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Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Atapuerca: la otra historia de Homo antecessor


Homo antecessor
              Los datos que voy a exponer a continuación nada tienen que ver con la versión conocida y oficial del hallazgo de restos humanos en la Gran Dolina de Atapuerca.  Lo  que leerán se basa en mi experiencia y conocimiento personal respecto al asunto que relataré, después de pertenecer once años al Proyecto Atapuerca dirigido por Emiliano Aguirre, hasta 1991. Pero todo esto pasó después, y a lo largo de una década. Solo ahora, después de atar muchos cabos, dispongo de información y arrestos suficientes para contarlo a modo de anécdota.
       Como sabrán, en 1994 se dio a conocer  que en el nivel TD6 del yacimiento llamado Gran Dolina de la Trinchera del Ferrocarril de la Sierra de Atapuerca se habían encontrado restos fósiles de homínidos. Según las dataciones técnicas de los niveles estratigráficos esos restos podían ser de unos 800.000 años de antigüedad. Después de Homo heidelbergensis de Sima de los Huesos, de unos 250.000 años, en la Cueva Mayor de la misma sierra, ese resultado podía convulsionar la paleoantropología mundial en relación con la llegada tan temprana a Europa occidental de homínidos, además de hacer de Atapuerca un yacimiento único en el globo en cuanto a restos de hombre fosilizados pertenecientes a distintas especies.
       En 1991 con la jubilación de Emiliano Aguirre, la mayor parte de su equipo, al que pertenecí, salieron del proyecto de investigación en Atapuerca, tomando entonces las riendas de la dirección los tres codirectores por todos conocidos. Unos años después, en 1997, yo codirigía con mi amigo y profesor de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Universidad de Zaragoza, José Miguel Calvo, un Curso de Doctorado basado en las reconstrucciones paleoecológicas y su didáctica. Decidimos llevar al alumnado como práctica de campo a Atapuerca. Y aquí comienza una escena que se parece mucho a la que yo mismo describí en mi novela titulada “Proyecto Homo. Atapuerca bajo la amenaza de un complot internacional”, de Ed. Certeza de Zaragoza. Como conocía desde hacía muchos años a personas relacionadas con Atapuerca pude contactar y acordar con Ana Isabel Ortega, arqueóloga y espeleóloga amiga mía del equipo burgalés, para que completara la información que se iba a ofrecer de los yacimientos excavados de la Trinchera de Atapuerca a los alumnos del curso de doctorado. Esperando su llegada en Ibeas de Juarros, localidad cercana al yacimiento, fue enorme mi sorpresa al ver que tres coches llenos de gente paraban a nuestra altura junto a la acera. Era Ana Isabel y varios arqueólogos más que la acompañaban, pues estaban interesados en que yo, como conocedor de la estratigrafía de esos rellenos kársticos, pues fui el encargado de levantar las columnas estratigráficas en su día para muestrear y hacer mi tesis de micromamíferos, les “confirmara” que el nivel donde se habían encontrado los restos del llamado Homo antecesor tres años antes, el TD6, era realmente ese y no otro. Comprenderán lo chocante de la escena en la que alguien ya ajeno a Atapuerca,  y nada menos que tres años después del hallazgo del homínido al que habían paseado por revistas y televisiones, tuviera que confirmarles algo que debería estar solucionado de antemano. ¿Se puede excavar un nivel sin saber exactamente cuál es? ¿Se pueden obtener fósiles sin poder referenciar automáticamente el estrato al que pertenecen? Le contestaré con rotunda certeza que no, que solo sin saber bien lo que se hace se pueden tener reticencias estratigráficas, y más en algo tan trascendental como situar en su contexto temporal y litológico al que se supone es el europeo más antiguo.

       Ante  algo tan inesperado y sorprendente, y permaneciendo completamente hermético ante el grupo de arqueólogos, me dirigí por carta a los pocos día a Emiliano Aguirre para felicitarle por el Premio Príncipe de Asturias, recién concedido, y para exponerle mi sorpresa al “descubrir” esa “aparente falta de rigor” en la toma de datos a pie de estrato que habían tenido y para comentarle además lo que yo había visto en el perfil de los estratos TD6 y TD7 de Gran Dolina. En ellos aparecían señales claras en el sedimento de “desgarres”, ese fue el término que utilicé en mi carta, orientados hacia abajo, donde claramente se veía un cierto  "desplome” de materiales, arrastrando sedimentos hacia abajo, desde los subniveles más altos, y de TD6 y 7, algo habitual en los depósitos de relleno de cuevas. La contestación que recibí de Emiliano fue la que sigue:


       He de reconocer que no me aclaró nada esta contestación, aunque deduje, ante la falta de su habitual claridad en sus apreciaciones, que algo no encajaba en la asignación estratigráfica de los restos de homínido encontrados en Gran Dolina. Y Emiliano lo sabía igual que yo. Todo esto quedó así. Pasó el tiempo y los humanos más antiguos de Europa se hacían un hueco en el conocimiento de la historia evolutiva del los seres vivos, aunque, a nivel de especialistas tengo entendido que no parece que esté tan claro que esos restos fósiles de hombre, con rasgos óseos faciales y craneales posiblemente antiguos  sean asimilables a los que presenta su  dentición, por lo que no resultan ser del todo convincentes las conclusiones de su estudio para algunos antropólogos.
       A los años, en concreto en el 2003, Emiliano y un grupo de su antiguo equipo de Atapuerca, los “exiliados” como algunos nos denominaban, fuimos a dar una serie de charlas informativas respecto a las aportaciones que en la investigación del Pleistoceno se habían hecho desde el trabajo de investigación de  Atapuerca.  Ese  año las charlas se realizaron en la Universidad  privada de Segovia, SEK, curso que dirigió D.  Helio Núñez. Al terminar mi charla sobre estratigrafía y micromamíferos de Atapuerca, y durante un receso para almorzar, se nos acercó una persona que, según dijo, y cito textual : ” tenía muchas ganas de conoceros pues había oído hablar mucho de vosotros”. Pidió compartir mesa con el grupo y fue allí donde nos relató algo verdaderamente asombroso. Su pareja sentimental había estado como excavadora en el nivel TD6 de Gran Dolina precisamente el año 1994, en el que se obtuvieron los restos de Homo antecesor, sin recordar ella que en ningún momento se sacaran restos de homínidos en ese nivel. Toda la historia del hallazgo de hombre y minuciosa excavación en la famosa “capillita” del subnivel “Aurora” del TD6 de Gran Dolina, que tantas veces ha sido aireada por miembros del equipo, parecía ser, por tanto,  pura ficción. Lo que sí recordaba con claridad era el sobresalto que se llevaron un día los paleontólogos en el “laboratorio” de campo instalado en Ibeas de Juarros donde, revisando y clasificando los fósiles conseguidos durante la jornada de trabajo, comprobaron que eran humanos unos fragmentos óseos del nivel TD6 determinados en el  yacimiento como  tortuga. Además, el nivel TD6 contiene restos de un roedor, Mimomys savini, que ya cité en mi tesis en 1987, y que al parecer se buscó apresuradamente junto a los restos de homínidos para asegurar la antigüedad del estrato, pues es una especie que desaparece hace casi 600.000 años. De saber con claridad que el estrato que se excavaba era el TD6, la datación estaba ya dada con el roedor, no haciendo falta buscarlo de nuevo junto al hombre. ¿Qué significaba todo esto? 

Recontrucción paleobiológica de H. antecessor.
        No sigo. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Solo me queda decir y expresar mi deseo de que las filogenias humanas que se proponen desde la ciencia al conocimiento humano estén realizadas con criterios basados en la honestidad y rigor científicos. Pero antes de terminar les recomiendo que lean el siguiente párrafo de Emiliano Aguirre sobre el hueco que le hace a esos homínidos de Gran Dolina en el panorama evolutivo de los seres vivos. Pertenece a su discurso inaugural en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de 2011:



3 comentarios:

  1. Amigo Enrique como siempre todo un placer para los sentidos y para el conocimiento pasear por tu blog.
    Un abrazo

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  2. He leído con detenimiento tu entrada y me parece muy interesante. Además, esta información se puede ampliar con la que me dio a mí (de forma extremadamente confidencial) y a otros miembros de mi equipo un colaborador de Atapuerca (no puedo decir su nombre por razones evidentes). Nos comentó que el día que aparecieron los restos humanos (primeramente clasificados como tortuga) el estaba excavando precisamente en el lugar donde se encontraron. Al cabo de un rato fue reemplazado por una arqueóloga (que fue quien encontró los restos). Lo más importante es que nos dijo que los restos no estaban in situ, sino que procedían de sedimento desprendido y que,por tanto, no se podía saber si el fósil en cuestión procedía de los niveles más altos (con lo que sería mucho más joven que lo que se dice) o de los más bajos. Con lo cual hay dudas de que el fósil provenga realmente del TD6.

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  3. Hola Pitecántropo! Sé que no ocurrió exactamente así como describes el asunto. En mi primera novela "Proyecto Homo. Atapuerca bajo la amenaza de un complot internacional" de Ed. Certeza de Zaragoza, "novelo" el asunto. Puede que te resulte interesante y entretenida. Por lo demás, si quieres en mi correo: egilbazan@hotmail.com podemos comentar algo más. Un saludo.

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