¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

domingo, 22 de marzo de 2015

Evaluaciones ¿de qué?



    
      En la enseñanza pública se hacen cada trimestre. Sé que en determinados centros privados hay hasta cinco evaluaciones por curso, no se sabe muy bien si por tener muy controlado al alumnado o por querer aparentar mayor “calidad” educativa. Es igual. Realmente sirven de muy poco. Ideadas con el fin de hacer un seguimiento del nivel y proceso de aprendizaje de los alumnos, se han convertido (o han sido así  desde siempre) en un ejercicio profesoral de calificación, cuando no un acto social de cotilleo de las vidas privadas de los alumnos y sus familias.
     Una vez puestas las notas el profesorado se reúne para “comentar” lo más señalado de cada alumno, y del grupo, con el fin de poner de manifiesto el nivel académico de cada uno de ellos. Si el mismo aprueba todo con buena nota, se dice que es muy “buen alumno/a” y que tiene mucho interés. Si suspende hasta tres asignaturas se suelen poner ciertas excusas, según cómo caiga el alumno, como que  es un “poco vago”, “se ha despistado esta evaluación”,  “ha caído en picado desde la primera evaluación”, o “como son cuatros, seguro que lo saca al final”. Si suspende muchas, el comentario principal que se oye es el de “este chico es un buen candidato a repetir curso”.  Por otro lado, se suelen colar también comentarios sobre la vida personal del alumno, su salud, la vida sentimental de sus padres, que a nadie importan, o lo exigentes que son con los hijos. No falla, siempre es lo mismo, al menos en los 27 años que llevo dando clase he oído esas frases año tras año.
 

 

     Y esto no es de extrañar en absoluto. La coordinación de los departamentos didácticos de los centros educativos, en los muchos en los que yo he prestado servicios, brilla por su ausencia. Nadie sabe qué es lo que está dando el vecino de departamento en clase, ni le importa. Cada uno a lo suyo y pensando que es lo más importante del mundo, y lo que es más, que sin eso no se puede salir a la calle con la cabeza bien alta. Se imparten cantidades inmensas de ideas, conceptos y contenidos en otro montón de asignaturas que son necesarias, parece ser, para hacer ciudadanos eficaces, preparados, competitivos, con capacidad de innovar, y…, de mal vivir.
      Y en eso ha caído, es cómplice en buena medida, el colectivo de profesores que no hace casi nada por solucionar esa situación. Por mucho que se actúe como un “verso libre” queriendo coordinar, aglutinar materia, sintetizar, proponer actuaciones conjuntas, rara vez se consigue algo. Se es capaz de salir de manifestación y protestar con una camiseta verde en contra de la ley Wert (y con razón…) pero dentro de los centros resultan ser otros “wercitos” cualquiera. Parece que a muchos les importan un bledo sus alumnos y lo que aprendan. Solo están pendientes de que se piense que ellos son muy eficaces, que se preocupan de los alumnos mucho (aunque todo el mundo sabe que no),  que dan íntegros esos inmensos temarios (otros se callan pues dan la mitad o menos), o  que los alumnos no saben nada (dicen)  pues no son capaces de superar sus estúpidos exámenes memorísticos como se los ponían a ellos hace 40 años. También hay docentes que alardean sin el más mínimo rubor en las salas de profesores cuando suspenden a muchos de sus alumnos, aunque después apostillan que “al final aprobarán”, como si fueran el césar romano decidiendo con su dedo quién puede vivir y quién no. De estos últimos, de los que hay más de lo que se cree, son los que más reticencias me producen y a los que más me cuesta pensar que son compañeros de trabajo míos. Entre los rebotados de cura que se metieron a dar clase a finales de los 70; los que se creen dioses de sus materias (y de todas las demás), pensando que ellos son “cultura” viva y hay que besar por donde pisan; y los siempre insatisfechos, o eso parecen, a juzgar por su intransigencia y nivel de exigencia con los demás (seguramente un nivel que ellos no son capaces de dar, ni siquiera en temas personales…), los claustros han estado nutridos de una colección de “intocables” tremendamente nocivos para un centro educativo.

 

      Por suerte,  los  actuales centros educativos  están siendo depurados de manera natural  de  los restos de este tipo de profesores que enturbian tanto la enseñanza. Menos mal que esta gente se jubila y deja paso a personas comprometidas y mucho más comprensivas con el alumnado, a la vez que mucho más colaborativas en el trabajo. Hay que dejar de ser multidisciplinares en educación de una vez por todas. La interdisciplinaridad debe ser el único camino. Tengamos la ley que tengamos.

domingo, 15 de marzo de 2015

Experimentos docentes elitistas.


De la película  "Rebelión en las aulas".
 
     Los jesuitas en Cataluña han empezado a educar en sus colegios de una forma totalmente distinta a lo que se hace ahora. Aunque no parece muy claro si la idea surge de ellos o han “fusilado” el método de otras monjas, también catalanas y pioneras en esto de innovar educando. Pero da igual, parece que su fuerza en los medios de comunicación les ha dado la primicia a ellos. Y parece sorprendente, así, a primera vista.http://www.abc.es/familia-educacion/20150314/abci-colegio-jesuitas-sinaulas-201503101346.html
     Que los alumnos estén dispuestos en las aulas (creo que todavía las llaman así…) de manera anárquica, sin muchos materiales y no tengan un horario fijado para cada materia, sin deberes para casa, y sin libros, resulta muy rarito en un colectivo docente en el que lo académico-ortodoxo es una de sus señas de identidad. Siempre han sido centros de enseñanza donde se imprimía carácter reconocible por todo el mundo a sus alumnos. Además de identificar a los que han salido de sus aulas por sus ropas de supermarca, sus formas, sus  maneras y su característica forma de decir que han estudiado en  jjesuiiiiiitassss (así, casi sin pronunciar la U y alargando la I y la S final…), también solían ser personas marcadas por un apellido reluciente y con un puesto de responsabilidad ya adquirido en su bolsillo. La mayoría son, o han sido así, ...o así les vemos... ¡qué le vamos a hacer!
Ambiente de un "aula" de un colegio de jesuitas en Cataluña.
     Pero ahora, la verdad, no sabemos qué resultado dará esa nueva forma (¿eso es una forma?) de enseñar. Habrá que esperar. Supongo que a ese experimento didáctico irá un alumnado deseoso de aprender, no de jugar; respetuoso y aprendido en muchas cosas ya de su casa, no maleducados de base como se reciben muchos en los centros públicos; con los medios materiales necesarios para aprender proporcionados por sus familias, no con las manos en los bolsillos como pasa en la pública;  y además serán muchos los que sean listos y muy despiertos, y no con deficiencias síquicas (en esos centros no suele haber ninguno) arrastradas desde el nacimiento e inadecuadamente tratadas por profesores no preparados para ello de la pública. Y no sigo ya poniendo más contrastes de niños a educar en ambos ambientes, privado concertado y público total, pero desde luego,  ese método educativo por mucho éxito que llegue a tener parte del error preeducativo de la selección de personal.
     Desconozco en qué sesudo teórico pedagogo se habrán basado para orientar así su labor docente. Pero si quieren ser noticia de verdad (así también lo son, ¿eh?) deberían acoger en su seno doctrinal a gente desfavorecida por la vida. De esos dejados un poco de la mano de no sé quién, pero que de verdad necesitan formarse un poco para salir adelante, aunque sea por el método tradicional. De esos tenemos en la enseñanza pública de verdad, no en la concertada, un montón. Gente que casi no pueden comer en su casa, que no pueden comprarse los libros, ni otro tipo de material; de esos que la educación familiar básica brilla por su ausencia; de esos que no tienen nunca asegurado un trabajo, no digo de calidad, sino tan solo digno. De esos a los que les piden “papeles” en todos los lados y se encuentran con  la bendita y comprometida “comprensión” jesuítica, como la procedente de la cátedra Ignacio Ellacuría  (jesuita asesinado) donde se publican chistes “solidarios” con un emigrante  saltando la valla de Melilla rotulando la imagen con un “En el cielo, ¿pedirán papeles?” ¿Habrá alguno de esos emigrantes en sus aulas experimentales? ¿De verdad serían capaces de educar así a este otro tipo de alumnado? Lo pongo en duda.
 

 

     Los docentes de la enseñanza pública de este país han realizado un gran esfuerzo durante muchos años para conseguir una enseñanza progresista y de calidad realizando experimentos didácticos dirigidos a la gran diversidad social representada en las aulas. No se ha excluido a nadie. Allí ha cabido todo el mundo.  Los guettos educativos, aunque sean de oro, solo sirven para segregar y adoctrinar. Aunque nos vendan otra cosa.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Llanuras de inundación.



     Es una obviedad pero se llaman así porque se inundan de vez en cuando. Los ríos estacionales como el Ebro tienen ese pequeño inconveniente, que  cada cierto tiempo  dejan la llanura de inundación totalmente anegada de agua, arrasando con todo lo que pillan a su paso. Esta vez el Ebro se ha portado como hacía muchos años que no lo hacía, dejando más de 28.000 hectáreas bajo las aguas.
     Que las autoridades técnica y políticas del momento podían haber hecho algo estos años atrás como medidas preventivas es algo evidente. Que los colectivos conservacionistas se oponen siempre a que ese “algo”  se lleva a cabo si se toca medioambientalmente el río y su entorno es algo habitual, pues no quieren que se intervenga modificando el ecosistema fluvial. Que la confederación hidrográfica diga, se desdiga, actúe o quiera hacer abundantes planes de actuación para un futuro que nadie sabe cuándo empieza, también es habitual. Y que los grupos ecologistas protesten y defiendan  que deberían haber “limpiado” las riberas, y haber “recuperado” los bosques de ribera es algo que, oírlo, clama al cielo cuando se supone que entre sus filas hay gente preparada.
Zaragoza y la llanura de inundación del Ebro cubierta por las aguas. Imagen de satélite.
     No estamos acostumbrados a escuchar soluciones para la gente por parte de ningún de estos colectivos antes citados. Que hay que recuperar los terrenos “ocupados” al río que fueron destinados secularmente para huertos, pues suponen una agresión ecológica,  no cuadra con la defensa que hicieron esos mismos grupos ecologistas cuando querían defender  al “ecosistema agrícola” del meandro de Ranillas para evitar hacer allí la EXPO de Zaragoza de 2008. No se entiende. ¿Han cambiado de preceptos ecologistas? Lo que ahora les parece una agresión  al entorno del río, como los huertos, entonces era defendible como ecosistema a preservar? Que se aclaren. Aunque lo deberían hacer en muchas otras cosas más si quieren ser creíbles.
     ¿De verdad piensan que hay que devolver al patrimonio natural del río los miles de hectáreas ocupadas desde hace cientos de años para uso agrícola? ¿Piensan que el ecosistema fluvial se cuida, se mima, se recupera así  de las garras especuladoras e hiperdesarrollistas  poco respetuosas con la naturaleza? ¿De qué habrían vivido estas centurias pasadas las gentes si no se hubiera usado la llanura de inundación de los ríos del planeta para cultivos? Nos dejan sin palabras, la verdad. Y que haya quien comulgue con ruedas de molinos (ruedas de ignorancia) con las ideas de estas gentes, aún más.
     No aportan soluciones, aunque la única que les he leído es la de hacer canales subparalelos al cauce como receptor de las aguas de avenida. ¿Eso es una solución ecológica? Que quede claro, ¡no!  Ni esa ni el hacer presas de laminado, dragados puntuales o hechos de vez en cuando, o  excavar áreas laterales, como recomienda el Colegio de Geólogos. Todas ellas, las proponga quien las proponga,  son agresivas, impactantes, demoledoras de una naturaleza que creíamos domesticada pero que nos arrasa y agrede cuando quiere. Son actuaciones que pueden prevenir o solucionar graves problemas, pero que son poco respetuosas con el ecosistema fluvial.  ¿Hay alguna alternativa respetuosa con el entorno?
     Si queremos dar alguna solución sensata al problema de miles de vecinos que han sufrido el devastador efecto de las inundaciones, habrá que hacer algo. Y si a los ecologistas de salón (esos que son extremadamente sensibles con la naturaleza pero son vecinos tuyos y usan todos los avances tecnológicos a su alcance, ¡o más!) les parecen inapropiadas, que den ellos una alternativa tan respetuosa con las personas y sus bienes como con la naturaleza. No podemos practicar un  ecologismo insolidario y frío con las muchísimas personas afectadas por catástrofes naturales. Es preferible una naturaleza domesticada,  a la vez que se respeta y  conserva,  al servicio de la gente, que decorados naturales vírgenes extraídos por la pseudociencia naturalista de la utilización racional humana.

martes, 3 de marzo de 2015

En memoria de Javier Cuchí Oterino, geólogo y diplomático.


 

     Ninguno de los amigos de sus años jóvenes nos hemos enterado a tiempo del fallecimiento repentino de Javier Cuchí Oterino. Ocurrió en febrero del 2014 en Addis Abeba, Etiopía, donde prestaba servicios en la embajada española. Ni Nacho Valenzuela, Rodolfo Gozalo ni yo mismo hemos  podido despedirle adecuadamente. Este geólogo tenaz y perseverante comenzó su carrera profesional dirigiendo la Mancomunidad Comarcal con sede en Benabarre,  en Huesca, donde forjó una familia de tres hijos junto a Almudena. A ella la conoció en Atapuerca, yacimiento al que me acompañaba durante los años 80 mientras yo hacía mi tesis doctoral allí. De gran y contundente carácter (quizás por eso fuimos amigos) en muchas ocasiones exponía su disconformidad con los originales planteamientos metodológicos de algunos paleoantropólogos, ahora famosos, del equipo de investigación de Atapuerca. Y he de decir que no le faltaba razón en sus discrepancias metodológicas, generando con ellas  enriquecedoras discusiones entre los integrantes de la excavación que se tenían muy en cuenta después en numerosas ocasiones.
Javier Cuchí en la entrada de la Covacha de los Zarpazos de Atapuerca. Es el 3º empezando por la derecha de la fila de atrás, entre Eudald Carbonell y yo (2º por la derecha). Rodolfo Gozalo es el que está sentado, de blanco.
 
     También fue la persona que en una excursión turística con su hermano José Antonio visitó las cuevas de Molinos, en Teruel, y pudo coger en una bolsa de patatas fritas vacía un puñado de sedimento del relleno sedimentario que vio dentro. Me lo trajo, se lavó, y de ese puñado salieron unos 20 dientes de micromamíferos fósiles de finales del Cuaternario que sirvieron para promover el proyecto de investigación que en 1984 se llevó a cabo en la conocida Grutas de Cristal de Molinos, con excelentes resultados. Entre otros el estudio de la mandíbula del antiguo Hombre de Molinos y la abundante fauna y flora fósil adyacente.
     Javier siempre estaba. Desde que opositó al cuerpo diplomático en 2005, sirviendo nada menos que en lugares como Afganistán, Otawa (Canadá) y ahora en Etiopía,  nos habíamos visto bastante menos. Sé que cuando viajaba a Madrid por razones de trabajo visitaba a nuestra amiga común del Museo de Ciencias Naturales, Carmen Sesé, con la que también convivió mucho en Atapuerca. En dos ocasiones, entre  los años 2011 y 2013 quedamos en Zaragoza para hablar de los tiempos pasados  y, sobre todo, de los presentes, así como de su visión de la política internacional de España, muy diferente a la de cualquiera de nosotros, si es que tenemos alguna. También de su última pasión, la fotografía étnica, de la que publicó en su página de facebook excelentes trabajos. Javier era así de especial, enérgico, entregado, y con mucho criterio.
     Ahora se ha ido. En silencio, discretamente. Y nos hemos enterado tarde…, pero no olvidamos.