Central térmica de Andorra, en Teruel. |
Se dan más pasos para despoblar la “Serranía Celtibérica”.
En plena campaña de difusión de lo que es y significa ese término se producen
casi seguidas dos noticias de gran calado respecto a la economía aragonesa de Teruel: los próximos cierres de las
minas de Riodeva y la central térmica de Andorra. Los dos acontecimientos
supondrán una drástica reducción de empleos con el consiguiente éxodo (casi
seguro) de los pobladores de estas áreas maltratadas del profundo Teruel, lo
que conlleva a un deterioro mayor aún, si cabe, de su débil entramado social.
No sabemos si los integrantes de algún colectivo
conservacionista se habrán alegrado por ello, pues si esas minas y la central
térmica desaparecen se dejará de echar a la atmósfera de Andorra gases que generan lluvia
ácida en los terrenos castellonenses, y se dejará de destrozar el
entorno de Riodeva por el continuo desmonte de las estribaciones del monte
Javalambre en busca y extracción de caolín. Los muy vigilantes estuvieron en su
día al quite ante la posibilidad de abrir una cantera (a cielo abierto) en
Alfambra para sacar arcillas esgrimiendo todo tipo de variopintas razones para
que no se abrieran, por ser molestas para los pobladores de la localidad, y por
impactantes y destrozadoras del paisaje. Así que, ante noticias como las de
ahora es posible que aplaudan hasta con las orejas. Que no les toque a ninguno
de ellos la regulación de empleo que supondrán estos cierres, aunque casi
seguro que no, pues no suele haber mucho activista entre los colectivos de
trabajadores de base.
Pero ante el inmenso problema social que se avecina, ¿qué se puede hacer?
Espero (aunque no con mucha convicción) que desde la administración autonómica
(para la estatal casi no existimos los aragoneses…) se sea sensible con el problema de tanta
gente afectada y haga algo ya. ¿Qué? Pues crear de urgencia unas condiciones e infraestructuras
empresariales que permitan asentar la población en la zona. ¿Y cómo se hace
eso? Pues, por un lado, facilitando
terrenos públicos a empresas dispuestas a invertir allí, con condiciones laborales y de formación especiales para los
habitantes locales, con el fin de que se puedan “reemplear” y realizar trabajos afines a sus habilidades y
formación. Y por otro, que la iniciativa privada se vea complementada con
empresas de titularidad pública, que tanto se prodigaron hasta hace pocos años
en otros sitios, con el fin de evitar una migración masiva de los ya pocos
habitantes de esas comarcas. Parece muy
difícil, pero no es imposible. Hay que alejarse de una vez del repetido “blablabla” de desarrollar el turismo
rural y patrocinar la artesanía local (que también…), para iniciar un proceso de recomposición real
y con perspectivas de futuro, pues la “poesía turística” no revitaliza social y
económicamente una zona deprimida, ya que suele ser un complemento de bienestar
en una zona con un mínimo grado de desarrollo. Y no es el caso.
Pero claro, todo eso podrá llevarse a cabo con el apoyo y
comprensión de una sociedad que de
verdad articule criterios y argumentos válidos para salir del atolladero, como
en el que está metida hoy en día toda la provincia de Teruel. Desarrollo basado,
como no puede ser de otra forma, en un debido respeto a la naturaleza y con
criterios medioambientales claros, pero sin los trasnochados remilgos pseudoecologistas a los que nos
tienen acostumbrados los conservacionistas de salón. Pensando en la gente en
primer lugar… ¿o no?
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