No podía suponer la reacción de muchos de mis antiguos colegas
profesores y exalumnos al colgar en mi cuenta de facebook la imagen de arriba, la cual acompañé del
siguiente comentario: “He encontrado esta frase. Pienso lo mismo desde que me
dedico a la enseñanza. Y espero no haberme equivocado”. Varias veces se ha
compartido, más de 75 “likes”, además de
bastantes comentarios cariñosos y nostálgicos. Reconozco que han engordado mi
ego un montón, que en estos momentos de mi trayectoria personal y profesional
se agradece mucho.
Pero quiero aquí poner de manifiesto una interpretación
contraria a la que se ha hecho en mi caso y que también se puede hacer respecto al contenido de ese cartel. Me
refiero al recuerdo negativo que algunos profesores dejan en sus pacientes
alumnos para el resto de sus vidas. Vidas que han sido redirigidas hacia rumbos
insospechados debido a la intransigencia y desconsideración de algún que otro
docente que, en mi opinión, no debieron haberse dedicado a esta noble profesión
en su vida.
Conozco casos de alumnos de escasísimos recursos familiares,
en situación rayana a la pobreza extrema, que el mejor ambiente social que han
llegado a conocer es el de las aulas. Que han sido tutorizados y encauzados por
su profesorado (y aguantado estoicamente en bastantes ocasiones) para hacerles
ver que lo que mejor podían hacer en su vida era aferrarse al estudio, a
avanzar en sus conocimientos, y en asegurarse el tener una formación que les
permitiera ejercer dignamente una profesión, del tipo que fuera, en el futuro. Pasaron
sus estudios primarios, llegaron al instituto y se enfrentaron a la ESO, que
aunque para mucho listillo e indocumentado, eso de la ESO es algo “superfácil”
y banal, a gente poco acostumbrada a la cultura les supone un importante
esfuerzo de adaptación intelectual. Terminan la etapa obligatoria y como se les
reconoce que “valen” para el estudio, se matriculan en bachillerato. Aprueban
el primer curso, y al llegar a segundo, los muy “poco responsables” se atascan
con alguna asignatura del denso programa que se les obliga a cursar para llegar
a la universidad. Si a esto se le une la necesidad de tener que trabajar para
ayudar a la precaria economía familiar se complica aún más el asunto. En esa
situación social se le somete al mismo rasero que a los demás (alguien
considerará que muy justamente en aras de la igualdad…) y se le obliga a tener
que esperar un año más en segundo de bachillerato a la espera de aprobar una
única asignatura suspendida en el junio y septiembre anteriores. Al siguiente curso,
y por razones de trabajo, no puede asistir a las valiosas y supernecesarias
clases de esa materia, por lo que vuelve a suspender el primer parcial,
desistiendo definitivamente de continuar el esfuerzo que supone conseguir el bachillerato completo aprobado.
¡Conseguido! Ya hemos echado a una persona más del
sistema educativo. No le sirve de nada (oficialmente) el haber cursado tres
años el bachillerato, ni se puede presentar a las pruebas de acceso a la
universidad, ni ir a un grado superior de formación profesional, pues se requiere
el título de bachiller o una prueba de acceso especial. Supongo lo mal que lo
estará pasando la persona afectada por esta situación. Y la vergüenza que se
pasa al verle y saber que hay “compañeros” que duermen tranquilos sin haber
hecho nada por suavizar algo el nivel exigido de la asignatura y dar alguna
facilidad (¡sin regalar nada!) para que personas con serios problemas y que han
llegado hasta ahí nadando a contracorriente desde que nacieron no se estanquen
y tengan que dar un drástico giro a su vida tirando por la borda tanto esfuerzo
anterior. ¿De verdad alguien se cree que un alumno que llega a segundo de
bachillerato se arriesga tontamente a no conseguir nada por culpa de solo una
signatura? ¿El profesorado implicado no tiene nada que ver en este fracaso? ¿No
se dan cuenta que se trata de la vida de una persona?
Kevin (así se llama el chaval), si lees esto saca fuerzas
de flaquezas y sigue adelante. El próximo cuso te espera con nuevo profesorado
y nunca es tarde, pues la mayoría de los docentes no somos así. Seguro que lo
consigues.
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