En nuestro país no hay centros educativos “gueto” para alumnado musulmán, por ahora. Aunque sí hay localidades y barrios ciudadanos donde la acumulación de personas con esa
religión, y procedentes sobre todo de países del norte de África, es patente y
bien visible. En las aulas de los centros públicos, de primaria y secundaria,
es donde se nota un mayor número de ellos, pues en los privados, concertados o
no, les piden demasiados “papeles” para entrar, además de un gran recelo de
tipo religioso y social.
Tengan la edad que tengan se nota que sobre ellos hay un gran poder de seducción religiosa proveniente
de sus familias y órganos sociales religiosos, que en muchos casos se
acrecienta conforme se acercan desde la adolescencia a la edad madura. Nuestra profesión docente
nos permite tener un punto de vista excelente para comprobar cómo sucede esto
que digo conforme los alumnos van creciendo y cumpliendo años. Y no falla.
Además de detectar estos cambios hacia posiciones más radicales, digamos, en
cuanto a su inmersión religiosa, cosa que con la juventud no
musulmana no es perceptible, hay datos que resultan definitivos. Sin ánimo de
ser exhaustivo comentando, resulta curioso comprobar, por ejemplo, cómo muchas
chicas adolescentes aceptan perfectamente cubrirse la cabeza con el conocido hiyab,
dicen, por convencimiento propio, y sin importarles el significarse con ello.
Renuncian también a estar en muchos de
los apetecibles entornos en los que podrían convivir y socializarse en sus años
jóvenes a cambio de comulgar con una
serie de rígidos preceptos que su religión les anima a mantener y cumplir. Pero
lo que resulta más chocante es que, además de ser educados en nuestros centros
educativos bajo la más estricta convicción de que la violencia es, salvo caso
de imperiosa necesidad defensiva, una opción siempre desechable para solucionar
cualquier conflicto, no dudan en posicionarse cerca, casi al lado, de
posturas que justifican acciones
vengativas como las ocurridas con la reciente revista francesa de Charlie Hebdo. Si bien es
cierto que es muy opinable y poco aceptable la actitud provocadora de la
revista con la publicación de caricaturas de Mahoma, que les sabe a cuerno
quemado a los musulmanes, la reacción defensiva de los extremistas islámicos es
totalmente desproporcionada. Además, su
religión les dice que hay que amar la paz por encima de todo, pero no dudan
después en colocarse en el lado violento
de la foto por publicar unas simples caricaturas de su profeta. ¿Cómo es
posible que casi todo el mundo a su alrededor, con el que conviven estos chicos,
piense otra cosa al respecto y ellos se
decanten por lo contrario, sin atender ningún argumento relacionado con la
democracia y la libertad?
En varias conversaciones y coloquios manifiestan que no
somos coherentes en el mundo occidental pues
no reaccionamos igual o con la misma contundencia ante violentas actuaciones
del estado de Israel, por ejemplo, en Palestina. Cuando se les contesta que en
Palestina, aunque los que más salen
perdiendo siempre son los musulmanes, y por tanto tienen parte de razón, la “guerra” que mantiene
Israel, aunque injustificable e injusta, no es de tipo estrictamente religioso.
Que nadie mata allí en nombre de ningún Dios. Y que gente extremista de su religión
sí lo hace, y cada vez más, por lo que posicionarse a su favor, o no claramente
en contra, es tener un cierto nivel de condescendencia con los asesinos. Es
igual. No lo entienden o no quieren entenderlo. Se aferran a que son siempre
víctimas, y por muy pacifistas que sean, justifican los actos vengativos,
siendo muy reivindicativos.
Pero a la vez, estos chicos jóvenes aceptan de buena gana
algunas de sus trasnochadas costumbres tradicionales derivadas de la religión musulmana, sin
enfrentarse ni opinar negativamente respecto a ellas. Ante la famosa e indigna discriminación de la
mujer en sus países de origen suelen
argumentar, además de aceptarlas sin rechistar, que son más bien
discriminaciones relacionadas con aspectos políticos y no religiosos. Así ven,
por poner un ejemplo poco comprometido, la prohibición de conducir coches las
mujeres (pues afecta a su fertilidad…) en algunos de los países islámicos,
sobre todo en Arabia Saudita. Y ese es el problema, que ellos, con los que yo
hablo, viven o han nacido aquí, en un país en el que ese tipo de vida se considera
desde hace lustros como un atavismo cultural, algo medieval, injusto y
retrasado. No entendemos cómo pueden ser sumisos a una religión aplastante de
las personas. En la que su seguimiento produce una castración intelectual y una
sumisión indigna de ningún ser humano. Pero ahí siguen. No se sabe muy bien qué
les dan, de qué les informan, cómo influyen en ellos sus autoridades religiosas
y sus familias, para que aunque estén en nuestra sociedad, en nuestro entorno
cultural, con una influencia educativa clara en cuanto a valores éticos y
morales, modernos, occidentales, y progresistas en cuanto a desarrollo
intelectual, sigan en sus trece sin pestañear. Si en un ambiente de libertad
como el nuestro se comportan y expresan así
de contundentes, no es de extrañar que bien adoctrinados esta gente sean
capaces de hacer grandes atrocidades de mayores.
Desde luego, quien les inculque sus “valores” a esta
juventud musulmana sabe hacerlo con mucha más eficacia que lo hacemos nosotros
con los propios de una sociedad moderna. Esos no tienen “fracaso escolar” en
sus enseñanzas ni en convencer con sus creencias.
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Respeto a todas las creencias: Yo NO soy Charlie. |