigación, y divulgativo, que se ha hecho en las últimas décadas con el
fin de dar una explicación convincente a la desaparición de uno de los grupos de seres vivos más
llamativos y atrayentes para el gran público que habitaron nuestro planeta,
como es el de los dinosaurios.
Como mucha gente
sabe, los dinosaurios se extinguieron al
final de la Era Secundaria, o Mesozoico. Además de ellos, se extinguieron
también los reptiles voladores (Pterosaurios) y los marinos (Plesiosaurios); y en cuanto a invertebrados, muchos braquiópodos
y todos los ammonoideos desparecen
entonces de la Tierra.
La hipótesis más aceptada sobre esta gran extinción fue
emitida por científicos norteamericanos en 1980. Consiste en una explicación
basada en la llegada a la Tierra de un meteorito que pudo caer sobre la
superficie terrestre a una velocidad de
más de 10 m/s, por lo que esa colosal transferencia energética sobre la corteza y la atmósfera hizo que se
produjeran enormes fenómenos catastróficos, como olas gigantes, terremotos e
incendios forestales. Las evidencias de este hecho se basan en el estudio del
Iridio, un metal raro y escaso en la Tierra, pero habitual en la composición de
los meteoritos estudiados. Este metal está en cantidades poco frecuentes en el
nivel arcilloso que señala el límite Cretácico/ Terciario, conocido como el
K/T. Esto solo sería posible si en esa época la atmósfera y los mares
estuvieran “cargados” de este material, por lo que su depósito sería posible.
Además, en las rocas próximas al evento K/T, se detectan rarezas geológicas,
como granos de cuarzo astillados y marcados por grandes presiones, así como gotitas solidificadas de roca fundida, o
esférulas, que se cree son el resultado
de las grandes presiones y temperaturas sufridas por los materiales en la zona
del impacto meteorítico. Entre las áreas candidatas a ser la que recibió el
fuerte impacto se encuentra la del cráter de Chicxulub, en el Yucatán mejicano,
donde hay un nivel de esférulas de hasta 50 cms de espesor. También se
encuentran mezclados en los depósitos mejicanos materiales marinos con
abundancia de restos vegetales continentales, probablemente fruto de grandes
tsunamis originados por el impacto. Otro dato lo ofrece la alta proporción de Iridio
en las rocas del centro del cráter, que han sido datadas por el método del
Argón en 65,2 ma, lo que coincide con el sesgo detectado entonces en el
registro fósil.
Nivel arcilloso K/T con acumulación de Iridio. |
Solamente los grupos de seres vivos que estuvieran
diseminados por todo el planeta tuvieron posibilidades de sobrevivir. Es
posible que algunos mamíferos, que ya llevaban mucho millones de años
coexistiendo con los grandes reptiles, pudieran salvarse después del impacto,
además de valorar para este hecho su autorregulación térmica corporal y la
adaptación a diferentes hábitats, incluso los de tipo subterráneo, donde encontrarían mejores condiciones para
sobrevivir y diversificarse evolutivamente.
Además de la hipótesis del meteorito es posible reseñar otras
que, lejos de representar una explicación alternativa, pueden ser consideradas
como posibles acontecimientos que pudieran
conducir o facilitar la extinción masiva que se produjo a finales del Cretácico.
Algunas de las más consistentes se refieren a la competencia ecológica
mamíferos-reptiles, y a la variación mesozoica de la cobertera vegetal.
Respecto a la primera, la aparición y diversificación de
grupos de pequeños mamíferos en el Mesozoico pudo generar una verdadera
competencia ecológica con los reptiles, entonces dominantes, por lo que la
incompatibilidad de ambientes y el solapamiento de nichos ecológicos de
diferentes especies de estos grupos condujeron a un debilitamiento de las
poblaciones de reptiles, con la consiguiente y progresiva disminución de
taxones de dinosaurios.
Por otro lado, está comprobada paleontológicamente la
paulatina desaparición en muchas zonas de la Tierra de las plantas Gimnospermas,
sin flores vistosas, a lo largo del
Mesozoico, con la consiguiente diversificación y conquista de diferentes
biotopos de las Angiospermas. La sustitución ecológica entre estos grupos de
Espermafitas va acompañada de una
explosión de olores y colores de las vistosas flores de las Angiospermas, que bien pudieron
atraer como reclamo alimenticio a los dinosaurios herbívoros, si es que eran
capaces de percibirlos, los cuales y
ante una ingesta indiscriminada de estas plantas, pudieron captar sustancias
tóxicas para ellos que precipitaron su desaparición. El resto del proceso de
extinción puede explicarse por el inevitable enlace de eslabones tróficos entre
herbívoros y carnívoros, por lo que todo el grupo reptiliano se sometió a un
proceso de muerte segura.
Sin entrar en precisiones y como consideración final, añadir
que la extinción de los dinosaurios producida a finales del Cretácico no ha
sido la única que se ha producido a lo largo de la historia de la vida en la
Tierra. Cuatro extinciones importantes le han precedido en los últimos 570 ma,
siendo la del K/T la menos importante, ya que en esta extinción “solo” desaparecieron un 11% de las familias de
seres vivos que habitaban nuestro planeta. La más importante en cuanto a número
de taxones desaparecidos se produce en el tránsito entre las Eras Primaria y Secundaria, entre el Pérmico y el Triásico, en
la que desaparecen hasta el 52% de los grupos.
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