¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Con un transgénero en el aula.



     Con el revuelo mediático que se ha suscitado por el autobús tuneado de los del grupo “HazteOir” cualquiera diría que es todo  un problema en los centros de educación el tratar con personas con la identidad de género cambiada. Se ha escrito de todo estos días. Y seguramente desde un conocimiento como mucho, teórico.
     ¿Antes del episodio del autobús alguien había oído algo sobre la problemática personal en cuanto a ser transgénero en un centro educativo? Estoy seguro de que nada o casi nada. La muy escasa  “información” que sobre ese tema se tiene hoy en la calle proviene de amarillistas programas de televisión donde se suelen sacar episodios dramáticos de casos puntuales en lugares muy concretos. Pero hay otros muchos casos, dentro de la minoría, en los que esta situación se vive con normalidad, siendo aceptada por la inmensa mayoría. Y, sí, en este tema también tengo experiencia docente que compartir aquí, cosa que no creo que muchos puedan decir lo mismo a pesar de dejar correr sus chorros de tinta en las redes y en los medios.
     Desde 1º a 4º de ESO, y después durante dos  largos  y duros años de bachillerato, una persona que entró al centro llamándose Andrés y que al poco tiempo se transformó en Samanta, convivió con el resto de sus compañeros y profesores del instituto con total normalidad, la cual incluía una buena dosis de curiosidad, como es natural. Pero sin el más mínimo atisbo de confrontación, rechazo, agresión, bochorno, o malestar debido a su recién cambiada identidad sexual. La gente es más civilizada de lo que se piensa. Y por eso no se le da, por lo general,  tanta importancia a estos  profundos cambios voluntarios en las personas que lo necesitan, por lo que esa supuesta mala influencia en los demás jóvenes, que parece que generaría esa “aberración” desde la opinión de los de HazteOir, es un verdadero intento de manipulación de conciencias que casi seguro  esconde otros intereses.
     Pero lo doloroso de esta situación, en mi parecer, no es tanto la actitud circense con un autobús en gira por España del grupo del que dicen busca que se le denomine “ultracatólico”, sino el SILENCIO (esta vez no el de Dios) de las jerarquías católicas. Esas que no dudan en salir muy ofendidas en todos los medios informativos ante el insulto que supone para ellos el disfrazarse una drag queen de Virgen María y simular una crucifixión en los carnavales de Canarias. Y aunque ese acto carnavalesco sea irreverente, ofensivo para los creyentes, y muy poco fino, si para defenderse de eso son tan valientes y reivindicativos ellos, y aunque algunos bienpensantes (o quedabienes) digan que varios obispos no permiten actividades de HazteOir en sus diócesis, ¿por qué no salen de inmediato esos jerarcas de la Iglesia  a desmarcarse también de esos ultracatólicos diciendo que sus actos y comentarios antitransgénero, tan ofensivos y denigrantes para los que están en esa situación,  no los comparten en absoluto? ¿No se atreven entonces a “tanto”? ¿Será que exponer sus verdaderas ideas les puede suponer un rechazo social más? Aún están a tiempo...