La religión católica se consolida en la educación. Cuando
entre en vigor la nueva ley educativa (LOMCE) la nota de la asignatura de
religión contará en la media de bachillerato. Y me temo que en los debates
parlamentarios no va a haber marcha atrás. Ese “no adoctrinamiento” que dicen
que supone esta norma se basa en que la asignatura en cuestión no es de obligatoria
elección (¡faltaría más!) por lo que, en principio, do debe afectar a los que
no la elijan. Sin embargo, cuente o no, la religión ha estado muy mimada en los
tiempos democráticos por todos los gobiernos de España. Esos pactos, a modo de
concordato, con la Iglesia desde hace más de 30 años, y al parecer inamovibles,
son el poso sobre el que se cimenta la situación actual y de la que ahora nos
quejamos de repente. Durante todos estos años parece que el “adoctrinamiento” nos daba igual, no nos
dábamos cuenta, o pensábamos que no nos afectaba… Así somos.
Solo algunos indignados con el asunto, hace años, muy
iluminados y aconfesionales ellos, quisieron equilibrar la balanza de la oferta
educativa religiosa con la sorprendente idea de introducir en los centros educativos las enseñanzas de
otras religiones, como el islamismo, por ejemplo. En algunos lugares se
consiguió que los alumnos musulmanes tuvieran cubierto ese “derecho” de
formación religiosa. Y a eso le llamaron algunos progres “libre ejercicio del
derecho a la enseñanza religiosa”. Sin palabras. Ahora, también muy indignados
por la nueva ley de educación, muchos reaccionan también contra la religión, formando
parte, aunque no importante a mi juicio, de un paquete de reivindicaciones . Y no me
parece mal, pues aunque tarde, ha llegado. De todas formas veremos lo que dura pues supongo que en cuanto se reordene la
situación laboral de los interinos, sobre todo, seguro que el tema religioso pasa
de nuevo a ser invisible.
Se han realizado protestas y manifestaciones, incluso
concentraciones sonoras, delante de las viviendas de los políticos
responsables, los nuevos “escraches”, en las que se ha dicho de todo a los técnicos educativos que han impulsado esta reforma. Se ha considerado que hay, y va
a haber, un retroceso general en educación: en su calidad, en libertad docente,
aumento de ratios, en condiciones laborales de los educadores, en medios
técnicos, con incremento de prebendas a la enseñanza privada. Pero no se ha
visto contundencia en la exigencia de eliminar de los centros educativos, de
una vez por todas, de la religión, sea cual sea. Esto no se ve, o no queda
claro. Y yo me pregunto, ¿por qué no se hacen escraches delante de los
arzobispados para protestar de su arrogante influencia en el sistema educativo
español? ¿Tanto miedo se les tiene? ¿Por qué nadie argumenta ahora un “diálogo”
con ellos? No lo sé con seguridad, pero tengo varias certezas basadas solo en
mi experiencia docente.
Docentes y religiosos son dos colectivos muy poliédricos y
que en muchas ocasiones presentan una imagen en exceso solapada. Por un lado,
durante mis muchos años de docencia en la enseñanza pública he estado rodeado
de muchos compañeros con una gran inquietud renovadora de la enseñanza. Siempre
me han parecido atentos y beligerantes ante
cualquier atisbo de imposición administrativa y siempre dando una imagen de
querer una educación progresista y de calidad, lejos de ideologías y doctrinas.
La sorpresa me la llevaba con algunos cuando descubría, pues siempre lo ocultaban, que sus
hijos estaban escolarizados en la enseñanza privada, casi siempre religiosa.
Ahora ya no me sorprende nada este asunto, será cosa de la edad tal vez, ni
tampoco que haya gente que ocupe cargos directivos de los centros, los hay a
patadas, que siendo muy reivindicativos ellos y opuestos (dicen) a la religión
en los centros educativos, y lejos de
oponerse a las medidas restrictivas que en educación se vienen imponiendo desde
la administración, no han sido capaces siquiera de presentar testimonialmente su
dimisión ante la avalancha de estas medidas, aunque eso sí, vistiendo “religiosamente”
su camiseta verde un día a la semana. Suelen estar bien comprados con reducción
de horas lectivas semanales y otras prebendas económicas, por lo que se les nublan las
ideas y principios. Patético. Por todo ello no soy optimista en cuanto a
liberar al sistema educativo de la religión. Muchos educadores están infestados
del virus religioso, aun sin saberlo, y eso se transmite. Y estamos, y me
parece que por mucho tiempo, en la cresta de la ola.
¡El próximo escrache
delante del arzobispado!
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