¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

lunes, 30 de mayo de 2016

Graduados en bachillerato inseguros.



     Acaban de graduarse en bachillerato los alumnos mayores  de los centros educativos de secundaria. Muchos de ellos esperan ansiosos que lleguen las inquietantes pruebas de selectividad que la universidad les hace cada año para poder entrar a cursar un grado universitario. Para llegar a donde han llegado han tenido que pasar por un montón de exámenes y trabajos que acreditan que están “preparados” para acceder a estudios superiores. Y lo han conseguido estar a ojos y criterios de sus muchos profesores. Pero hasta que no vean las actas de los exámenes de selectividad y comprueben que los han superado no se quedarán tranquilos y más seguros. Se examinan, demuestran sus conocimientos adquiridos, y después, según un ordenamiento riguroso en función de la nota obtenida verán si pueden o no empezar sus estudios universitarios.  
     Expuesto esto así de fríamente podría pensarse que sus notas reflejan toda la formación y madurez que se le exige hoy en día, y nada más,  a una persona de 18 años que intenta abrirse camino en la vida académica. Al margen de las consideraciones y críticas más que conocidas hechas por parte del profesorado universitario (un tanto mediocre, en mi opinión) que  suele cargar tintas en relación con la “mala preparación” con la que llegan hoy los alumnos a la universidad (sin pararse a pensar en que está a años luz  de la escasa, memorística y pobre preparación con la que ellos llegaron hace lustros o décadas), está claro que los alumnos de hoy en día necesitan algo más para sumergirse de lleno, bien preparados, en la ajetreada vida social propia de su mayoría de edad, sea o no universitaria. Y en relación a esto, resulta muy significativa, y más que manifiesta en muchos casos,  la alta inseguridad personal que manifiesta gran parte del alumnado, y que no es la propia de su edad, ante la resolución de conflictos o ante situaciones difíciles, académicas y personales.
 


 

 
     Con independencia de lo académico y a pesar de lo apretado de las programaciones didácticas, en bachillerato se profundiza hoy en desarrollar también en el alumnado una formación actitudinal más efectiva  a la hora de  una “toma de decisiones” de cualquier tipo. Se van obteniendo excelentes resultados con  alumnos que,  por su propia naturaleza,  son capaces de desarrollar una actitud positiva y valiente ante diferentes opciones. Otros,  aunque se sienten bien preparados académicamente, no consiguen por completo ese “saber estar” necesario ya  a determinadas edades para afrontar diferentes problemas. Esa formación no estrictamente académica, que en épocas anteriores  se adquiría, con suerte, con la experiencia y el transcurso de la propia vida a base de palos y muchas equivocaciones,  tiene que estar más presente aún en la actual vida académica preuniversitaria si se quiere una futura  sociedad más segura y bien formada. La capacidad para decidir debe estar adecuadamente entrenada, y la necesidad de correr algún riesgo a equivocarse ante la opción elegida no debe asustar a  nadie a la hora de ejercer el acto de elección, sea lo que sea y ante cualquier tema,  pues tiene que ser parte consustancial del propio desarrollo personal.
 
     Es evidente que esas prestaciones personales se tienden a desarrollar más a través de  unas asignaturas que con otras durante el bachillerato. No es lo mismo formarse en Matemáticas o Física y Química para aprobar una serie de exámenes, que ponerse a  pensar y elucubrar (o así debería ser) en  Historia de la Filosofía, o cursar materias tan propicias para la crítica constructiva y el posicionamiento social y ambiental como son  Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente o Cultura Científica. De ahí que no es lo mismo graduarse habiendo cursado unas u otras asignaturas, aunque me consta que se hacen serios intentos en todas las materias.
     El intento de afianzar y desarrollar un espíritu crítico constructivo ante cualquier situación, ser autocrítico, observador y analítico, y generar predisposición  a la resolución coherente y racional de problemas cotidianos, sean académicos o no, y no a su ocultación, debe ser algo normal y habitual en la dinámica docente con los alumnos, por lo que será necesario afianzar la práctica de actividades de formación actitudinal en paralelo con la formación académica tradicional. Seguramente ese adiestramiento ante la toma de decisiones y resolución de problemas resultará útil para la vida, y servirá en cualquier etapa académica.

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