Los que nos dedicamos a la enseñanza de las Ciencias de la Tierra y
medioambientales en el bachillerato esperábamos más del ente autonómico aragonés al tratar de adaptar
la nueva ley educativa a la realidad educativa de la comunidad. Esa asignatura
de corte medioambiental ha sido en muchos centros el único bastión docente del bachillerato
relacionado con la Ecología, e incluso la Geología. Hace años se relegó a esta
última como asignatura optativa (aun existiendo la carrera universitaria de Geología
desde hace 40 años en Zaragoza), y desde entonces el número de alumnos matriculados en Geología
de 2º de bachiller ha ido disminuyendo contundente y progresivamente hasta quedar en números ridículos, por lo que
muchos de esos alumnos adquirían los conocimientos geológicos básicos a través
de las ciencias de la Tierra.
Cuando se estaba en plena discusión de la actual ley hace
pocos años se puso en pie de guerra toda la comunidad de docentes aragoneses de Geología con el fin de evitar la desaparición
de esa materia de la batería de
asignaturas del bachillerato. Se consiguió que se valorase algo más en relación
con su anterior situación al considerar
en igualdad de rango a la Geología con otras materias científicas, como la Biología,
la Química o la Física. Pero además, por las Ciencias de la Tierra y
mediambientales, que es como todavía hoy se denomina, se han movilizado muchos
por intentar que esa disciplina sea de un status superior al que tiene ahora, aunque sin conseguirlo, pues se entiende que vertebra muchos de los
conocimientos necesarios hoy en día para poder entender y afrontar la mayoría de los
problemas, y dar alternativas a los mismos, desde un punto de vista medioambiental
coherente, evitando al máximo los habituales atropellos y aplastamientos
hiperdesarrollistas, y los mediáticos y
poco útiles (y a veces muy contraproducentes) circos conservacionistas.
De momento nos han dejado sin palabras. ¿Quién iba a esperar que un parlamento autonómico con una mayoría supuestamente progresista y conformada por correligionarios de los protagonistas de numerosos episodios de protesta callejera durante la elaboración de la nueva ley de educación desprecie ahora el único cuerpo doctrinal preuniversitario en conocimientos medioambientales? Me da la impresión que ahora, una vez en la poltrona, pocos desempolvarán la camiseta verde para protestar por semejante despropósito educativo. Y lo más triste es que, en mi opinión, no es solo por ignorancia. Si de verdad se tuviera desarrollada mínimamente una conciencia medioambiental, no se utilizaría la bandera ecologista solo como puro postureo reivindicativo, la cual vuelve automáticamente al armario en cuanto deja de ser útil para conseguir otros objetivos. ¿Será que no interesa que la gente sepa y tenga opinión propia respecto a temas ambientales?
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