Siempre lo mismo. Cada Navidad se repite en las reuniones
familiares el mismo tema: el mal nivel
educativo que los alumnos preuniversitarios alcanzan en los últimos tiempos; lo
poco que saben ahora los chicos; lo mal preparados que salen de los institutos
(los colegios privados casi ni los nombran); ¡y lo muchísimo mejor que era
antes la educación! Con lo de “antes” se refieren, claro, a sus tiempos de los
años 50, 60, y 70 del siglo XX.
Además de cansar hasta límites insuperables, la conversación se
diluye con algún que otro improperio indeseado,
ademanes de “me da igual lo que digas”, y el firme propósito de no
volver a repetir la conversación el próximo año. Pero da igual. En la siguiente
reunión casi seguro que se saca el tema con ganas de demostrar a los demás
lo muy bien educado que se salió a los 18 años, además de intentar cuestionar
al máximo los resultados obtenidos en la profesión docente actual.
Desde hace muchos años les digo lo mismo. Que aparte de no saber
demasiado bien lo que dicen, aunque algunos de ellos han sido profesores o
empezaron su vida laboral con esa actividad, han perdido el “norte” en cuanto a
lo que hoy en día se entiende por “nivel académico”. Que no es lo mismo que en
sus tiempos, que todo ha cambiado mucho. Pero da lo mismo. Siguen pensando que
los alumnos que hoy en día llegan a la universidad saben mucho menos que ellos
a su edad. ¡Pobres!
Y sobre todo, esto ocurre con profesionales de la ciencia
tradicional, la “fuerte y dura”, según ellos, como es la física y la
matemática. También he oído desacreditar ferozmente a la educación actual a
muchos licenciados en “letras”, de filosofía y literatura especialmente, que
cual divos de la educación, con
mayúsculas, se encargan de devaluar y minusvalorar los conocimientos que hoy en
día alcanzan los alumnos en su bachillerato. Pero no me cabe duda que son los
de ciencias, de esas antes nombradas, los paladines en eso de mirar condescendientemente a los demás, en un gesto de creerse poseedores de unos conocimientos
exclusivos, adquiridos en su época preuniversitaria, que los diferencia de los demás.
Estas gentes, de ciencias o letras, que por naturaleza van cumpliendo años, se olvidan de tantas cosas como todos. Yo
les suelo refrescar la memoria un poco, pues aunque seamos solo geólogos, y en
mi caso doctor en paleontología, nos dejan entran con ellos en conversación y
discusión, supongo que con la intención de poner a punto su capacidad
dialéctica de enfrentamiento entre una carrera de “primera fila” con otra que
como mucho, para ellos, es de “quinta división”. Suelo comentar para empezar que, y aunque esto no se oiga actualmente nunca, ahora el “fracaso escolar”
está en un 27% en educación secundaria, lo que no es una cifra alarmante. Recuerdo que
en su “antes” educativo, el porcentaje habitual de suspensos era precisamente
ese, incluso un poco más elevado, casi un 33%, y teniendo en cuenta que ahora
está el 100% del alumnado escolarizado, el fracaso se
convierte en casi éxito. No lo entienden.
Tampoco son permeables al comentario relativo a que la
pregunta que hay que hacerse es referente a cuántas cosas (temas, conceptos,
ideas, demostraciones, materias en general…) se imparten ahora y antes no se
hacía. Por si hay alguien que no cae en el asunto comentaré que ahora se cursa Informática,
Economía, Tecnología, Mecánica, temas de
Geología en distintos cursos, un par de idiomas, además de un sinfín de cuestiones que era
imposible impartir el siglo pasado, simplemente porque no existían, no se habían
descubierto todavía determinadas cuestiones (como la clonación, por ejemplo, en
Biología, que ahora se explica en 2º de bachillerato). Por el contrario, la
magnífica educación que en nuestros tiempos recibimos incluía una buena ración
de aplicación matemática, como el adiestramiento que yo tuve, por ejemplo, en
obtener logaritmos, con las famosas “tablas de logaritmos”, para lo que empleamos
más de dos meses de un curso de nuestro bachillerato para ejercitarnos en sacar
“a mano” los resultados. ¡Eso sí que era formación! Por cierto, no los he
vuelto a utilizar.
No se entiende tampoco el gran esfuerzo que hace el alumnado
en poder presentar la multitud de trabajos encomendados por el profesorado,
usando la aplicación informática correspondiente, sobre todo en Power Point,
que ellos ni lo soñaron. ¿Qué ocurre? ¿Que el manejo de esas técnicas
informáticas no requiere de un importante proceso de aprendizaje y
adiestramiento previo? Todo requiere su tiempo, y a veces, mucho. Quiero reseñar que mi tesis doctoral, leída en 1987 en
la Universidad de Zaragoza, se mecanografió por la secretaria del Departamento
de Paleontología en una máquina de escribir ya que entonces, en 1987, no había
ni un solo ordenador en la facultad…
También les suelo recomendar que sean cautos a la hora de
juzgar los malos y escasos conocimientos que la juventud actual tiene,
reprochándoles un escaso nivel académico. Cautos ya que se podrían llevar
alguna sorpresa si ellos mismos, los bien formados, se tuvieran que enfrentar
ahora al sencillo (y según ellos, sobrante) examen de selectividad. Casi siempre les reto
verbalmente a comprobar si serían capaces de
superar ahora esas pruebas. Les animo en el reto diciéndoles que yo no
sería capaz, pues aunque esté tan bien formado como ellos, no tengo ya ni
repajolera idea (a nivel de examen) de Filosofía, análisis sintácticos en Lengua (con
terminología nueva), ciertos problemas de matemáticas, o reacciones metabólicas
sencillas, por poner un ejemplo. Y ya no me quiero meter con un texto en
inglés, pues ni lo estudié en su día, al igual que ellos, ni he conseguido
manejarlo con la fluidez necesaria hoy.
No todo es maravilloso, claro, ni tan solo aceptable, en la
educación secundaria actual. Se puede llegar a la universidad sin saber casi
nada de ciencias si se elige, casi al gusto, el itinerario que uno desea. Y
tampoco es de recibo, por esto que comento, comprobar cómo alumnos
universitarios no saben si las ballenas son peces o mamíferos, como ha sucedido
en la Facultad de Educación en fechas recientes, pero, y teniendo en cuenta que
queda mucho por hacer para que la gente se forme realmente bien y en todos los
campos fundamentales (ciencias y letras), me gustaría saber si estos críticos y
admiradores de tiempos pasados serían capaces de enfrentarse a cualquiera de
los exámenes que yo les pongo, por ejemplo a mis alumnos de 4º de ESO de
Biología y Geología. ¿Sabrían ellos actualmente qué son las placas tectónicas,
citar sus límites y por qué se forman; los procesos básicos de funcionamiento
fluvial; descifrar y entender los conceptos más básicos de genética? No sigo.
Yo estoy seguro de que no, rotundamente. Pues bien, tienen que saber que de esos temas y de otros
mucho más complicados se les examina a nuestros jóvenes para conseguir el
título de educación secundaria “obligatoria”, la educación que “todos” deben
tener.
Y por último hacer una consideración respecto a esa
colección de dignos profesores que manifiestan su regocijo cuando comentan que
han suspendido mucho, a casi todos, en un examen. Los conozco a puñados. Suelen
ser de Lengua, Matemáticas, y de Física y Química, por lo general. No falla. No
suelen entender que los temarios que se proponen en educación secundaria
(obligatoria y bachillerato) no están diseñados para superdotados. Que
explicando adecuadamente la materia, y preocupándose por el alumnado, la gente
suele entender y obtener buenos resultados. ¿Por qué, entonces, no se obtienen?
Creo que llega el momento de hacer autocrítica y, siendo humildes, reconocer
que buena parte de ese cacareado “fracaso escolar” puede ser debido, en parte,
a la actitud, en algunos casos prepotente, de docentes que consideran tan
fundamental y exclusiva su materia, que no dudan en, desde una actitud altiva e
intolerante, no prestar la adecuada atención docente al alumnado. Esa atención
no consiste en repetir incesantemente una explicación, sino en detectar las
necesidades académicas del alumno con el fin de orientar acertadamente la
estrategia a seguir. Me consta que de esas materias citadas hay excelentes
profesores muy preocupados por el aprendizaje de sus alumnos, pero esos no
están incluidos en mi comentario.
Me temo que la nueva ley de educación (LOMCE), cuando se
apruebe, no va a solucionar casi ninguno de estos problemas o consideraciones
sociales sobre la educación que he mencionado aquí. Más bien creo que
acrecentará alguno de ellos, pues la constante desacreditación de la enseñanza
pública, conscientemente o no, hace que los sectores menos cultos de nuestra sociedad
lleven masivamente a sus hijos a la enseñanza privada. Esta, en su afán de
adoctrinar, ejercicio que se adueñan por completo los centros católicos, y
razón por la cual no han dejado que el equilibrio mental que se pretendió dar en
muchos temas con la asignatura “Educación
para la Ciudadanía”, al considerarlo “adoctrinamiento” y por tanto patrimonio educativo suyo, se siga impartiendo,
va a desconcertar más aún en el futuro a los indecisos padres, pensando que una educación confesional es de mayor calidad.
Me gustaría que esta fuera la última vez que tengo que
hablar de esto. Y que la gente, cada vez que hable mal de nuestro sistema
educativo reflexionara antes y pensara que cuando multitud de profesionales y jóvenes
licenciados españoles encuentran un hueco laboral fuera de nuestras fronteras
seguramente tiene que ver con la “cantidad y calidad” de su preparación
académica. Y esto no lo consigue nadie solo.
Amigo Enrique, como siempre me ha encantado pasear por tu blog, eres un provocador intelectual, y eso me gusta, pues haces pensar a la gente, plantearnos cuestiones y sobre todo sacar de quicio a los inmovilistas que creen que su postura es la única correcta.
ResponderEliminarY como casi todo en la vida, las cosas no son blancas o negras, sino que hay una amplia gama de grises.
Creo que siempre habrá habido alumnos que han sacado lo mejor del sistema educativo y alumnos que lo han desaprovechado, y eso era antes, ahora y lo será mañana.
Pero si creo que en términos generales, los actuales estudiantes salen bien formados del instituto en un alto campo de materias; de cuando mi padre pasó su infancia allá por los años 40 del pasado siglo, a la actualidad en este aspecto es como si hubiesen pasado siglos y siglos…
Sigue luchando contra ese inmovilismo en general, y sigue provocando a esa reflexión.
Un abrazo grande y hasta pronto.