Por la módica cantidad de 350 euros (“más lo que te quieras
llevar…”, según algún alumno) puedes ir a un breve viaje organizado por el
instituto a Londres. Ha sido hace unos días el que mi centro ha organizado y realizado para los alumnos de
bachillerato. Se lleva haciendo tradicionalmente desde hace años, solapándose
durante algunos cursos con actividades de 4º de ESO, como un “sencillo” viaje
de estudios consistente en un crucero por el mediterráneo, que ya no se hace, o
la famosa e invernal “semana de la nieve”, para todos los niveles educativos, sean obligatorios o no.
Cuando se organizaba el crucero, con mi opinión en contra, algunos profesores, ahora muy reivindicativos ante las medidas
restrictivas de la nueva ley, aplaudían
hasta con las orejas. Y la verdad es que, a pesar de eso, quiero pensar que la
organización de estas actividades extraescolares no se hace con maldad alguna,
pues lo que se pretende en este caso de Londres es el llevarse a unos adolescentes a completar su
formación en inglés. Pero, creo, que sin
darse cuenta de la incoherencia que eso conlleva. ¿Cómo es posible que se esté
protestando por la ley Wert en general, y en especial ahora por el asunto de la disminución y nota
de corte para las becas, y no se vea que se aplica el mismo rasero
internamente? A ese viaje que he citado al comienzo solo han podido asistir 16
alumnos. El resto no ha podido costeárselo y no ha habido, obviamente, ninguna
ayuda ni “beca” oficial del centro para los necesitados. Aplicando la jerga que
por desgracia oímos habitualmente a
nuestras autoridades académicas podríamos decir que “si no pueden pagárselo, que no vayan”. Vamos…, igual que Wert con las
becas.
Si se nos llena la boca diciendo que la enseñanza pública
debe seguir siendo el crisol o vehículo que conduzca a la eliminación de las
desigualdades sociales, tal y como se ha intentado en las últimas décadas y de
lo cual estoy convencido, no podemos caer en la incoherencia, cuando no
cinismo, de aplicar medidas discriminatorias y ofensivas, en este caso de tipo económico,
entre los alumnos. Y esto se produce claramente cuando se ofrecen actividades
que no todos pueden realizar. El diseño y programación de las mismas debe contemplar
la universalidad de la población estudiantil, pues de lo contrario nos ponemos
a la altura de los que nos quieren imponer la nueva norma educativa (LOMCE) que
se nos viene encima. Y si esa población carece, por muchas razones, de medios económicos
para poderlas hacer, al menos, que no se les humille con la selección económica
de una actividad docente así. No se lo merecen.
Estoy de acuerdo contigo, Enrique, máxime cuando es el Centro el que organiza el viaje. Dada la situación económica actual ya era de prever que muchos alumnos iban a tener este viaje fuera de su alcance. Yo nunca fui de viaje de fin de curso, ni de BUP ni de carrera, y no tengo ningún trauma, pero tampoco se fueron mis compañeros, simplemente no lo organizamos. En este caso, o todos moros o todos cristianos. No me parece bien que el Centro haga patente las diferencias entre quién puede y quién no, ya que precisamente debería ser quien fomentase la igualdad como modelo.
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