¡Dejadme vivir! Geología, Paleontología, Ecología, Educación.

Enrique Gil Bazán.
Doctor en Ciencias Geológicas (Paleontología).
Zaragoza, Aragón, España.

martes, 22 de octubre de 2013

Dirigir institutos hoy.




      Dirigir hoy un instituto en Aragón, comunidad en la que resido, no es nada fácil. Sobre todo por el gran malestar que debe sentirse (yo lo tendría) al tener que padecer una contradicción e incoherencia interna que poco a poco puede ir demoliendo tus principios éticos y morales. Me explico. En casi todos los centros de enseñanza media  aragoneses existen unos equipos directivos que durante estos cursos pasados no han dudado en participar activamente en diferentes actos de protesta en contra de la aplicación de las nuevas y severas  normativas en los centros, en especial al profesorado. Los miércoles suele ser el día elegido desde hace meses para escenificar en la puerta del recinto escolar, provistos de la correspondiente camiseta verde con lemas del tipo “escuela pública para todos y de calidad”, la protesta pacífica en contra de los sucesivos recortes y maltratos de la administración.
     Yo, que no soy muy amigo de ese tipo de escenificaciones, me he solidarizado desde el principio, conceptualmente,  con esas formas de reivindicar algo que se nos quita sin el más mínimo respeto humano. Por eso valoro mucho que se sea capaz de expresar libremente, en la calle, el profundo malestar de la comunidad educativa a causa de lo que nos están echando encima. Es por ello que no llego a entender bien que esos reivindicativos  directores de centros, por lo que yo sé, casi todos los de aquí, no hayan formalizado ya, con contundencia,  en las direcciones provinciales de educación o en la Consejería de Educación de la Diputación General de Aragón (DGA),  su dimisión en el cargo directivo que ostentan. No conocemos ningún caso.  Y eso es lo raro.
     Supongo que el que la administración  haya “premiado” (o comprado) a los equipos directivos, en su nueva normativa aplicada ya desde el curso pasado 2012/13,  con una significativa disminución del número de horas lectivas (de clases) a impartir, que no superan ahora las 5 horas semanales, no habrá tenido nada que ver en su inmovilidad y/o incapacidad de decisión a la hora de dimitir. Y también es raro comprobar  que, a la vez que se porta la camiseta verde y se protesta, se elaboren sumisamente unos horarios para el resto de sus compañeros con 21 horas lectivas semanales  (y les aseguro que eso es mucho en educación…). O que se acepte sin rechistar ni plantarse,  por ejemplo,  y tras aviso desde los servicios de inspección educativa, que no se  dota a los centros de personal para diferentes  grupos de alumnado (además de la conocida criba de profesores interinos),   adjudicando entonces la dirección su carga lectiva a los departamentos más “afines” a las materias, aunque eso suponga un cambio de especialidad a los agraciados. En fin, tendrá que haber alguna razón convincente, aunque oculta, por la que estos directores siguen en sus cargos todavía, sin dimitir; aplican la normativa (a mi juicio, sumisamente); y reivindican un cambio de norma a la vez. Pero nadie explica nada, si es que existe una explicación.
     Quiero pensar que no llegaremos a ver (aunque los humanos somos impredecibles) en nuestro sistema educativo escenas semejantes a las de las películas  de campos de concentración nazis, donde los pobres judíos tenían en sus barracones,  como jefe de grupo, a otro judío “encargado” de controlar y supervisar, cuando no delatar, al resto de los presos, a cambio de unas pequeñas prebendas. Quizás sea una exageración, desde luego, pero por algo se empieza, y aquí esta gente ya ha aceptado sin rechistar su prebenda de rebaja de horas lectivas y el hacer  funcionar  los centros “a reglamento”, el cual les salpica muy poco.
     Solo les pido, humildemente, un detalle solidario a nuestros directores con el resto de profesores. ¡Presentad vuestra dimisión! No pasaría nada, seguro. Todo quedaría igual. Nadie os aceptaría la dimisión, pues  no quieren problemas en la administración. Seguiríais teniendo vuestra reducción horaria (los demás  con el incremento de clases), y seguiríamos teniendo que aceptar “por imposición” (a través de vosotros) la nueva normativa que  se nos aplica. Pero si dimiten formalmente ante la administración el sentimiento y consideración hacia ellos que reinaría en los claustros de los institutos no sería el mismo. Nadie  podría pensar que se está dirigido por alguien convencido o afín (aunque también los haya) a los extraños, duros, y discriminantes rumbos que la educación ha tomado en los últimos tiempos. Los directores volverían a ser un compañero más del claustro. Ahora no queda muy claro donde están.

jueves, 3 de octubre de 2013

Bomba en El Pilar: han pinchado en vena.


     Me imagino que se conoce la noticia de la explosión en El Pilar de Zaragoza de una pequeña bomba. No ha habido muertos ni heridos. Solo desperfectos en el mobiliario del  templo. Se nos ha dicho que ha sido gente de “extrema izquierda”, posiblemente “anarquistas italianos”, y que podrían ser los mismos autores que los que en febrero de este año pusieron otra en la catedral de Madrid. Los periódicos locales aragoneses se han hecho eco de la noticia, aunque los nacionales, como siempre, la han cogido con alfileres y la han colado entre las importantes, casi de refilón. La verdad, nos da lo mismo, estamos acostumbrados a  estos desdenes, desplantes o ninguneos por parte de la prensa estatal. Repito, nos da lo mismo. Lo han hecho siempre.

      Me parece ahora más importante comentar algo respecto a estos pobres desgraciados que han puesto la bombica del Pilar, pues me parece que no deben saber muy bien quiénes somos por esta tierra. De saberlo o ser de aquí, que no creo, supongo yo que se lo habrían pensado dos veces.  Sin remontarnos a épocas históricas decimonónicas, durante los últimos 40 años se han dado  muestras en Zaragoza de lo que aquí, en Aragón, se es capaz de hacer y conseguir ante una “agresión” externa, eso sí,  sin bandas terroristas usadas como ariete, sin amenazas y sin estridencias. Solo con argumentos, tesón, cabezonería, y un sentimiento aragonesista que no entiende de derechas o izquierdas, solo de sangre baturra que defiende sus derechos. Y de eso nos sobra a todos. A todos de los 1,3 millones de habitantes de Aragón, de los que, por ejemplo, “tan solo” asisten el 35% (unos 0,4 millones) a las manifestaciones antitrasvase del Ebro (a Cataluña en los años 70 y 80; a Valencia, Murcia y Almería, en los 2000) y a las que llevo asistiendo toda mi vida. Hasta ahora esa unión ha hecho que lo consigamos entre todos: el temido e insolidario trasvase no se ha hecho, aunque todos al despedirnos nos decimos: “hasta la próxima”, porque estamos seguros que habrá otra intentona. Pero allí estaremos, que no tenga nadie la mínima duda. Somos así, como esos viejos árboles.


     Pero además del agua del Ebro, otro de los símbolos principales e inequívocos de esta tierra, y conocido por todos,  es El Pilar. Y con atacarlo ahora (inexplicablemente), han pinchado en vena, en nuestras venas. Y, ¡ojo!, muy lejos personalmente de defender las posturas (hasta ahora) antiguas y en ocasiones recalcitrantes de la iglesia católica respecto a muchos temas sociales que  no mencionaré, nadie, repito, nadie, puede entrar en nuestra casa y poner una bomba destructiva como la que han puesto en El Pilar y marcharse como si tal cosa. Porque El Pilar, es “nuestra  casa”, se mire por donde se mire, la usemos poco o mucho, se sea creyente o no. Y allí estaremos todos para defenderla de la manera que haga falta. Se equivocan si creen que una ideología trasnochada y que se abre camino con violencia puede destruir lo poco que tenemos y queremos de verdad en esta tierra. Estamos en alerta, el Pilar no se toca: “…ayer, hoy y siempre, a Zaragoza la defiende su gente”.


Escudo de Aragón.