Las protestas que protagonizó el colectivo docente hace tres años en las puertas de los centros,
vestidos de verde, ya no se hacen. Los grandes males que en educación se veían venir de la mano del PP y
su LOMCE parece que ya no hacen mella ni
importan en la comunidad educativa. Se argumentaba entonces, y con mucha razón,
que distintos aspectos de la nueva ley iban a ser desastrosos para la educación
de nuestros jóvenes. Pero, además, se hacía hincapié en el mal trato que el
profesorado recibía de las autoridades educativas.
Se protestaba por que poco a poco se fueron recortando “derechos”
y situaciones de relativo bienestar en la diaria vida laboral de los centros. Por
ejemplo, los profesores veteranos que llegaban a los 55 años vieron cómo se les
negaba una merecida reducción de horas lectivas semanales, como se les aplicaba
hasta entonces, por cuestiones “económicas”.
A la vez, el número de horas de clase a
la semana que se debía impartir se vio incrementada hasta desbordar la capacidad
docente, con el regocijo de algún indocumentado e incluso
la “casi” comprensión y aceptación de la medida por buena parte de la
sociedad. Más importante, desde un punto de vista educativo y con mayor repercusión social, fue la reducción drástica de las plantillas de
profesorado, en especial las dedicadas a
los alumnos con necesidades especiales o de atención individualizada. Además, la capacidad de decisión de los
equipos directivos se mermó hasta
dejarlos como meros gestores burocráticos de los centros (aunque algunos eran y
siguen muy sumisos y obedientes con el poder…). El sistema de justificación de faltas del
profesorado se endurecía hasta rozar la
humillación (es cierto que anteriormente hubo abusos por parte de una minoría
que repercutía en la mala fama de todo el colectivo, pero eso no justifica una
medida injusta de aplicación generalista ). Y por último, por no seguir, las famosas ratios (número de
alumnos por aula) se elevaron, por ejemplo en el bachillerato, hasta 35 alumnos
e incluso más en muchos casos, los cuales se sienten hacinados en cuartos que
fueron diseñados para no más de 25. Y lo que es peor, argumentando a la vez que con la
aplicación de medidas así se quiere conseguir una mayor calidad de enseñanza además de un nivel de excelencia educativa apabullante. Pues
bien, por todas estas cosas, y otras
muchas más, se protestaba con fuerza y mucha dignidad hasta antes de las elecciones
autonómicas en la totalidad de las comunidades españolas.
Pues bien, casi tres años después, al menos en Aragón, y salvo
la reducción de una hora lectiva semanal
a los docentes, todo lo demás, repito, todo lo demás, está igual que
antes. ¿De qué nos ha servido cambiar de color del gobierno autónomo a
fuerzas supuestamente más progresistas, cuando no revolucionarias? ¿Se han
olvidado de todas estas reivindicaciones que se hacían cuando algunos de los ahora
situados en la administración estaba en la calle luciendo camiseta verde? ¿Por
qué no nos movilizamos ahora? Creo tener la respuesta…, y muchos de los que
lean esto también.
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