Desde el interior peninsular despoblado se ven las cosas de
otra manera. Y desde zonas desarrolladas y pobladas a veces se tergiversan los
mensajes o se emiten solo los políticamente correctos. Los intentos de
resucitar la denominada Serranía Celtibérica por parte de algunos profesores
muy bien intencionados de la universidad, como Francisco Burillo en Teruel, no
parece que den sus frutos ni a corto ni a medio plazo. Casi todo sigue igual
que hace más de un decenio que es cuando empezó todo este empeño de revitalizar
la zona con repercusión mediática. No es extraño tampoco ver mensajes de cariño
y amor hacia el lugar de origen de más de uno, el cual se abandonó por temas de
subsistencia, al que solo se vuelve en vacaciones, y pidiendo además una acción
urgente para impulsar de nuevo la vida del lugar.
Desde luego, los oficios tradicionales que algunos
reivindican, como la artesanía del mimbre o el esparto, la miel, o los quesos, no son ningún
revulsivo para casi ningún emprendedor que pudiera aventurarse en el relanzamiento
de un área despoblada, casi olvidada, de varias regiones del interior español y
de casi toda la provincia turolense y parte de la de Zaragoza, o lo que es
igual, nada menos que la mitad de
Aragón.
Si alguien se atreve a revisar los documentos que articulan
y argumentan los criterios que se proponen seguir para revitalizar la zona
queda tan impactado por una jerga redundante, oficialista, normativa y con
escasísima claridad verbal, que resulta poco o nada atrayente para cualquier
interesado en el tema y, desde luego, supongo que casi repelente para muchos de
los políticos encargados de tratar estos asuntos a nivel estatal o europeo. La
verdad, tal y como están las cosas, no veo a la casta política actual con
formación y sentimientos suficientes como para entender qué hace falta hacer en
estos lugares olvidados. ¿Qué piden estos ahora? se preguntarán.
Lo que sí que queda claro es el montón de argumentos que se
dan desde el mundo más conservacionista y más “puro” (aunque ellos se consideren
muy defensores del medio rural…) en relación con lo que se debe hacer o no en
estas áreas deprimidas, vacías, casi yermas. Por ejemplo, cuando se propone
tramitar la iniciativa privada de explotar una cantera de arcillas en Aguilar
de Alfambra (Teruel) se dice que con el trasiego de camiones de la explotación
se alterará la vida de los habitantes de la localidad, por lo que se pide que
se reconsidere la autorización para iniciar los trabajos. O cuando se quiere
construir, por fin, un digno hospital en la ciudad de Teruel se esgrime que en
la zona hay una falla tectónica (de las muchísimas que recorren la zona) que
puede activarse en cualquier momento,
aunque en los últimos 7000 años no lo haya hecho, por lo que se retrasa y altera
el proyecto de edificación. O que cuando se quieren poner varios aerogeneradores
en pueblos de la sureña Sierra de Javalambre,
fuera del área protegida, se dice que generarán
un impacto visual difícil de asumir en un ecosistema tan puro. Y lo que es peor,
muchos de los que son tan exquisitos con las purezas de lo rural no dudaron de
irse a la gran ciudad en su momento a trabajar y vivir, aun pudiendo optar por quedarse
en la ciudad turolense, sintiéndose entonces muy dolidos por los comentarios de
los que se quedaban respecto a ellos, a los que denominaban sarcásticamente
como los de “hacer Teruel”.
No tengo soluciones seguras para Teruel y demás áreas de la
Serranía Cetibérica. Pero estoy seguro que con dinero se puede hacer algo.
Dinero como el que podría ahorrarse la gente que viva allí en impuestos ordinarios,
en eliminación de impuestos de actividades económicas a los emprendedores que
se instalen y creen puestos de trabajo en los pueblos de la zona. E incentivos importantes por asentarse allí y tener hijos. Si la gente se ve tentada
económicamente de quedarse en la zona, emprendiendo, muchos lo intentarán y su
presencia generará la necesidad de cubrir servicios que pueden favorecer un
desarrollo. Aunque las fuerzas vivas
políticas de siempre parece que no se enteran de la película, y los asaltantes de
cielos varios no saben ni dónde está Teruel, seguiremos insistiendo… Como decía
Labordeta “somos… como esos viejos árboles”.
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