Lo de todos los años. Riada en el Ebro. Gente viendo desde
las orillas la gran avenida, con comentarios respecto si ésta ha sido mayor o
menor que la del año pasado; hasta dónde ha llegado, y ¡pobres los que tengan la
casa y garajes anegados! Todo igual. Eso sí, la inmensa mayoría de la gente
culta, la que piensa socialmente y se enorgullece de ello, no tiene ni idea de
qué hacer, salvo aplicar y demandar a la Confederación Hidrográfica del Ebro,
de rango casi ministerial y sita en Zaragoza, una solución. Pero ¡ya! Por
supuesto las personas ignorantes se lucen diciendo a voz en grito lo que ellos
habrían hecho y las autoridades ni se han planteado. ¡Si es que son unos
ineptos!, dicen muy enfadados ellos.
Pero en estos casos, que no por muy espectaculares que sean, que lo son, no son bien
conocidos, pues se repiten anualmente, los que siempre brillan por su ausencia
(entendiendo por ausencia no solo echar una mano para “achicar” agua, sino que
no están, ni se les espera, ni se sabe nada de ellos, son los grupos
ecologistas). Greenpeace, Ecologistas en
Acción, o Wild Life están, por decirlo de alguna manera, desaparecidos. No se
sabe nada de ellos. Todo lo contrario a cuando se intenta hacer algún que otro "chandrío" en el río, como los canales de navegación del Ebro a su paso por Zaragoza, para lo cual
despliegan todo su poderío mediático y arremeten contra cualquier decisión de
la Confederación, a la que no tiemblan en tildar de “poco democrática”, con
falta de “sensibilidad ambiental”, o escasez de “escrúpulos” sociales. Todo
vale entonces para movilizar a las masas
(ignorantes en estos temas ecológicos en su mayoría) para ir en contra de esas
recalcitrantes decisiones hechas desde las cúpulas que mandan y ordenan esas
“barbaridades”. Conozco a algún que otro miembro de Medio Ambiente del Ayuntamiento
de Zaragoza, los cuales se escandalizaron enormemente con el dragado del río
Ebro, en Zaragoza, para que pudieran
navegar unos barcos recreativos. Ese dragado, que suponía la extracción de
grava del fondo, era considerado como una aberración y un mal trato al
ecosistema fluvial. Quizás tuvieran razón en cuanto a lo innecesario del
trabajo fluvial para algo lúdico, pero desde luego demostraban su supina ignorancia en cuanto a
la dinámica fluvial, pues el río es capaz de hacer ese dragado él solo, sin
ayuda humana, por el mero hecho de ser un río estacional, como es el Ebro. Y como lo está haciendo ahora mismo. Pero
esto ellos no lo saben, o no lo quieren saber, aun siendo incluso técnicos de medio
ambiente o perteneciendo a un grupo ecologista. ¡Qué pena!
Pero lo de ahora es algo diferente. La mayor riada del río
Ebro se produjo en la Nochevieja del año 1960/61, en la que se tuvieron que
desalojar los pueblos ribereños, pues pasaron
4400 m3/seg. Ahora no ha llegado a tanto (2200 m3/seg),
pero se ha conseguido llegar a tener un “cauce” de río de hasta 7 kms de ancho.
Y ante esta situación, claro, la culpa la tiene la administración, dicen
algunos, por no haber “limpiado el cauce del río”. ¡Increíble! ¿De verdad esas
gentes piensan que los millones de litros que pasan en un segundo por el Ebro
se canalizarían en un cauce limpio? ¿Limpiando (es decir, dragando el cauce) se
evitarían estas catástrofes? Es de muy desinformados y poco
inteligentes pensar así. Y si los muy conservacionistas (según ellos) de los miembros de grupos ecologistas como los antes citados, piensan que la solución es una "mejor gestión del agua", se equivocan
por completo. ¿En qué consiste eso respecto a las riadas? ¿Cómo se gestiona esta ingente cantidad de agua sin que se desborde? Son contrarios a los dragados, temporales y puntuales, y de cualquier tipo; a los embalses, a... ¿Qué hacemos, entonces?
Nos ha tocado tener un río estacional que funciona así de fuerte y dramáticamente cada año. La
naturaleza es así. Pero además de poner inconvenientes y criticar ferozmente la
gestión administrativa de una inundación como esta, los grupos naturalistas que
en teoría se deben de encargar de defender la naturaleza de las agresiones
humanas, desaparecen en estos momentos de crisis, dramáticos y durísimos para
cientos de personas que viven junto al río, en sus localidades ribereñas. Nadie de esos redentores conservacionistas se les acerca para dar ánimos o
decir qué es lo que tienen que hacer. Lo dejan todo en manos de las decisiones
de esos recalcitrantes y malísimos gestores hiperdesarrollistas que dicen son las
autoridades y técnicos del agua. ¿Dónde están ahora los apoyos ecologistas? ¿Qué
dicen ellos que se debe hacer ahora? Es
mejor aflorar en tiempos de sequía para criticar, denostar y practicar la
gestión, sea la que sea, de la administración del momento, además de interpretar sus acostumbrados
sainetes mediáticos. Pero ahora que hay que “estar” con la gente que lo pasa
mal, nada de nada. ¿O es que los humanos no forman parte de la naturaleza que
dicen defender? Bueno es saber con quién se juega uno los cuartos… Pero da igual. Al Ebro no hay quien lo pare ni
domestique. Y ahora se ha cabreado, y mucho.
Nota: Las fotografías han sido obtenidas en Zaragoza y alrededores por la prensa local, y de Raúl Villagrasa.
Nota: Las fotografías han sido obtenidas en Zaragoza y alrededores por la prensa local, y de Raúl Villagrasa.