Paisaje de Las Médulas, León. |
No es habitual encontrar un artículo o reportaje que
destaque el gran impacto ambiental que se produjo hace siglos en la Médulas, en
la provincia de León. Al contrario, casi toda la información disponible se basa
en destacar la belleza paisajística de este enclave leonés, sin que haya
ninguna organización conservacionista que reivindique la “restauración” de un entorno tan
destrozado como el de ese lugar.
Los que hayan visitado Las Médulas se habrán sorprendido al leer el párrafo anterior, pues claro, como se
trata de un sitio que es tan “bonito” y a la vez tan extraño, pues no hay otro igual, parece una herejía conceptual el opinar eso de
un enclave tan bello. Me explicaré. El escritor Enrique Gil y Carrasco (no yo, que soy Enrique Gil Bazán) describió el lugar así: “un paisaje con un
aire particular de grandeza y extrañeza que causa en el ánimo una emoción
misteriosa”. Redescubierta la zona a finales del siglo XlX, este paisaje fue declarado Bien de Interés Cultural en 1931, y hace
pocos años Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo ese sitio tan
importante y visitado por gente muy amante de “lo natural” no es el resultado
exclusivo de ningún modelado geológico, sino que es una obra humana realizada
por los romanos entre el siglo I y III
en busca de oro. Sí, se trata de los restos de una mina de oro romana de la que
se extrajeron casi 900.000 kg de ese metal en casi 200 años que estuvo
explotada para ese fin.
La especial técnica utilizada para la obtención del oro,
denominada “ruina montium”, es la causante de que se “modelara” ese paisaje tan
agreste y extraordinario y que a tanta gente cautiva, incluidos los ecologistas
más acérrimos. Un sistema de conducción de agua por canales excavados en la roca hacían
de “movilizante” y arrastre de arcillas y cantos de los terrenos terciarios y
cuaternarios en los que se localiza esta mina. Los materiales así obtenidos,
con el oro, se conducían hasta un lago, el de Carucedo, también artificial y sin drenaje, que servía
para amontonar allí el estéril,
recogiendo la mena aurífera.
Grandes cavidades excavadas por los romanos para extraer oro. Dentro del "hueco", un grupo de personas que nos sirven de escala. |
¿A qué se debe entonces que una explotación minera sea un
lugar tan apreciado? Pues es debido al proceso natural conocido como “sucesión
ecológica”. Este fenómeno, que ocurre siempre y en todas las partes, consiste en la evolución
o sucesión natural producida en un ecosistema, desde el asentamiento de los
primeros microorganismos hasta llegar al denominado “clímax” o estado de madurez
máxima al que puede llegarse. El fenómeno también se produce tomando como fase inicial un estadio intermedio de
desarrollo del ecosistema como consecuencia de una interrupción, natural o antrópica, de su propia evolución, llamándose entonces "sucesión secundaria". Por ello, la naturaleza, que ha sido la dueña del
lugar durante centenares de años en Las Médulas, ha sido la causante, ella
sola, de conseguir ese estado de madurez
que allí puede apreciarse, a través de una importante revegetación, dentro del
proceso de sucesión ecológica, así como la invasión de las especies de
organismos animales propios de la zona. Así, los picachos y farallones de Las
Médulas ofrecen, según los folletos propagandísticos, "cobijo a numerosas y variadas especies de aves rupícolas, como
el cernícalo común, el águila culebrera o el halcón, así como es relativamente
fácil el ver ejemplares de corzo o
jabalí por los alrededores", incluso en el lago “artificial”. Sin la mencionada
sucesión ecológica producida en este lugar el entorno habría sido completamente
diferente, quedando al descubierto, más aún, las aberrantes formas originadas por
el hombre.
Detalle. Paisaje en Las Médulas, León. |
Todo esto nos debe hacer reflexionar respecto a la
consideración actual que se tiene de la necesaria y urgente restauración de
paisajes a continuación de una acción antrópica en un espacio natural. Por
supuesto que cualquier intervención humana en la naturaleza debe contemplar una
actuación posterior a la misma que recupere el paisaje destruido o alterado,
pero no debemos olvidar la capacidad regenerativa que la naturaleza posee. Tanto es así que en ocasiones y enclaves
como el que nos ocupa resulta difícil diferenciar o distinguir qué ha sido
producido por la naturaleza o por el hombre. Y sobre todo, tener en cuenta este
proceso natural antes de decidir si una
u otra intervención se debe o no hacer en función de un criterio únicamente
conservacionista del entorno, pues la negación de la realización de una acción,
ya sea minera, industrial o de infraestructuras, usando el argumento
conservacionista, está en contra de los principios básicos del desarrollo
sostenible. Por tanto, una acción sostenible, lejos de dificultar el avance, el
desarrollo y el progreso humano, debe poner los medios necesarios para
compensar, una vez minimizados al máximo, los daños producidos en los ecosistemas, que,
prioritariamente, deben estar al servicio de la humanidad.
Al leer ésto me ha venido a la memoria la malograda Constaza, que fue la que me hizo caer por primera vez en la cuenta de que lo que se protege en las Médulas es el impacto antrópico provocado por los romanos. Pero vamos, tampoco vamos a extrapolar y decir que hay que dejar todas las minas tal cual queden una vez cese la actividad extractora.
ResponderEliminarComo bien dices en las Médulas observamos el resultado de cientos y cientos de años de recuperación natural. Por eso veo bien ayudar a la naturaleza dándole un empujoncito.
¡Saludos!