La proliferación
en los últimos tiempos en nuestro país de modernas instalaciones museísticas
dedicadas a la exposición de restos fósiles de diferentes edades, donde se
mezcla lo lúdico y lo didáctico, ha permitido un descubrimiento y acercamiento
masivo del gran público a la Paleontología, convertida en la actualidad en una
de las especialidades de la Geología más populares. Sin embargo, la aparente
sintonía existente entre el mundo de los fósiles y la sociedad, impulsada desde
hace tiempo por la gran influencia de conocidas producciones cinematográficas y
de los medios de comunicación, contrasta de manera muy significativa con la
consideración objetiva que tiene nuestro sistema educativo por esas disciplinas,
que se evidencia por sus casi inexistentes contenidos curriculares académicos
incluidos en las leyes educativas. Esto justifica el lógico desconocimiento
generalizado respecto a la necesidad de incentivar la investigación geológica y
paleontológica, que junto al soporte técnico que ofrecen otras disciplinas,
resulta ser la principal fuente de información utilizada como referencia
obligada para comprender e interpretar científicamente distintos aspectos de la
actual crisis climática y ambiental del planeta.
Los datos obtenidos al investigar
épocas pasadas de la Tierra han permitido saber que los grandes fenómenos
climáticos ocurridos a lo largo de su historia han sido la causa de procesos de
extinción, aparición, y evolución de muchas especies de organismos, y han
servido como base para la reconstrucción de variados ambientes paleoecológicos.
Por ello, la extrapolación actualista de
la interpretación del pasado terrestre permite detectar mejor y comprender
determinados indicios de cambios ambientales del presente, sea cual sea su
origen, y servir para predecir, prevenir y corregir la repercusión planetaria
de posibles eventos climáticos venideros. Por tanto, una adecuada formación
académica paleoambiental se hace imprescindible para entender bien cómo el
estudio y conocimiento de los eventos ecológicos del pasado conducen a una
correcta interpretación de los argumentos científicos que explican el cambio
climático actual. La falta de esa formación paleoambiental supone, en primer
lugar, un importante vacío cultural en temas que son necesarios para comprender
los porqués de los fenómenos climáticos actuales y pasados del planeta, y
segundo, puede producir un más que probable error de interpretación del origen
real de los problemas ambientales, naturales o antrópicos, que repercuten muy
negativamente en el ecosistema humano actual, y posiblemente también en el
futuro.
La formación de temática geoambiental
recibida actualmente por el alumnado de Educación Secundaria de nuestro país se
obtiene únicamente a través de los
contenidos curriculares de Geología incluidos en algunas materias de Ciencias
Naturales. En concreto, en Biología y
geología en 1º y 4º de ESO
(Educación Secundaria Obligatoria), y en Geología
de 2º de Bachillerato (BAC). De estas, únicamente la de bachillerato presenta
contenidos conceptuales con profundidad suficiente para que el alumnado pueda
comprender el significado e importancia de la Paleontología, y la repercusión
social que esto supone en la actualidad. Otra asignatura del bachillerato,
también optativa, denominada Ciencias de
la Tierra y medioambientales incluye algunos contenidos relacionados con el
origen y evolución climática del planeta, lo que requiere poseer para su
correcta comprensión conocimientos previos
de los ámbitos de la química, física y
geología.
En los últimos tiempos muchos
colectivos sociales de todo el mundo han expresado la necesidad de una mayor
concienciación ecológica e implicación de los países y sus gobiernos en ofrecer
soluciones eficaces a la actual y muy conocida crisis medioambiental. Esta
demanda surge como consecuencia del
incremento de interés y preocupación por la negativa repercusión en el
entorno de multitud de eventos dañinos que atentan gravemente contra la
conservación del planeta, estando este reivindicativo fenómeno social
conservacionista también muy extendido en nuestro país. Sin embargo, este hecho
contrasta, sorprendentemente, con el porcentaje mayoritario de alumnado que
opta por no cursar las pocas asignaturas relacionadas con las ciencias
naturales en la Educación Secundaria, lo que significa que casi la totalidad de
la juventud que termina sus estudios secundarios se incorpora al mundo laboral
o universitario sin haber recibido jamás formación específica básica en
ciencias de la Tierra y medioambientales. Un bajo o nulo nivel académico en
contenidos de geología, paleontología, o en ambientes ecológicos del pasado de
la Tierra genera un importante problema de carencia formacional en nuestra
sociedad de impredecibles consecuencias futuras, sociales y
medioambientales.
Los posicionamientos institucionales
relativos a una actuación social ambientalista, respetuosa y vigilante de la
conservación del entorno natural y enmarcada en los principios del desarrollo
sostenible, deben estar fundamentados en los resultados ofrecidos por la
ciencia, lo que implica un compromiso
que requiere una actuación urgente en nuestro sistema educativo que
incremente la carga curricular geológica, paleontológica y medioambiental en
más niveles de la Educación Secundaria, de forma general, transversal y no
opcional, con el fin de asegurar el desarrollo de una futura sociedad
verdaderamente preparada para interpretar las diferentes variables, naturales y
antrópicas, del proceso de evolución climática en el que estamos inmersos. Ese
objetivo pasa ineludiblemente por una intervención docente donde se describa, explique y fundamente más
contenido educativo relacionado con la
contextualización geológica de los paleoambientes conocidos de la
Tierra, sus posibles orígenes y causas, y su demostrable relación directa con
el actual funcionamiento de la máquina climática terrestre.