¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

domingo, 27 de julio de 2014

Ecologista viajero.


     No hace falta pertenecer a un grupo ecologista con renombre para sentirse con conciencia ecológica. Nos pasa a muchos. Reciclamos vidrios, papel, cartón, vidrio y pilas. Nos sentimos bien con lo que hacemos con el medio ambiente. Incluso nos creemos con el derecho a criticar los desatinos medioambientales que se cometen por ahí. Somos exigentes con los demás en temas conservacionistas pues hacemos “lo que podemos” en nuestras vidas con la naturaleza, cada vez más respetada por los yuppies del conservacionismo. Somos geniales.
     Pero además, viajamos. Fundamentalmente en verano, aunque nos gustaría hacerlo más a menudo, o al menos, eso decimos a los que nos encontramos con familiares o amigos. ¡Se aprende tanto, se viene tan cambiado de un viaje y se empapa uno de tantas culturas diferentes que es “necesario”!. No todo está en los libros, hay cosas que se prenden viajando, dicen…

Precioso paisaje marino de "isla de las cabras", junto a Terceira, en las Azores.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?: se admiten propuestas...
     Una de las cosas que se pueden aprender si se tiene algo de sensibilidad es la gran capacidad de autoconvencimiento que tenemos al ver la gran falsedad de nuestros criterios ecológicos de pacotilla. Criticamos actuaciones urbanas o de infraestructuras modernas en lugares exóticos o remotos, como la construcción de carreteras o de hoteles en  lejanos lugares emblemáticos de gran valor ambiental, pero queremos viajar a esos lugares en supercontaminantes aviones. En muchas ocasiones no hay otro remedio para ir a determinados sitios, es verdad,  pero una vez llegados allí podíamos tener la decencia de no criticar los escasos adelantos o actuaciones poco respetuosas con el medio ambiente que allí se suelen ver, y que han servido para que unas pocas gentes vivan algo mejor. Somos implacables: queremos pureza ecológica en lo que visitamos, es nuestra fina cultura conservacionista. Muy probablemente sean verdaderos atentados ecológicos lo que vemos, pero nosotros hemos llegado hasta allí ¡contaminando!
Utilización humana de los entrantes naturales en la línea de
 costa, de naturaleza volcánica, para recreo
 turístico generando balsas o piscinas "naturales".
¿Esto es respetable ecológicamente?
 ¿Es mejor construir piscinas artificiales? ¿O nada, y que se aguanten?
 
     Miles o millones de personas que visitan islas civilizadas y que viajan en barco o avión son los primeros en posicionarse en contra de las empresas petroleras para que no prospecten  la existencia de nuevos yacimientos de petróleo, como en Canarias, por ejemplo. Pero luego hacen uso de los adelantos técnicos más sofisticados para viajar a las islas o a cualquiera de innumerables destinos que eligen a lo largo del año para relajarse o pasar un fin de semana tras otro.  No hay nada más chocante que ver cómo se ofertan excursiones desde algunas islas para ver ballenas o delfines en alta mar, con el anzuelo de ser una salida “ecológica”: a 5.000 kms de distancia de tu casa, en barcos pertrechados con todos los avances de la tecnología industrial moderna y con motores potentísimos alimentados por gasoil. Solo faltaba que el barquito se llamara "Rainbow Warriors", como el de Greenpeace. Eso es una incoherencia cínica que resulta muy difícil de asumir y de respetar. Esas mismas gentes, ¿aceptarían una restricción de uso de carburantes fósiles en este momento? ¿Qué harían si se les impidiera seguir viajando por falta de combustibles? ¿El desarrollo que tenemos quedaría en el olvido y volveríamos sin miramientos a formas de vida del pasado? ¿Realmente se estaría dispuesto a cambiar a una vida más “natural” prescindiendo de aparatos, tecnología, comodidades…, con tal de salvaguardar intacto el entorno?
     Si queremos seguir viajando, aunque se sea muy ecologista, hay que asumir ciertos impactos en el medio ambiente. Estos deben ser los mínimos posibles, por supuesto, pero es cuestión de elegir.
Vista parcial de Angra do Heroísmo, ciudad Patrimonio de la Humanidad de Terceira (Azores).
Destaca en primer término un edificio adosado al talud rocoso. Es un hotel recientemente inaugurado que ha levantado ampollas (y con razón...) entre los ecologistas locales por el poco cuidado tenido en su diseño y poca adaptación al entorno. ¿Y el puerto? ¿Y los malecones costeros? ¿Y el forrado con cemento de todo el talud ribereño (junto al hotel también y en todo el frente marino de la ciudad). Y...

jueves, 3 de julio de 2014

Tercera corrección.


     Por suerte o por desgracia ha habido que realizar una tercera corrección de los exámenes de selectividad de la asignatura “Ciencias de la tierra y medioambientales” (ctma). Y me ha  tocado a mí el hacerlo. ¡Increíble! Más de cuatro puntos de diferencia en bastantes casos respecto a la calificación puesta por el primer corrector, que era un mismo  profesor universitario del departamento de Ciencias de la Tierra (geología) de la Universidad para esos exámenes. Preguntas calificadas por él con un 0,1 puntos sobre 0,5 se recalificaban en la tercera corrección en 0,4 y/o 0,5 puntos, casi igual que la segunda corrección realizada por la, en este caso, coordinadora de la asignatura en la universidad. ¿A qué es debido esto? Pueden ser equivocaciones inocentes, una mala racha personal o falta de honestidad. No lo sé, la verdad. Algún profesor universitario dice que los profesores de universidad no ponen nunca dieces… ¿Increíble también, no? Será por algún complejo de inferioridad transformado en superioridad o por  simple y llana estupidez? Tampoco lo sé. Pero de poner dieces a infravalorar sin piedad lo que los alumnos ponen va un abismo. Y eso puede ser, casi seguro, por inseguridad personal o por desconocimiento del tema, o las dos cosas.


     Teniendo en cuenta que los que pasan por una tercera corrección son los que han reclamado su nota, ¿qué habrá pasado con los que no lo han hecho? No es fácil aceptar que por una mala corrección, basada en una falta total de coherencia, honestidad y respeto humano, algunos alumnos se vean sometidos al capricho de estos “correctores” y vean truncadas por unas décimas la entrada a una determinada carrera, y por tanto, a un futuro profesional. Pero algunos no tienen más remedio que aguantarlo. Me hubiera gustado ver cómo contestaban a las preguntas del examen esos profesores tan “exigentes”, por decir algo, aunque me lo imagino.

 

    Esperemos que las autoridades académicas universitarias actúen en consecuencia, las cuales son ya sabedoras de este atropello. En caso contrario se convierten en cómplices de este despropósito. Ya veremos…, no me fío nada.