¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

martes, 3 de marzo de 2015

En memoria de Javier Cuchí Oterino, geólogo y diplomático.


 

     Ninguno de los amigos de sus años jóvenes nos hemos enterado a tiempo del fallecimiento repentino de Javier Cuchí Oterino. Ocurrió en febrero del 2014 en Addis Abeba, Etiopía, donde prestaba servicios en la embajada española. Ni Nacho Valenzuela, Rodolfo Gozalo ni yo mismo hemos  podido despedirle adecuadamente. Este geólogo tenaz y perseverante comenzó su carrera profesional dirigiendo la Mancomunidad Comarcal con sede en Benabarre,  en Huesca, donde forjó una familia de tres hijos junto a Almudena. A ella la conoció en Atapuerca, yacimiento al que me acompañaba durante los años 80 mientras yo hacía mi tesis doctoral allí. De gran y contundente carácter (quizás por eso fuimos amigos) en muchas ocasiones exponía su disconformidad con los originales planteamientos metodológicos de algunos paleoantropólogos, ahora famosos, del equipo de investigación de Atapuerca. Y he de decir que no le faltaba razón en sus discrepancias metodológicas, generando con ellas  enriquecedoras discusiones entre los integrantes de la excavación que se tenían muy en cuenta después en numerosas ocasiones.
Javier Cuchí en la entrada de la Covacha de los Zarpazos de Atapuerca. Es el 3º empezando por la derecha de la fila de atrás, entre Eudald Carbonell y yo (2º por la derecha). Rodolfo Gozalo es el que está sentado, de blanco.
 
     También fue la persona que en una excursión turística con su hermano José Antonio visitó las cuevas de Molinos, en Teruel, y pudo coger en una bolsa de patatas fritas vacía un puñado de sedimento del relleno sedimentario que vio dentro. Me lo trajo, se lavó, y de ese puñado salieron unos 20 dientes de micromamíferos fósiles de finales del Cuaternario que sirvieron para promover el proyecto de investigación que en 1984 se llevó a cabo en la conocida Grutas de Cristal de Molinos, con excelentes resultados. Entre otros el estudio de la mandíbula del antiguo Hombre de Molinos y la abundante fauna y flora fósil adyacente.
     Javier siempre estaba. Desde que opositó al cuerpo diplomático en 2005, sirviendo nada menos que en lugares como Afganistán, Otawa (Canadá) y ahora en Etiopía,  nos habíamos visto bastante menos. Sé que cuando viajaba a Madrid por razones de trabajo visitaba a nuestra amiga común del Museo de Ciencias Naturales, Carmen Sesé, con la que también convivió mucho en Atapuerca. En dos ocasiones, entre  los años 2011 y 2013 quedamos en Zaragoza para hablar de los tiempos pasados  y, sobre todo, de los presentes, así como de su visión de la política internacional de España, muy diferente a la de cualquiera de nosotros, si es que tenemos alguna. También de su última pasión, la fotografía étnica, de la que publicó en su página de facebook excelentes trabajos. Javier era así de especial, enérgico, entregado, y con mucho criterio.
     Ahora se ha ido. En silencio, discretamente. Y nos hemos enterado tarde…, pero no olvidamos.
 

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