Será cosa de la geología. Intentaré explicarme. Llevo toda
la vida manifestándome cada equis años en la plaza del Pilar de Zaragoza en contra
de un trasvase del Ebro, con todos, o mejor dicho en contra, de todos los
partidos reinantes en su momento. Siempre hemos notado en estas tierras, casi a
diario, una especie de menosprecio hacia Aragón y lo aragonés en casi todos los
medios informativos, lo que se pone de
manifiesto con especial saña cuando hemos defendido contundentemente desde aquí,
tras cada manifestación, que no se llevaran el agua a allí. Y siempre hemos
salido airosos, como consecuencia de no reblar, como decimos aquí, en eso de
defender que el agua del Ebro debía antes usarse en Aragón y para los
aragoneses que para los murcianos y valencianos del sur con sus proyectos
faraónicos. Y jamás se ha utilizado la violencia ni se han producido escraches
en la puerta de ningún político, ni hemos pedido nada a cambio. Siempre se ha
pensado por esta tierra que no debía hacerse un trasvase con un agua necesaria
para nosotros y, simplemente hemos
dicho, eso sí, con la música de fondo de
Labordeta, que no, que por ahí no
pasábamos.
Ahora, en plena vorágine de “regeneración democrática” en
contra de esa casta mixta de abundantes indocumentados instalados en los
despachos de mando de esta sociedad, surgen gentes con ganas de entrar en el
juego de poderes que dicen que entre sus
ideas regeneradoras está el hacer un trasvase del Ebro; que si “sobra” agua (dicen)
¿por qué no llevarla donde la necesitan? Pero, ¿qué ha pasado otra vez? ¡Vuelta
a empezar!¡Esto es agotador! ¡Pero si estaba el tema acallado, enquistado (que
no resuelto), sin tocar por casi nadie en los últimos años! Por suerte (y por
si acaso…) sigo teniendo enrollada mi
vieja bandera de Aragón, la de las manifestaciones, y puede que haya que
sacarla a pasear de nuevo. Ya veremos.
Es difícil de entender que se vaya de regenerador de una
democracia con esas ideas tan arcaicas, pasadas de moda, trasnochadas
ecológica, económica y técnicamente, y que van en contra de los derechos e
intereses, hasta ahora y siempre ninguneados, de las gentes de mi tierra. Y
decía al principio que será cosa de la geología pues los geólogos estamos
acostumbrados a que muchas organizaciones de todo tipo y pelaje (muchos ecologistas
en acción o quietos, políticos y rancias instituciones académicas y docentes…)
consideren que pueden hablar de ecología, medio ambiente y desarrollo
sostenible en general sin, primero, saber nada de nada de geología (deducible
por lo que dicen), y segundo, sin que al
parecer les importe, debido a su desconocimiento supino en esos temas, que
la gente en formación esté fundamentalmente dirigida a elegir asignaturas
preuniversitarias que les encaminan en la vida adulta a ser parecidos a ese
tipo de “regeneracionistas democráticos” que no respetan ni la ecología ni a la gente, ya que sus ideas, teñidas de
falsos e insultantes intereses generales, deben ser las “prioritarias”.
Saber geología es imprescindible para poder opinar y tener
alguna idea clara sobre cómo funciona la naturaleza en su conjunto y, por
supuesto, saber la dinámica de un sistema fluvial estacional como el del río
Ebro. Estoy seguro que los pocos o muchos que eligen estudiar geología, al
menos en la Universidad de Zaragoza, y que han conseguido cursarla como materia
modal en su bachillerato, compartirán esta reflexión antitrasvase y antiembaucadores
pseudoregenaracionistas, cursando sus estudios geológicos con la intención de
servir a la sociedad en la que se forman, lo que incluye un profundo compromiso conservacionista de la naturaleza a la
vez que el no frenar el desarrollo
lógico de una tierra y sus gentes.
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