¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

viernes, 11 de abril de 2014

La ilusión de subir montañas.


Carlos Pauner es el de la izquierda.
El cheque debe estar detrás de la bandera de Aragón.

     “Cada uno en nuestro ámbito es capaz de crear sueños e ilusiones y saber que, aunque cuesta, si crees en ello se llega”. Esta frase lapidaria es del ya famoso alpinista aragonés Carlos Pauner (http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=119139). Como él hay unos cuantos que se dedican desde hace muchos  años  a subirse a montañas del Himalaya. En concreto Pauner ha conseguido, dice, llegar a todos  los “ochomiles” de esa cordillera, lo que ha conseguido en los últimos quince años. En principio nos puede dar igual que este señor se suba así de alto, de que piense eso o lo contrario, pero  ya que muchos de sus gastos corren de nuestra cuenta me permito hacer dos críticas respecto  esta “noble” actividad.
Paseando modelito por el Himalaya...
     En primer lugar, sus ascensos, como los de casi todos los alpinistas, son realizados con importantes ayudas económicas de estamentos públicos, como he apuntado antes. No creo que hoy en día haya que convencer o demostrar a nadie que ese uso no es prioritario, ¿verdad? Y me atrevo a decir que ni cuando se nadaba, o nadaban algunos, en la abundancia. Esas actividades en la montaña (se le llama también deporte…) son carísimas, así que si se quieren practicar, al menos que cada uno se las pague. ¡Pero con dinero público no!  En segundo lugar, y teniendo en cuenta que la frasecita en cuestión que encabeza este escrito se ha dicho en el contexto de una serie de “charlas” que este individuo está dando últimamente en colegios para  “animar” e ilustrar a los chavales a comprender, cuando no a seguir sus intrépidos pasos, resulta  casi indignante que este deporte se venda a la ciudadanía como algo muy ecológico y de profundo respeto medioambiental. Nada más lejos de la realidad. Esta gente son unos auténticos y fanáticos usuarios de técnicas y materiales realizados desde el más rancio de los hiperdesarrollismos. Cuerdas, ropas especiales, innumerables y variados instrumentos de escalada…, por no hablar también de la grotesca  imagen faraónica que suelen dar los alpinistas de renombre cuando encabezan una fila de abnegada gente cargada hasta los topes con sus “cosas” indispensables para pasar una temporada en las alturas. De ecológico y natural nada de nada. De medioambiental y cercano a la naturaleza tiene mucho más lo que hace un pastor por la Sierra de Albarracín con su morral al hombro que lo que hace estos supertecnificados especialistas de la nada.
Equipamiento imprescindible para practicar este barato deporte.
 
     Que se permita que ellos mismos se hagan propaganda y den autobombo en los centros educativos es no entender ni pizca del engaño y estafa que supone que paguemos esta actividad. Los sueños, los anhelos e ilusiones de la gente joven hoy en día tienen que estar encaminados al esfuerzo, estudio, formación personal y desarrollo de habilidades sociales. No al despilfarro de ingentes cantidades de dinero para conseguir un “sueño” obsesivo que no aporta nada a esta sociedad. Los decimonónicos episodios épicos están ya muy pasados de moda. Hay que alejarse de estos engañabobos.
 
Suben con lo justo...
 

miércoles, 2 de abril de 2014

Educar en habilidades sociales.

    
 

     ¿Qué relación básica hay entre una bicicleta y un transatlántico? Respuesta (…y espero que "Pisa"  apruebe esta respuesta…): que son dos medios de transporte. Pero supongo que no habrá que demostrar aquí que no tienen nada que ver el uno con el otro, ¿verdad?  Pues algo así da la impresión que está pasando con los famosos informes Pisa sobre educación. ¿Por qué se compara lo incomparable?

     Puede que a determinados alumnos de 15 años les cueste sacar un billete de metro pero muchos podemos asegurar que esos mismos chavales dan, en general,  “sopas con ondas” a los despiertos nórdicos, muy laureados en el informe Pisa, en multitud de habilidades sociales. Por supuesto, si podemos incluir como habilidades sociales actitudes o cuestiones como, por ejemplo, saber y poder  preparar sin dificultad jugosas comidas mediterráneas sea cual sea tu nivel económico (aunque esto último hoy en día con alguna matización...);  tener claro que no hay que tirarse desde un balcón del segundo o tercer piso a la piscina del hotel (esté llena o vacía…);  improvisar ordenada y diligentemente soluciones ante un grave accidente con los mínimos  medios , o algo tan normal para nosotros como ver con asiduidad a la familia o cuidar de los abuelos hasta el final sin tener que mirar una foto suya para acordarse de cómo son, o eran. Todo eso, además otras muchísimas más que podríamos citar, también son habilidades sociales, aunque ellos no lo sepan. ¿No sería interesante que los que organizan las pruebas del informe Pisa incluyeran el calibrar este tipo de habilidades? Que los niños finlandeses vayan tan contentos con sus papás los fines de semana a una biblioteca les podrá parecer ejemplar y estimulante a mucho "cultureta" de aquí, pero a la mayoría les resultará poco eficaz educativamente y mucho menos ilusionante. ¿Qué hace esa gente con sus vidas? Si es que a eso se le puede llamar vida (en los países nórdicos sobre todo): sin casi ver el sol, importando la mayor parte de lo que se comen y a precio de oro, o sin gente ni animación por las calles ya que las temperaturas son inhumanas la mayor parte del año. Desde luego con ese panorama no es de extrañar que sean tan utilizadas las bibliotecas: no pueden elegir.  Pero lo que aquí tenemos muy claro es que, además de la formación académica necesaria hoy en día, la mayor parte de la cosas de la vida que realmente cuentan  no se aprenden en una biblioteca, se aprenden viviendo. Y viviendo de otra manera.
     Los que en los países nórdicos que obtienen buenos resultados en el informe Pisa  llegan a ancianos, y digo esto ya que la tasa de suicidios allí es altísima, están deseando venirse a nuestro país de incivilizados a pasar sus últimos días. No se entiende que con lo cultos, refinados y bien educados que se supone que han estado hasta entonces, y con tanta habilidad social desarrollada, no se queden entre los suyos a seguir  escuchando música de Sibelius (¿porque no hay otro músico de allí conocido de renombre, verdad?). O a contemplar las mejores pinacotecas escandinavas llenas de cuadros de sus famosos pintores (¿o no tienen?). O a comer los mejores manjares a buen precio. O a deleitarse con un buen paseo a la hora que quieran en sus largos veranos de 6 meses. Sin embargo, aquí, donde la gente dicen que aprenden lo que aprenden porque se les enseña mal,  solo  memorizando, donde las matemáticas y las ciencias brillan por su ausencia en el acervo cultural de cualquier españolito, donde la afición favorita de cualquier lugareño es trasnochar y charlar con una copa en la mano, divirtiéndose con los amigos y no amigos, todos juntos y revueltos en las plazas de sus pueblos y ciudades; donde es difícil llevar una conversación en un bar o restaurante por lo que grita la gente, pero consiguen entenderse  y llegar a acuerdos (o no); donde si hay algún accidente la gente colabora y ayuda dándolo todo, aunque se lleve mal con el accidentado; donde hay jóvenes que no saben sacar un billete de metro, pero le preguntan sin reparo a alguien de al lado pues saben que tendrán  ayuda inmediata y no una callada por respuesta como  ha pasado en más de una ocasión por esos países de civilizados; aquí, repito, la gente vive, en el sentido más amplio del término, a pesar de todos los problemas, calamidades, desastres y situaciones difíciles o de crisis que toquen vivir. Y eso también es tener desarrolladas muchas habilidades sociales, es más, es todo un arte que solo los que vivimos en determinadas latitudes tenemos y disfrutamos. No nos comparemos más, por favor. Todas las comparaciones son odiosas, pero en este caso, mucho más.